2. »Altas horas de la noche«

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Altas horas de la noche

Una noche oscura de noviembre cuando el viento azotaba la ventana, Daniel, un jóven taxista dejaba a su último pasajero en la dirección indicada.

Estaba muy cansado y con unas ansias inmensas de estar en su cama, desgraciadamente no era algo que pudiera hacer con frecuencia, principalmente tenía que trabajar hasta tarde por las ganancias, el dinero era algo que necesitaba con demasía.

Hace un año había dejado sus estudios por problemas financieros de la familia, y él era el encargado de sustentar sus gastos y los de su hermana menor, un año entero ahorrando lo suficiente para volver a la universidad.

Se encontraba muy lejos de su hogar, manejando por las calles desoladas con una sensación extraña.

A unos metros de distancia se podía visualizar una delgada figura a un lado de la calle con el cabello negro y largo en la cara.

Extrañado se orilló para ver quién se atrevía a estar a esas horas de la noche helada afuera en camisón y sin zapatos.

La misteriosa mujer en una suave voz le contó que se había perdido y le pidió llevarla a dónde requería, claro con una paga extra por la ayuda.
Daniel aceptó después de pensarlo un poco, el dinero siempre era bien recibido, por lo que la mujer subió a la parte trasera y le dió la dirección, al no encontrarla en el GPS intento buscar una solución preguntándole que se hayaba por la zona donde quería llegar.

Ella actuaba raro, diciendo cosas inconclusas e incoherentes, por momentos no decía absolutamente nada y siempre tenía la cabeza agachada.

El taxista después de mucho tiempo de estar en silencio levanto la vista al espejo retrovisor y conectó su mirada con la de ella, una mirada oscura de escleroticas negras y orbes dilatados.

Dió un brinco del susto y volteo la mirada hacia la parte trasera del auto encontrando esta vacía sin presencia alguna.
Frenó de golpe y volteó a ver ambos lados de la calle buscando a la mujer, por el espejo del lado derecho, logró distinguir unos pies descalzos desapareciendo en la oscuridad.

Estaba seguro de que le habían jugado una broma, esa era la única explicación para tales hechos, su mente no era capaz de aceptar el hecho sobrenatural que acababa de presenciar.

Por lo que, muy molesto por haber caído, el taxista juró que se vengaría del perpetrador y así con ese pensamiento en la cabeza siguió manejando en esa noche oscura de noviembre.

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