Recuerdo I

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SIGLO ANTIGUO

PALACIO REAL DE EVIGHEDEN

El palacio se encontraba vacío aquella noche. Los reyes habían dejado a todos ir temprano a petición de una pequeña princesa y así pasar la víspera de navidad con sus seres queridos.

-¿Habrá regalos para mí, papá?

Una pequeña princesa se paseaba por la sala viendo el árbol lleno de luces frente a ella. El árbol era muy grande y había sido decorado hace algunas semanas atrás por los tres, en una noche libre del monarca. Así pudo complacer el deseo de su unigénita.

El rey río, viendo a su pequeña hija inquieta. Parecía que podría caerle encima al pobre árbol en cualquier momento. Desde que aparecieron los regalos no perdía cualquier momento para acercarse a la gran sala y mirar si los regalos no se habían ido de su lugar. Cada persona que la veía haciendo aquello no podía retener la sonrisa al ver a la adorable princesa.

-Si te haz portado bien, sí.

La repuesta de su papá la hacen sorprenderse. Sus pequeños labios se tuercen, pensando. Debía hacer memorias de sus peores momentos estos años. Había hecho muchas travesuras, pero siempre había pedido disculpa después de lograr su cometido. Podía suponer que aquellas "malas" acciones habían pasado a ser cosa ddl pasado.

-Me he portado bien, papi- murmura, parpadeando repetidamente -. ¿Tú?

-Veremos si hay regalos o no para mí.

La princesa iba a hablar, pero su madre entró a la sala con un vestido blanco hermoso. Liah miró a su madre de cabeza a pies y suspiro. No podía negar la admiración que tenía por su madre.

-Mamá...

La reina la miro con una sonrisa ligera. Aquella sonrisa que siempre portaba en su rostro para cualquier momento. Era la que mantenía la paz dentro del palacio y en la vida ajetreada de su esposo y monarca.

-Dime, bonita.

-¿Mi esposa será tan bonita como tú?

Aquella frase hizo sonreír grandemente a la reina. Que su hija la considerará bonita era mucho para ella. Su esposo se lo repetía día a día, pero los niños no mentían nunca. Sabía que los años le estaban cayendo poco a poco, pero para muchos ella era el estándar de belleza del pueblo. Aún su hija de diez año lo reconocía y aquel comentario y reconocimiento lo empezaba a creer.

-No importa mucho el exterior, Liah. El interior es mucho más importante. Tal vez, sea más hermosa que yo.

La princesa se acercó a su papá con preocupación. El rey no oculto su rostro de confusión al ver a su hija de esa manera y la reina miró la interacción curiosa. Notaba como su pequeña hija era mucho más unida a su esposo y eso le alegraba un montón. Además, su hija estaba explorando todo últimamente y sabía que ambos debían estar para saciar ese cuerpecito y cerebro con hambre de información.

-¿Cómo hiciste para que se enamorará de ti, papá?

El rey rió alto. Su preocupación se fue por el caño y la risa lo inundó. Su hija era una dramática y exageraba todo. Él en serio pensó que su hija estaba preocupada. Solo quería saber el chisme. Tuvo que detener su risa y contestarle a su pequeña porque ella no entendía la razón de aquellas carcajadas

-Los Evigheden tenemos aquel dote en la sangre, hija. Ya verás cuando te toque a ti.

Dijo con orgullo. Liah entendió muy poco, pues apenas tenía diez año y no era que convivía con muchas personas. La mayoría de las veces debía investigar por su propia cuenta o preguntarle a su institutriz. Aún así, intento con todas sus fuerzas guardar aquella respuesta y descubrirla en un futuro.

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