Capítulo Cuatro

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(Canción: Still Something de Suriel Hess)

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Después del entrenamiento de hoy, lo único que quiero hacer es pedir una pizza, poner unas palomitas en el microondas y tirarme al sofá mientras veo la nueva de Star Wars.

Aunque sé, solo con una mirada de reojo a mi mejor amigo, que está sentado en el sillón opuesto al que yo estoy tumbado, que no me va a dejar cumplir mi plan.

—¿No piensas ducharte? —pregunta, levantando la mirada del móvil.

—Cuando te duches tú primero.

—Eso no va a pasar, Ryu.

—Porque tú táctica de ducharte el último funcionaba hace un par de meses, ahora ya no —me advierte, dejando el móvil a un lado y apoyando los brazos sobre las rodillas, observándome amenazante—. Dúchate.

—No pienso ir a esa dichosa fiesta.

—Y yo no pienso dejarte viendo Star Wars como un pelele, pudiéndotelo pasar bien con tus amigos.

Gruño frustrado y le lanzo un cojín que él alcanza a la primera, lanzándomelo de vuelta. Ni siquiera me molesto en cogerlo y acaba estampándose contra el respaldo del sofá antes de caer sobre mí.

Veo de reojo que se levanta del sillón y se marcha hacia su habitación, silbando una melodía. Al marcharse, el silencio invade cada rincón del salón y cierro los ojos, disfrutando de la ausencia del sonido por primera vez en días.

A pesar de que dicho disfrute, desgraciadamente, termine antes de lo que me gustaría.

—¿Sabes quién viene también? —pregunta desde su habitación.

—¡No me importa!

—¡Mentiroso! —responde de vuelta, en medio de una carcajada.

Bufo algo, molesto que ni yo mismo comprendo y me aparto el cojín de encima antes de levantarme y caminar hasta su habitación, abriendo la puerta sin llamar antes. Javi se mete en el baño y yo me dejo caer sobre su cama, observando aburrido la ropa que se va a poner y que ha dejado hecha una bola a mi lado.

—¿Camisa? ¿En serio? —pregunto, cogiendo la camisa con los dedos, fingiendo que vomito—. Vas a una fiesta, no a una comunión.

Escucho que el agua se para.

Vamos —enfatiza.

—Yo no voy, pero mucho menos con esa camisa —le advierto, haciendo ruiditos de vómitos.

—¿Es mejor una camiseta negra? —ironiza.

—Mil veces mejor.

La puerta del baño se abre, apareciendo Javi con una toalla alrededor de la cadera, con el pelo apelmazado por el agua. Se pasa una toalla por el pelo mojado, antes de sacudir la cabeza un par de veces, lanzándomela a la cara cuando la deja de usar.

—¿Qué me pongo entonces?

—No una camisa, eso seguro.

—¿Un polo? —cuestiona, sonriendo divertido.

—¿Vamos a jugar al golf y yo no he enterado?

—Al pádel —refunfuña, irritado—. Eres insufrible.

—Pero tengo buen gusto —refuto, aguantándome como puedo la carcajada que amenaza con escaparse—. No como otros.

Javi me hace el corte de manga y abre su armario, sacando la primera camiseta que encuentra. Es una de color verde oscuro con el logo de la marca en la zona superior del pecho. Se la pasa por la cabeza, dejando varias gotas alrededor del cuello de la camiseta porque sigue con el pelo mojado.

Inesperadamente tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora