11. Who cares about me?

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Who cares about me?

"¿Quién se preocupa por mí?... ¿quién me ama? -el dolor en su voz, fue lo que me hizo darme cuenta de los errores que había cometido y las penas que le había infligido"

AU del episodio 10 temporada 4: War.

Notas: Dolor, mucho dolor.

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Parada en la ventana de una de las salas de estar de su apartamento en el Palacio de Kensington, Diana vio como el Aston Martin de Charles entraba y lo vio bajarse del auto, abotonarse la chaqueta, para después comenzar la marcha hacia donde estaba ella. Suspiró fuertemente. Se alejó de la ventana, y esperó, pacientemente, parada en el medio de la habitación, mientras él llegaba. A diferencia de otras ocasiones, él mismo abrió la puerta y entró sin ningún tipo de compañía.

Ella le agradeció la visita y de forma poco sutil le restregó el éxito de su primer viaje en solitario. Incluso, en una estrategia poco inteligente, le instó a disculparse por haber desconfiado de ella. Él sonrió y le dijo descaradamente que estaba contento de que ella hubiera regresado sin haber hecho mucho desastre, y tuvo el descaro de decirle que sus hijos la necesitaban.

-Nuestros hijos –le corrigió ella.

Entonces él habló de egoísmos, vulgaridad y alardeos. Con un matiz de celos le habló de su calculada estrategia para cubrirse de gloria. Ella nunca había estado tan enfadada con él, Charles apenas la conocía, porque si la hubiera conocido hubiera sabido que su último objetivo era la gloria, que los demás siempre habían estado primero, que los titulares y los paparazzi eran cosas indeseadas, lejos de la paz y tranquilidad que ella hubiera deseado en su vida.

-Apenas puedes abrazar a los tuyos –le respondió ella cuando él había intentado criticarla sobre los abrazos que había dado en Nueva York.

A continuación, Charles no midió bien sus palabras, y al segundo estuvo arrepentido de haberlas pronunciado.

-¡Yo abrazo a quien quiero! ¡Yo abrazo a quien amo! –le dijo él. Ella sabía claramente a quien se refería pero aun así ella preguntó.

-¿A quién te refieres?

-A Camilla. –ese nombre siempre había sido un tabú en Kensington, su mención provocaba un estallido en Diana, algo que le resultaba imposible controlar. Diana no era persona de albergar odios hacia los demás, pero Camilla había logrado lo que su madrastra no pudo.

-¿Por qué tendría ella que importarme? –le preguntó a Charles, alterada y dolida.

-Porque a mi si me importa –le gritó él– Mañana, tarde y noche. Ella es mi prioridad. Le haces y si le haces daño me dañas a mí.

Por momentos, Diana pensaba que la desfachatez y el descaro de Charles no tenían límites, y en esos momentos ella acababa de comprobarlo. Nunca había estado ciega ante las afecciones de su marido hacia la Sra. Parker-Bowles, pero el hecho de que él hubiera se lo dijera frente a frente había dolido, mucho más que cualquier herida física.

Mientras Charles se retiraba, ella se derrumbó en el sofá. Y en voz baja y lastimada, pero aún audible, ella hizo la pregunta que llevaba años atorada en su garganta.

-¿Quién se preocupa por mí?... ¿quién me ama? -el dolor en su voz, la expresión de su rostro y las lágrimas que amenazaban con brotar fueron suficientes para que Charles se detuviera, la mirara detenidamente y se diera cuenta de los errores que había cometido y las penas que le había infligido.

Allí, sentada en el sofá, visiblemente rota, Diana no parecía la mujer madura que lo había enfrentado, se asemejaba más a la adolescente con la que se había casado y por la que había llegado a albergar algo más que amor. Quiso irse, dar media vuelta y olvidar que la había visto así, pero no pudo, al final, ella era su caída, su punto débil, la única mujer por la que de verdad había sentido algo. Sabía que sus palabras la habían dañado, aunque no fueran ni por asomo verdad, le había dolido, incluso él se había sentido herido con esas palabras. Camilla había sido su primer amor, y durante mucho tiempo creyó que era su verdadero amor. Pero el primer amor y el verdadero amor no son, en muchas ocasiones, la misma persona.
Durante todo su matrimonio había intentado empujar en Diana con expresiones frías o infidelidades continuas, siempre la había considerado demasiado buena para él, sabía que nunca podría entregarse por completo, que jamás podría desvelar su verdadero yo, y tenía miedo de asustarla, de que ella saliera herida. Y al final ella había salido herida, por su culpa, porque mientras él intentaba alejarla ella se aferraba a él.

Se acercó a ella, y se sentó a su lado en el sofá. La atrajo hacia él, ella no puso ninguna resistencia, puso su cabeza en su hombro y acarició sus cabellos dorados, y ambos lloraron, como niños. En medio del llanto, la tensión se rompió con un beso, y al final terminaron en la cama.

A la mañana siguiente, mientras él intentaba escabullirse como un cobarde, ella lo aguantó de un brazo y le pidió que no, que no se fuera. Poco después, William y Harry aparecieron, gritando y corriendo, y estuvieron encantados de por un simple momento, ser nuevamente una familia. Charles se quedó el resto del día, ella lo vio correr detrás de sus hijos, albergó para sí misma estos momentos, era una burbuja, y como todas, esta también explotaría.

Cuando los niños fueron a su siesta, un silencio incómodo se instaló en el comedor. Charles estaba demasiado avergonzado para hablar de lo que había ocurrido ayer, y ella dio el primer paso.

-Yo… yo quisiera hablarte de ayer –quiso continuar pero él la detuvo, estaba a su lado, arrodillado, suplicando, con lágrimas en el ojos, y en esa posición, él le contó todo, de las mentiras y verdades, de sus sentimientos ocultos.

-Siempre fuiste demasiado buena para mí –le dijo– Y el hecho de que estés dispuesta a perdonarme lo demuestra. No te merezco, no merezco la familia que tengo, los dos hijos maravillosos que me has dado. No merezco ni siguiera el hecho de que me mires. Te he dañado de formas inimaginables, y tú siempre me perdonas.

Diana se arrodilló ante él, y lo besó. –No digas eso. Te mereces esto y muchos más. Te quiero como eres, incompleto, imperfecto, no quiero a un príncipe encantador o a un caballero de brillante armadura, quiero al Charles tímido, gracioso y sarcástico que conocí, al Charles que está dispuesta a dar cualquier cosa por hacerme feliz, quiero al Charles incomprendido y dispuesto a criticar a todo el mundo, quiero al Charles intelectual y filósofo, quiero a mi esposo y al padre de mis hijos, no una fantasía inventada, ni sueños distópicos, no quiero que esta historia sea un Romeo y Julieta, prefiero que sea nuestra historia.

Él sonrió y las lágrimas continuaron rodando por sus mejillas. De a poco, sus bocas se acercaron y se unieron en un beso suave y melancólico, dulce y apasionado. Un beso de reconciliación que contenía en sí promesas no dichas, pero que sí serían cumplidas. Aquel fue un beso, en honor a aquellos que habían dado su vida por el amor. Un beso que trascendería el tiempo y el espacio. Frente al fuego de la chimenea, arrodillados y con aquellas palabras y perdones se había forjado con fuego el amor más grande de la historia. El futuro de la Familia Real Británica. 

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Dolor, mucho dolor pero con final feliz.

Para los que no lo sabían, he actualizado la parte inicial. Tienen la posibilidad de sugerir nuevas ideas, solo quedan 19, aprovechen. Última vez que lo digo, siempre me ignoran.

Au revoir, fanáticos de este raro y sobrevalorado ship. Me encantaría encontrar más historias sobre ellos. Son escasas, tanto aquí como en Ao3.

Forever (One-Shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora