Princess Laura es secretaria de una compañía muy importante y ella no tan popular porque se indignaba a esconderse de todo el mundo porque no se consideraba bella. Ni es que tampoco le importase mucho.
Un día le llegó una carta a su casa invitándola...
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Lunes por la mañana. Aún Laura no se quitó de la cabeza que tuvo relaciones sexuales con los hermanos Charlotte, Katakuri y Cracker. Ya no podía mirar a ambos de la misma forma. Casi le costó la vida entregar el té de mañana a su jefe. Sentir la mirada de ese hombre le provocaba ciertos escalofríos allá abajo en su intimidad.
Katakuri lo notó. Ella mantuvo la mirada agachada. A él le daba cierta vergüenza admitir y confesar lo ocurrido. Saliva traga con suavidad preguntándose qué hacer. Ya ella sabe su secreto: le gustaba.
El hombre de cabellos granates se encontraba solo en el despacho intentando concentrarse en todo lo posible en los informes. Una misión imposible por la imagen desnuda y sus gemidos de aquella noche lo desconcentraba. Un suspiro soltó porque se estaba dando cuenta que necesitaba más de ella. Sus dedos tocaron el puente de su nariz para pensar con mucha más claridad.
De pronto, escuchó toques leves en la puerta; su cuerpo se incorporó en el asiento para recibir a su hermano Cracker con una carpeta en la mano.
—Aquí están los informes de la semana pasada de nuestro éxito en la reunión con la familia Vinsmoke —anunció.
—Bien, estamos dando un gran paso —dijo. Con los informes en la mano se dio cuenta que Cracker no se había marchado—. ¿Necesitas algo más?
—Quería disculparme por lo sucedido el viernes —aclaró—. Es que... me pareció extraño que solo quieres estar con Miss Butterfly y no compartirla.
Solo había un motivo.
—Somos hombres un poco dominantes, Cracker. Creo que debes comprender que uno desea jugar a solas con su pequeña presa.
—Sí, lo he entendido perfectamente. ¿Sabes qué le pasa a Princess? Está muy rara hoy.
—Creo que está saturada con el trabajo —mintió, aunque hubiese un poco de verdad—. Dale un poco de tiempo que estamos a lunes.
—Tienes razón. No voy a agobiarla.
Con eso dicho, Cracker se retiró. Katakuri debe buscar alguna manera para acercarse un poco más a ella que no sea solo los viernes. Es el único que sabe quien es en realidad -aparte de Marco-. Sus dedos golpeaban simultáneamente la mesa de madera. Una solución debe haber. Una cita con ella no puede ser porque la política de empresa le impedía tener relaciones sexuales con los empleados. Esa mierda norma que propuso su madre lo estaba matando.
«Solo quiero volver a tocar su piel. Me fascina, joder», pensó el hombre. Sus ojos granates estaban fijos en el teléfono. Solo un botón es suficiente para llamar a Laura. Su frente comenzaba a sudar con horror. Las dudas surgen. ¡La necesitaba con urgencia! Sin querer apretó el botón y pudo escuchar la voz de la chica.
