XLIV

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Hiccup suspiró y se recostó en la pared.

¿Qué tan difícil era arreglar las cosas con ella?

Pensó en Astrid, el primer error, y causante de los demás. Se sintió tonto. Luego recordó lo que ella había hecho, la furia se le vino encima y estampó su puño a la pared.

En eso, una piedra rompió la ventana y fue a dar al sofá azul.

—¡Estas son las mañanitas que cantaba el Rey David! —gritó la inconfundible voz de la pelirroja—. ¡Ábreme, Hiccup! —otra piedra.

Él se asomó con cautela a la ventana, y la vio ahí, sin mucho qué hacer ni mucho qué decir. Una botella de vodka en la mano, y un montón de piedras a su lado.

¿En qué momento se había emborrachado tanto?

Quiso saberlo, le entró la curiosidad, pero no podía abrirle, algo no lo dejaba.

Así que así de fuerte era el orgullo.

Suspiró.

—¡HICCUP! —pidió y se oyeron sus pasos hacia la puerta—. Ábreme, por favor —susurró, pero Hiccup pudo escucharla—. No sabes cuánto lo lamento, quiero decir yo... Tú eres el amor de mi vida y yo... Lo eché a perder, ¿está bien? No, no está bien, demonios, no está bien... A ver, otra vez, Hiccup, yo...

La puerta se abrió y ella no dudó ni un segundo en tirarse encima de él.

—Te amo —susurró—. Te amo y lo siento.

—Espero que no estés diciendo esto sólo porque estás borracha.

—Tuve que emborracharme para poderte decir todo lo que siento por ti.

N/A: Momma is in the house. Voten y comenten, las amito.

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