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Cena

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—¿Cómo han estado las cosas por allá?

Reese la miró a través de la mesa de la cocina. La pregunta había sonado casi casual, y su madre no había dejado lo que hacía con el cuchillo ni un segundo, pero aun así resultaba extraño que Lois entablara esa clase de conversación con él.

Sólo con él.

Malcolm seguía con el bebé, y aparentemente al mismo tiempo concentrado en otra partida de algún juego de mesa que Dewey y Jamie le habían convencido para jugar junto con Piama, mientras él ayudaba a su madre en la cocina luego de que se lo pidiera sin dar lugar a un no.

En principio, a Reese francamente no le había resultado sospechoso, después de todo, tras enterarse de su talento en la cocina, cuando se encontraba de buen humor Lois tendía a dejarle preparar la mayoría de sus cenas de ocasiones especiales...

Así que, no, eso no era algo demasiado raro. Lo extraño era que, usualmente, ella le dejaba la zona libre para hacer lo que quisiera, y no precisamente tomándolo como asistente.

Sin embargo, y a pesar de su ligera y renovada conmoción por la inesperada pregunta, Reese se aclaró la garganta sin más luego de unos segundos.

—Bastante bien —respondió, pasándose la mano libre por el pelo sin saber muy bien qué más decir—. Uh... mejor de lo que creí, supongo.

—Dewey dice que tienes un empleo estable también...

Reese sonrió.

—Sí, me gusta —asintió—. Aunque no sé todavía si quiero buscar algo más. Me va muy bien ahora, y la paga es buena, pero a veces los horarios pueden volverse un poco complicados de improvisto.

—¿Complicados?

—A veces debo quedarme más tiempo, o salir durante horas —explicó—. Malcolm dice que es normal y que no le molesta, pero sé que no siempre es verdad y-

—¿Y desde cuándo te importa lo que alguien diga?

«Carajo»

Lois elevó una perfilada ceja, y eso bastó para que Reese tomara una inhalación profunda en un intento por evitar sentirse acorralado y ponerse a la defensiva.

No era algo bueno.

En definitiva, no sería algo bueno si llegaba a meter la pata ahora.

«Carajo»

La maldición escociéndole la lengua y rogando por salir acabó por hacerle apretar el mango del cuchillo entre sus dedos, y Reese tuvo que concentrarse en colocar su mejor cara de desentendimiento mientras trataba de pensar.

De realmente pensar, y no dejarse llevar por la primera idea que cruzara su atolondrada cabeza y su impulsivo carácter...

No obstante, guiado por sus inusuales nervios y su odio a sentirse intimidado, abrió la boca para responder aun cuando en realidad no tenía ni una jodida idea de qué decir... Pero entonces ella volvió a lo que hacía, relajando su expresión en una de aparente calma que sólo terminó por descolocarle un poco más, y,

—Hm... ¿quién lo diría? —murmuró irónica— Ustedes dos... en verdad han sobrevivido juntos.

Y a pesar del montón de ruido a su alrededor, de algún modo esta vez Reese no pudo evitar removerse algo incómodo sobre su lugar.

Serotonina [Wilkercest]Where stories live. Discover now