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POV MORGAN

Estoy acostumbrado a mantener mi cuerpo y emociones bajo control cuando inicio una misión. No es algo que haga de manera consciente. Nos han entrenado para esto y por lo tanto mi cerebro activa esa parte que me lleva a mecanizar todos mis movimientos de forma que todo salga según lo planeado. Bajo la vista para ver el colgante: la chapa metálica que cuelga sobre mi pecho con mi identificación. Quedó a la vista después de que los botones de mi camisa saltaran por los aires. Siempre estoy a un paso de la muerte, mi colgante me hace ser consciente de ello, y no es algo que me preocupe demasiado, pero cuando se trata de otras personas implicadas en las misiones, esa es otra cuestión...

Todo se había ido a la mierda tan rápido que no pude procesar la forma en la que actué con ella. Como si todo lo que había aprendido sobre el autocontrol se esfumara con su presencia. Ella estaba impregnada de deseo y rabia. Era demasiado evidente. Lo tenía escrito en el rostro, y su estado junto al mío fue una mezcla peligrosa para los dos.

Es claramente atractiva y su forma de afrontar la situación en la que está metida me tiene completamente cautivado. Tener un encuentro sexual con ella no es lo que me preocupa, lo que me está matando es que nunca me había puesto así. No con una mujer y menos con una compañera en una misión.

No puedo dejar de pensar en la forma en la que presionó su cuerpo contra la palma de mi mano. Agito el vaso de whisky que sostengo ahora, en esa misma mano, observándola, como si aún pudiera sentirla sobre mí.

Tal vez sea que ha pasado demasiado tiempo desde que estuve con alguien. Fue en mis últimas vacaciones: en Cancún, con un chico con el que pude distraerme de la mierda de misión que me había tocado. Intento no tener relaciones con mis subordinados o subordinadas para evitar toda esa mierda de las relaciones de poder. Pero Lina... tiene una forma de reponerse a los problemas y esa actitud desafiante cuando trabajamos juntos que me absorbe a otro nivel, donde todo queda relegado a un segundo plano.

No debí hablarle como lo hice. Pero me alegra haberlo hecho porque la forma en la que me respondió fue como si necesitara escucharlo más para sí misma que para decírmelo a mí. Lo supe en cuanto sus palabras salieron de esa jodida boca desafiante que tiene.

El viaje de regreso a casa fue lo más tenso que he vivido en mi vida. Y no por el desastre que hicimos en esa habitación, sino porque esta chica no es para tomársela a la ligera. Lleva siempre un puto arma blanca atada al muslo. Y pensar en que por mi culpa regresaba sin bragas en pleno invierno de Moscú, junto con la idea de ese puñal amenzando mi vida, fue una mezcla demasiado interesante como para ignorarla. La consecuencia ha sido un puñetero lío mental que trastoca mi estabilidad.

Me paso de forma incesante la mano por el pelo una y otra vez sin ser capaz de pensar en otra cosa que no sea ella.

Vuelve a sonar el teléfono de prepago con el que mantengo el contacto con la base y a estas alturas ya no puedo ignorar más sus llamadas.

—Teniente Morgan, ¿me puede explicar la razón por la que no hemos sabido nada de usted desde hace 24 horas?

Estoy tentado de contestar a la Capitana Mery que la razón por la que no he contestado a sus llamadas es porque estuve demasiado ocupado dándole un orgasmo a su amiga, en una mansión llena de mafiosos, y poniendo en riesgo la vida de los dos. Pero nada de eso importó cuando tuve mi boca sobre la suya y mis dedos dentro de ella.

—Siento la espera Capitana. No ha sido intencionado.

—No quiero excusas. ¡Reporte lo ocurrido ya!

Con la capitana también hay demasiadas implicaciones emocionales. No puede ocultar que es la mejor amiga de Lina, junto con Coco. Y eso hace que esta misión sea una de las más complicadas en las que he estado metido en años. Tantos sentimientos mezclados en una misión no son buenos.

Cuando me encuentres (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora