¡ ocho !

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Sus manos desataron la corbata de Minho mientras éste lo empujaba hacia el sofá, con sus brazos rodeándole la cintura. Una risita escapó de sus labios cuando tropezaron con la alfombra, pero aun así continuaron besándose hasta que Jeongin estuvo recostado en el sofá con el otro sobre él.

Esa noche decidieron pasarla en el departamento del azabache, quien había insistido en invitarlo a ver unas películas, comer unas cuantas chucherías y darse mimos cada vez que les plazca, pero apenas habían cerrado la puerta del pequeño lugar y ya tenían las manos puestas sobre el otro.

Jeongin lanzó la corbata del mayor al suelo y éste se arrodilló en el sofá para quitar su camisa, sin importar que se volaran unos cuantos botones. Las manos del menor se posaron en su abdomen, y entonces se volvieron a besar, perdiéndose en los labios del otro.

Cuando menos lo pensaron, Yang apretaba sus piernas alrededor de las caderas adversas, gimiendo en voz alta mientras Minho entraba y salía con rudeza de su interior, lastimándole la prostata hasta hacerlo delirar por el placer. El de hoyuelos enterró sus uñas en la espalda del mayor y recibió gustoso el beso que éste le ofrecía, robándole la respiración y tragando el gemido que escapó de sus labios.

Su cuerpo se estremeció por el orgasmo mientras Lee continuaba moviéndose en busca de su propio placer, besando y mordiendo la piel de su cuello. El enorme cuerpo del castaño tembló ligeramente sobre él, y el líquido caliente en su interior lo hizo gemir de gusto, disfrutando de la sensación explosiva de Minho en su vientre.

El mayor lo besuqueó por todo el rostro, mientras su cuerpo tembloroso se recuperaba del orgasmo, y en unos cuantos minutos más, se encontraban acurrucados en el diminuto sofá, compartiendo besos y pequeñas conversaciones tontas que los tenían adormilados y muy cálidos.

— ¿Qué me hiciste, bonito? —murmuró Minho con sus ojos apretados, disfrutando de los besitos mariposa que Jeongin repartía en su mandíbula.

El pelinegro levantó su rostro, observándolo curioso, con sus ojos pestañeantes mientras Minho clavaba sus castaños ojos en él.

— Se siente tan bien, pero duele —dijo Lee.

Jeongin se preocupó, ¿había sido rudo con sus uñas?

— ¿Te lastimé? Lo siento, debo emocionarme menos la proxima vez.

El mayor negó, riendo suavemente.— Bonito, tú me gustas —declaró, sin perderse la sorpresa en los ojos de zorrito del menor—. Haces que esto que tenemos se sienta distinto, haces que mi corazón se sienta cómodo contigo. Me gustas tú, no por tu cuerpo o por lo que haces conmigo. Eres sólo tú, tu presencia me pone tonto. Me siento como en las nubes cuando estoy contigo.

Jeongin apoyó su mejilla en el pecho de Minho, con una bonita sonrisa en sus labios, mientras sentía las caricias del contrario en su cabello.

— Tú también me gustas —se encontró murmurando, apretando sus brazos alrededor del castaño—, y siento que te quiero.

Lee se tensó, pero antes de que el menor pudiera pensar algo erróneo, haló al menor sobre él y lo abrazó, disfrutando la sensación del contacto de sus pechos desnudos, albergando a sus corazones acelerados.

Más tarde, luego de tomar una ducha juntos, estaban acurrucados en la cama, cubiertos por el pijama y un edredón calientito, compartiendo besos mientras veían una película en la computadora del azabache.

Completamente satisfechos con el ambiente que los rodeaba.

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