El beso de Año Nuevo

18.3K 1.6K 1.9K
                                    

Cuándo leer este extra: Al terminar la historia.

Contenido delicado: no

Cantidad aproximada de palabras: 4600

Ubicación temporal: 1 de enero de 2022 

★ Ubicación temporal: 1 de enero de 2022 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mateo

Valentino Gómez tiene una peculiar forma de dormir.

Una pierna sobre las mías, un brazo encima de los ojos, los labios entreabiertos soltando suspiros cada tanto, como si soñando la vida le costara el doble. O quizás es la resaca de todo lo que bebió anoche lo que lo hace suspirar, agotado.

O quizás es el recuerdo del beso a las doce en punto.

La sensación sigue en mi sistema, por eso considero que quizás le pesa recordarlo. Es un sentimiento un tanto abrumador.

No porque nos hayamos besado mucho o muy intenso o por demasiado tiempo, sino todo lo contrario. Fue arrebatador, inesperado y... me separé al instante y salí corriendo de la terraza de la pizzería. Por eso digo que es agotador. Es como si jamás hubiese recuperado esa respiración que perdí cuando su boca tocó la mía.

Es un tanto extraño estar aquí ahora. No he dejado de pensar en su tímido «¿te puedes quedar?» y en mi rápida y para nada pensada respuesta. Me acomodé al borde, dispuesto a quedarme sentado hasta que se quedara dormido, pero Valentino me llevó consigo en cuanto cayó rendido ante el sueño, desplomado entre las almohadas de su cama queen size.

—Mmm... Maldito sol.

Se remueve, quitándome por fin la pierna de encima. En su lugar, me abraza por la cintura. Fantástico. Mi plan de levantarme de la cama acaba de quedar más anulado que antes. Su cabello rubio con partes más oscuras y otras más claras me hace cosquillas en la barbilla. Aparto el rostro y él se acomoda tranquilamente en mi pecho, todavía más a gusto.

«Maldición. ¿Cómo terminamos aquí?»

De hecho, lo recuerdo bastante bien porque no estaba ebrio hasta el asco como otros (el chico que ahora duerme encima mío, por ejemplo).

Luego del beso y mi repentino ataque de nervios, estuve unos quince minutos en las escaleras que conectan la casa de Kevin a la terraza hasta que una de sus amigas me encontró. Estaba un tanto mareada, así que se sentó conmigo y, en lugar de dejarme buscarle una botella de agua o algo, ella me ayudó a tranquilizarme a mí. Creo que no tenía idea de quién era yo, ni yo sabía algo sobre ella, pero su sonrisa era cálida y me invitaba a hablar.

O quizás fue la necesidad de sacar de mi interior aquello que había sucedido.

Supongo que los dos estábamos un poquito borrachos y nos volvimos un poquito sinceros. Ella me habló de Lila y lo mucho que le molestaba que tuviera novia. Luego, riendo, recordó que su novia era ella y se pegó en la frente.

Extras | Tres pasos atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora