XXXVIII |No WhatsApp|

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— Ven aquí, sabes que te amo. —le dice Mérida al rubio abrazándolo.

Los labios del rubio y de la pelirroja están por tocarse, cuando la puerta del balcón se abre y una Elsa confundida se encuentra allí.

— ¿Qué haces? ¡Fuera de aquí! —el rubio corre hacia la puerta, seguido de la penetrante mirada de Elsa.

— ¿Qué pasa contigo, Elsa Arendelle?

— ¿Que qué pasa conmigo? ¡DIME TÚ QUE PASA CONTIGO, MÉRIDA!

Mérida se voltea boquiabierta hacia la platinada, ésta jamás le había gritado así.

— ¿Y ahora qué te picó?

— ¿Cómo que qué me picó, Alice? Tú más que nadie lo sabes. Tú... Es que cada vez que vengo aquí estás con uno diferente y solo a pasado una semana desde que terminaste con Hiccup, empezando porque él no tiene la culpa de nada.

— Eres tan... tan irritante. ¿Por qué no me dejas hacer mi vida, eh? Con razón tus padres se suicidaron, con una hija de molesta como tú quién no.

De pronto, Mérida cae en cuenta de lo que dice, pero ya es tarde; la mano de Elsa está estampada en su mejilla izquierda. Le arde, y sabe que está roja, al igual que sabe que la tiene merecida.

— Te dejaré hacer tu vida. ¿Feliz? No te voy a molestar más.

Elsa sale del apartamento y Mérida se echa en el piso a llorar. Llora en silencio. Está enojada consigo misma. Elsa no tiene la culpa. Jack no tiene la culpa de nada. Hiccup no tiene la culpa de nada. Ella tiene la culpa de todo. Y lo sabe.

Se seca las lágrimas, y se echa hacia atrás golpeándose con una caja. Mira hacia atrás y ve la caja. Está cerrada. La echa hacia al frente suyo, está llena. Busca un cuchillo en la cocina. Mira a la puerta, está entreabierta, pero no le importa. Toma el cuchillo y le saca la cinta a la caja. Abre la caja, hay una nota, unas flores marchitas, y una carta. Toma la nota en sus manos y las lágrimas vuelven a acumularse en su rostro, pero esta vez es mero dolor.

Para mi Mery

Es lo que dice el papelito. Saca las flores, ya marchitas. Y no para de llorar. Se siente tan culpable. Toma la carta, la desdobla y ahí con la letra chueca, pero que tanto amaba, de Hiccup hay unas palabras.

Hola, Mérida.

Yo sé que es muy poquito tiempo, pero para mí es demasiado. Jamás había durado tanto con una persona, jamás alguien me había hecho sentir tan bien. Cuando te miro, siento que el corazón se me hincha en el pecho y se quiere salir. Tú me has hecho creer, por primera vez, en el amor. Y sé que lo nuestro será infinito, y solo quiero que sepas que no soy muy bueno en las relaciones. Que sé que no te haré daño, pero si en algún momento lo hago, espero que me sepas perdonar, porque lo que menos quiero es perderte, porque si me has hecho creer es porque eres la indicada, porque las cosas contigo, no se sienten con nadie más. Y yo sé, que cuando esté viejo y arrugado, sentado en la terraza de mi casa, voy a mirar a la vieja arrugada que tendré al lado y le voy a decir: Si ves, Mery, yo sabía que tú eras el amor de mi vida. Y vamos a tener muchos hijos porque la plata no nos va a alcanzar para tantos condones —Mérida se rio— Y yo sé que lo nuestro va a durar para siempre. Porque aunque el mundo entero se oponga, recuerda una cosa, ellos solo sobran. Te amo, Mérida Alice Dunbroch.

Con mucho amor, Hicki, el de la hora feliz.

Mérida se tumbo en el piso a llorar. Lloró, lloró y lloró. Se levantó del piso por un vaso de agua. Ahora sabía lo que debía hacer.




¿Y ahora? Gaver. Llamen a Elver Galarga. OkSha. Bai. t(-.-)t

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