1. Mike

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Nunca era un buen día para existir, si le preguntaban a Valka. Todas las mañanas, se levantaba con ganas de no haberse levantado, se comía algo a regañadientes, luchando contra el asco e intentaba cepillarse el cabello hasta que se viera más o menos aceptable.

Ya con su nuevo uniforme de Alba Dorada puesto, del tradicional blanco, negro y amarillo de siempre, Valka se sentía como un power ranger de bajo presupuesto. No había pasado ni un mes desde el asedio a La Ciudad y, aunque muchos seguían traumatizados, ella se encontraba dentro de los "normales", si normal podía considerársele a una chica con problemas alimenticios, conductas medianamente autodestructivas y, quizás, autista.

Se colgó el comunicador al cinturón: de repente, se vio al espejo por una fracción de segundo, pero apartó la mirada enseguida: se veía patética con esa cosa puesta. Quizá es porque se veía demasiado pequeña en comparación con otros agentes.

"Bueno, ni modo", pensó Valka. Podría compadecerse de sí misma camino al trabajo.

Salió de su dormitorio, uno más de entre tantos que había en Base Uno, en La Ciudad. Valka había escapado de casa en cuanto pudo, llevándose tan solo algunas mudas de ropa y objetos de valor económico o sentimental en un rápido escape de medianoche.

La semana pasada, habían rescatado a una chica que perteneció a Alba Dorada en alguna generación anterior. Ahora, que afortunadamente las cosas estaban más calmadas para el equipo, Valka casi estaba deseando detener a otro tratante de personas, noquear a alguna traidora a la organización o algo por el estilo.

Lo único que recibió esa mañana fue un mensaje.

Lizzy casi nunca le escribía. Su amistad, si es que alguna vez existió, era agua pasada. Lizzy era egocéntrica, solía denigrar y hacer sentir mal a sus amigas, creyéndose el centro de atención o algo por el estilo, como la personaje principal de alguna historia que alucinaba en su cabeza. Además, estaba el asunto con Mike.

Valka aún no se perdonaba por ello.

Era joven. Una puberta en desarrollo, para ser exacta. No tenía ni quince años y ya había pasado por cosas que no debería haber sufrido. Ella creía ser novia de Mike. Pasaban tiempo juntos y él, había que decirlo, tenía una personalidad magnética. No era realmente agradable, pero por algún motivo, tendía a llamar la atención de la gente a su alrededor. Difícilmente estaba solo.

Manipulador.

Valka era "la otra", "la amante" de Mike. Dos chicas que se las daban de reinas de la escuela la humillaron horriblemente ese día, frente a todos. Valka no sabía que ella era la otra y, cuando vio a la novia "oficial" de Mike, llorando, comprendió que, pese a que las reinas de la escuela la maltrataban tanto como a ella, lo tomaron de excusa para propinarle una golpiza equiparable a la de la mara, a escala de una chica de catorce en una escuela secundaria.

No vino ningún prefecto a detenerlas. Nadie del aula metió las manos. Lizzy estaba viendo. Tampoco hizo nada. De algún modo, Valka sintió cierta satisfacción mientras la golpeaban. "Probablemente me lo merezco", se dijo a sí misma, en un pensamiento masoquista que pocas veces antes había experimentado.

Cuando por fin la dejaron, hecha un asco, pudo irse con Lizzy (y Mike). Ahí, en el parque afuera de la escuela, a la sombra de un árbol, con ella llorando todavía, deshecha y con la necesidad de que alguien le dijera que todo iba a estar bien.

Eso no ocurrió.

Peor aún, Mike y Lizzy comenzaron a besarse ahí, a un lado de ella. Su "novio" y su mejor amiga, junto a ella.

Un horror.

Valka sacudió la cabeza. El fantasma de ese recuerdo, uno de los más horribles que tenía, aún la acechaba por las noches, pero era más o menos tolerable cuando se entretenía con otras cosas (si conseguía hacerlo). A decir verdad, era difícil no pensar en ello al menos una vez cada semana, como mucho.

Pero la vida seguía. Valka abrió el mensaje de Lizzy y, de inmediato, sintió venir la migraña a ella. Era un mensaje algo largo, y ponía:

"Mike intentó suicidarse ayer. Lo encontraron a punto de colgarse en su cuarto y tenía una carta de suicidio en la mesita junto a su cama, pero en ella te mencionaba a ti. Es más, tú eras la razón por la que quiso matarse, dice que todavía te ama y que te extraña aunque no quieras saber nada más de él", ponía el texto. Además, venía adjunta una fotografía, donde una mano, probablemente la de Lizzy, sujetaba la carta de suicidio de Mike.

— Malnacido - Murmuró Valka - Años de esto y...

Bajó a la cocina, mordió una manzana verde que estaba en el frutero y, tras eso, la colocó en la mesa: frente a ella, picando fruta, estaba Jonah, uno de sus viejos amigos de secundaria (y miembro de Alba Dorada, también).

— Sigo sin creer que tus padres crean que entras a trabajar a las seis de la mañana - Se burló Valka.

— Ellos ven los cheques de pago, así que no hay problema mientras no vuelva golpeado o demasiado tarde - Se encogió de hombros el chico - ¿Ya tienes asignación para hoy? - Preguntó Jonah, intentando seguirle la conversación.

— No exactamente - Balbuceó Valka - De hecho, me encantaría pedirte un favor.

Jonah volteó a verla. Si bien era cierto que Val no había pedido ningún favor ni excepción a las reglas desde que trabajaban ahí, Jonah se preguntó qué cosa no tan lícita iba a pedirle su compañera, así que lo dudó un poco, pero accedió a escucharla, cuando menos.

— ¿Qué necesitas?

— ¿Puedes darme una semana sin asignaciones? Tengo que resolver un asunto algo personal y, ya sabes, quisiera hacerlo sin Alba Dorada.

Jonah asintió con la cabeza. Entendía lo que aquello significaba, pero no quiso acribillarla con preguntas.

El primer paso era contarle a sus amigas.

En casa de Amelia, siempre había perritos

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En casa de Amelia, siempre había perritos. Cinco chihuahuas, todos negros, algunos más gordos que otros, atestaban los sillones de la sala. Valka y Candy habían acudido tan pronto como la primera les pidió ayuda. Frente a ellas se encontraba Amelia, recostada con un chihuahua flacucho y cabezón acurrucado sobre su pecho.

— Entonces, si entendí... tu exnovio idiota de secundaria quiso matarse y te culpa a ti de su depresión cuando en realidad quien te hizo cagada es él y además aunque parezca un idiota en realidad es bastante listo.

— Mañoso - Corrigió Valka.

— Eso - Continuó Amelia - Y necesitarás algo de ayuda para averiguar qué carajo pasa ahí, ¿cierto?

Valka asintió. Se sentía un poco mal pidiéndole estos favores a sus amigas, pero en el fondo, sabía que no podría con todo esto sola. Antes no había podido: ahora difícilmente sería la excepción. Mike podría haber fingido todo ese treatrito respecto a matarse con tal de llamar la atención sobre Valka. El bastardo era narcisista y ególatra, apreciaba demasiado su propia vida como para atentar contra ella.

Además, y muy importante, Lizzy se había enterado. ¿Cómo es que lo supo incluso antes que ella?

La respuesta, al menos para Valka, estaba más que clara. Lizzy y Mike aún se hablaban. Eso no tenía nada de malo, excepto por el hecho de que Lizzy juraba ser amiga de Valka, pese a tratarla mal, infantilizar su imagen a ojos ajenos y hablar mal de ella a sus espaldas.

Vale, quizá no eran tan amigas, pero aquí lo importante es que seguía en contacto con Mike.

Era un buen punto para empezar a indagar.

Fata MorganaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora