¡ nueve !

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— Oh, ¿Minhonnie-hyung?

Minho sonrió cuando Seungmin lo recibió en la puerta del departamento de Jeongin. El chico lo miró curioso, pero aun así lo dejó pasar hacia la sala del lugar, donde estaban un centenar de materiales de pintura que, suponía, pertenecían al pequeño novio de Chan.

— ¿Jeongin está por aquí?

Habían sido algunos días desde la última vez que se habían visto, porque entonces proyectos, tareas y exámenes finales habían aparecido para joderle sus encuentros con Yang. Se habían mantenido en contacto mediante mensajes, pero ese día su bonito chico no le había respondido ninguno, y pensó que sería bueno ir buscarlo a su casa luego de salir del trabajo.

Y allí estaba, preguntándole a Seungmin por el chico dueño de sus sueños y fantasías, y por supuesto, de su corazón.

— Está en su habitación, ha estado metido allí durante todo el día, haciendo una tarea de no sé qué pero ya lo he escuchado llorar como tres veces —respondió Seungmin, con una mueca—. Está estresado, pobre.

Minho esperó pacientemente hasta que Seungmin salió del departamento, pidiéndole que lo despidiera de Jeongin porque no quería interrumpirlo en su trabajo.

Y cuando Kim salió, él se dirigió a la habitación de su chico, abriendo la puerta despacio para no hacer ruidos y alertar a Jeongin de su presencia. El menor estaba frente a su escritorio, con sus ojos protegidos por unos lentes de lectura y clavados en la pantalla de su computadora, llevaba puesto un pijama y su cabello estaba completamente desordenado, tenía rastros de lágrimas en sus mejillas y su nariz estaba roja. Sin contar que la habitación estaba hecha un desastre, con hojas esparcidas por el suelo y libros regados en la cama.

— Hey, bonito —llamó, acercándose al chico, quien se sobresaltó antes de mirarlo con un puchero en sus labios—. ¿Qué pasó?

Pero el menor no respondió, soltándose a llorar mientras Minho se acercaba y lo acurrucaba en sus brazos.

Por lo que pudo entender, el chico había estado haciendo una tarea desde que se despertó, y era tan pesada que ya no podía hacer nada más que ponerse a llorar por el estrés.

— Necesitas descansar. Vamos para que tomes un baño y duermas un rato, ¿está bien? —pidió, pero el chico negó, limpiando su rostro para separarse de su abrazo.

— Tengo que terminar, sólo puedo presentarla hasta mañana y aún me falta demasiado —dijo, queriendo alejarse de Lee, pero el mayor no se lo permitió.

— Primero vamos a despejar la mente un poco. Irás a tomar un baño y vendrás aquí para tomar una siesta juntos. Y no quiero un no por respuesta —Jeongin intentó decir algo, pero la mirada de Minho no le dejó, terminando por obedecer.

Se quitó su saco y lo dejó colgado en una silla, y luego decidió recoger un poco el desorden de la habitación. Para cuando Jeongin salió del baño, con un pijama limpio y una toalla alrededor de sus hombros, Minho ya lo esperaba sentado en la cama, completamente cómodo sin su camisa. El menor no dudó en lanzarse a su regazo, escondiendo su rostro en el cuello del mayor.

— Ahora vamos a tomar una siesta —el menor intentó negarse, de nuevo, pero los labios del castaño no se lo permitieron—, sin peros.

Yang obedeció, y cuando estuvo acurrucado contra el pecho del mayor, sólo fueron necesarios unos cuantos segundos para que se perdiera en el mundo de los sueños. Por ello, no notó cuando Minho se levantó y se acercó al escritorio para revisar lo que tanto dolor de cabeza le había causado a su bonito.

Sonrió despacio. 

— Pan comido.

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