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Metáfora

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—Sigo pensando que fue una mala idea dejarlos ir solos.

Malcolm resopló hastiado mientras continuaba dando vueltas sobre sus pasos y haciendo ademanes casi exagerados al aire, con la impávida mirada de Stevie siguiéndolo de un lado al otro sin emitir ningún sonido, y volviéndolo aún más irritable por algún motivo.

Estaban sentados en el pórtico de la casa, o al menos eso se suponía que hacían, hasta que Malcolm simplemente no pudo ignorar más su ansiedad y comenzó a farfullar sobre la situación, incapaz de contenerse.

—No, no mala, una terrible, terrible idea.

—Bueno..., ya la... conoces. Cuando se le mete... una idea... es imposible... sacársela.

—Sí, pero ¿por qué tenía que ir con él? —refunfuñó, mordiéndose impacientemente el labio inferior.

Stevie puso los ojos en blanco.

—Tú fuiste quien... se negó... a acompañarlos... cuando Maisie te... invitó.

—¡Por supuesto que sí! —replicó cruzándose de brazos— Ya es lo suficientemente malo que crea que estamos juntos. No dejaré que piense que soy un novio celoso.

—¿Aunque sí... lo seas?

¿Disculpa?

Pero Stevie lo ignoró.

—Sabes que él... es el único... con identificación —señaló—. Y ella conoce los... alrededores.

—Lo sé, lo sé. Y también sé que es algo estúpido —suspiró, sentándose por fin al pie del escalón—. Lo que me preocupa es... que todo esto salga mal.

—¿Quieres hablar... de eso ahora?

Malcolm negó con suavidad sin siquiera voltear a verlo, abrazando sus rodillas al pecho y conteniendo el nuevo suspiro en su garganta.

Como estaban completamente solos y la tarde anterior había empezado a llover con pronósticos de volver a hacerlo, Maisie había dicho que debían comprar unas cuantas cosas en caso de problemas, y a Malcolm en realidad no le había parecido una mala idea, de hecho, lo cierto era que estaba bastante de acuerdo..., hasta que se dio cuenta de que Reese y ella irían juntos a buscarlas.

Siendo completamente honesto, en esos momentos sólo había una cosa que Malcolm no quería: dejar solos a Maisie y a Reese con el tiempo y espacio suficientes para que las cosas se salieran de control.

Porque entonces él no podía dejar de pensar que todo estaba arruinado y la estupidez de seguir ese jueguito tonto no había servido de nada.

Y es que, aunque el nivel de actuación de Reese genuinamente le había sorprendido el día anterior, Malcolm seguía temiendo que se tratara sólo de un golpe de suerte...

—Stevie dice que ustedes se conocen muy bien, entonces..., ¿crees que podrías decir algo que ni Malcolm esté seguro que sepas sobre él?

Después de que empezara a llover, habían estado haciendo cualquier cosa que se les ocurriera dentro de la casa, y, honestamente, luego de no haber obtenido durante todo el día ningún comentario que les recordara lo que Reese y él en verdad estaban haciendo, Malcolm había comenzado a relajarse...

Hasta esa pregunta.

«Ay, no», Malcolm había gruñido en su cabeza al instante de escucharla, arañando casi inconscientemente entre sus dedos la alfombra sobre la que se encontraban sentados en la sala, y mordiéndose con ansiedad el centro de la boca, porque, hasta donde él creía, existían dos opciones; o Reese se quedaba en blanco y no respondía, o soltaba a andar su imaginación como un perro sin correa y acababa hundiéndolos a ambos.

Serotonina [Wilkercest]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora