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Cuando Mina abrió los ojos, sabía perfectamente dónde estaba.

El hospital.

Sabía que la estaban alimentando por las vías y sabía que Nayeon la había traído. Se quedó quieta en su lugar, llorando en silencio.

— Debía hacerlo, Mina. — había dicho Nayeon con calma. — No podías seguir así, te hubiera perdido.

Mina la miró. Nayeon estaba destrozada. No sólo había jodido su cuerpo, también había jodido a Nayeon. Había lastimado a la mujer que no se rindió nunca con ella, la mujer que se quedó a su lado y la amó incluso cuando ni ella se amaba.

La japonesa sonrió a penas. — Está bien, amor.

Nayeon se sentó en la silla a su lado, tomó su mano lentamente y la acarició con cariño.

— Lo lamento tanto. — murmuró Mina.

Pero Nayeon negó. — Estabas muy enferma, Mina. Comprendo bien que fue difícil para tí también.

Se tomó un momento para verla. Sus ojos hundidos al igual que sus mejillas, sus clavículas casi saliéndose, sus brazos como dos palos finos... Todo su cuerpo hecho un desastre.

— ¿Qué hay para almorzar? — preguntó la japonesa. Nayeon la miró a los ojos. — Tengo hambre.

Nayeon sonrió. — ¿Qué quieres comer?

— Lo que sea, no importa.

— Bien, come lo que sea, Mina.

beautiful • minayeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora