Capítulo 4

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Advertencia: Esta historia NO ES MÍA, es una adaptación del libro Dulce Venganza Griega de ANDIE BROCK, por lo tanto todos los derechos de la historia son para ella, al igual que los personajes de Masashi Kishimoto usados en esta adaptación, ahora si disfruten de su lectura.


Sasuke miró a Sakura, inmóvil, horrorizado. No podía ser verdad. No era posible que tuviese un hijo.

Aunque en el fondo sabía que sí. Habían tenido sexo... sin protección. Lo recordaba perfectamente. Intentó controlar sus emociones y pensar. Sakura era una manipuladora, eso ya lo sabía. ¿Cómo podía estar seguro de que no se estaba inventando aquello? Tal vez ni siquiera tuviese una hija, o que la tuviese, pero que no fuese suya.

Pero la creyese o no, el gesto del rostro de Sakura lo decía todo.

Parecía sentirse mal, estaba muy pálida.

–Siéntate –le dijo él, acercándole una silla de metal antes de que se cayese–. A ver si lo he entendido bien. ¿Has dicho que tengo una hija?

–Sí.

–¿Y me lo dices ahora?

–Estabas en la cárcel, Sasuke.

–Eso ya lo sé –rugió él, furioso–, pero ese no es motivo para no contarme que era padre.

–Pensé que era mejor esperar... hasta que estuvieses en libertad.

–¿Ah, sí? –replicó él en tono sarcástico–. ¿Mejor para quién exactamente?

Sakura agachó la cabeza.

–¿Y quién más lo sabe? ¿Tu familia? ¿Kizashi...?

–No, no se lo conté. No se lo he contado a nadie.

Él esperó que fuese verdad, por el bien de Sakura.

–¿Y cómo se llama, esa hija mía?

–Sara.

–¿Sara?

–De Sarada.

–¿Y ahora mismo dónde está?

–En casa, en Inglaterra.

–¿Y sabe de mi existencia?

Sasuke fue haciendo las preguntas que se le iban ocurriendo, sin pensar en la reacción de Sakura.

–Le he contado que vives en otro país. Muy lejos.

–Pues eso habrá que solucionarlo, ¿no?

Sasuke se pasó una mano por el pelo y clavó la vista en el agua turquesa de la piscina antes de volver a mirar a Sakura, que seguía con la cabeza agachada.

Acababa de tomar una decisión.

–Quiero verla. Lo antes posible. Quiero traer aquí a mi hija, inmediatamente.

–¿Qué?

–Puedo hacerla venir en mi avión privado –dijo él, mirándose el reloj–. Podría llegar esta misma noche.

–¿Esta noche? No esperarás que vaya a Inglaterra, recoja a Sarada y la traiga de vuelta, ¿no?

–No. Tú no vas a ir a ninguna parte, te vas a quedar aquí hasta que me traigan a la niña sana y salva.

–¡No seas ridículo! –gritó ella, alarmada–. Sarada tiene cuatro años. No puede viajar sola.

–Mi personal se encargará de ella.

–¡No! ¡No lo permitiré!

–No te estoy pidiendo permiso, Sakura –le informó él–. Me he perdido cuatro años y medio de mi hija y no voy a perderme más.

Dulce Venganza GriegaWhere stories live. Discover now