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°•☆•°

A Crowley le gustaría tener un auto. Pero antes quería tener una casa propia, y para eso debía tener un lugar donde vivir. No sabía si quedarse en Los Ángeles donde tenía a Chloe, Trixie y a su estúpido pero millonario jefe Estrella De La Mañana. Y sí, estaba indeciso sobre eso porque algo le decía que Londres es donde podría permanecer o algo así. Quizás ni siquiera se trataba de Londres.

Crowley ayudó a Aziraphale a bajar del taxi para luego cerrar la puerta, Aziraphale agradeció por él al conductor, y una gota cayó sobre ellos.

- Al parecer si va a llover - Crowley miró el cielo -. Vamos adentro, ángel, no quiero que te mojes.

Aziraphale lo siguió ciertamente emocionado, al contrario de Crowley quien parecía tener una actitud segura y desinteresada a la vez. En realidad moría de nervios en el fondo.

Tomaron el elevador donde Aziraphale se vio inquieto.

- ¿Estás bien? - Crowley lo miró con sus lentes oscuros.

Aziraphale soltó aire.

- Me dan miedo los elevadores, no hay razón, simplemente... uh... Gabriel una vez me puso una película en terror cuando éramos niños y me quedé con el pánico.

- ¿Qué edad tenías?

- 12 años...

Crowley sonrió ladino.

- Por favor, no te burles... - Suplicó Aziraphale.

- No, no, no es burla, descuida. Pero mantente tranquilo, es poco probable que algo malo pase en un ascensor. Hasta ahora no ha habido ninguna falla ni alguno en desmante...!!

La luz se esfumó y un retumbar los hizo sobresaltarse, Crowley se aferró al fierro frente al espejo y Aziraphale se aferró al brazo de Crowley.

- Oh... - Soltó Crowley - Supongo que para todo hay una primera vez.

- ¡Ay, no es momento de bromas, Crowley!

- Relájate, ángel, que esto pase no significa que nos vayamos a morir. Déjame buscar el botón de emergencia.

- Ay, Dios, ay Dios, ay Dios... - Se aferró con más fuerza a Crowley cuando este se movió despacio hacia los botones.

A Aziraphale no le gustaba el sonido que hacia el elevador ante sus pasos moviéndose. Y la oscuridad comenzaba a abrumarlo, hasta donde él sabe ni siquiera es claustrofóbico pero no puede evitar sentir ganas de gritar en cualquier momento.

- Oye... - Oyó la voz de Crowley bastante suave como para ser de él - estoy aquí, ¿sí? No te preocupes... - Deslizó su brazo por las manos de Aziraphale hasta tomar una de sus manos con delicadeza, entrelazando sus dedos con los del albino.

Esta acción provocó en Aziraphale más calma, tomando con confianza la mano de Crowley, sujetando con su otra mano su muñeca.

- Si no estuvieras probablemente me hubiese muerto...

- No digas tonterías, Aziraphale, de seguro hubieses tomado las escaleras.

Mon Ange, Sauve MoiWhere stories live. Discover now