Capítulo 3

286 34 18
                                    

- Déjalo ahí tirado. - Escuché con eco, sentí como me echaron al suelo frío y mojado de la calle después de estar, no sé cuanto tiempo con la tortura. 

- Nos volveremos a ver, perro. - Susurró el hombre, traté de levantarme pero recibí una patada en el estómago, haciendo que me volviera a caer hacia atrás con un quejido de dolor. 

Me dolía todo el cuerpo, no podía abrir los ojos y me dolían los pulmones de luchar contra el ahogo. 

Tenía frío. Hacía frío. 

Me tumbé en la cama después de dejar a los dos borrachos en la sede. Ellos deciden vivir allí.

Acordándome de aquel chico que antes me iluminaba la vida entera y ahora tengo incapacidad para sentir algo por cualquier persona.

Nunca le voy a reprocharle algo a mi padre. Al final la mafia ha sido un favor, aunque muchos no lo vean así. Nunca me obligó a hacer algo que no me gustara, dándome completa libertad en todo.

Pero para estas cosas tienes que estar hecho de material duro. No vale tener debilidades, ni mucho menos sentimientos ni emociones.

¿Felicidad? Te la quitan, así que mejor no sentirla.

- ¿Estás bien? - Me preguntó mi padre pasándome el algodón con desinfectante para las heridas que me hicieron en aquella tortura.

- Perfectamente. - Murmuré mientras Jota volvía con el botiquín, una aguja para coserme la herida, nada dolía.

Me cosió la herida de la mejilla sin nada de complicaciones, aplicandome hielo.

- ¿Qué te han hecho? - Me susurró el hombre con pena en la voz, le miré a los ojos azules.

- Unas preguntas. - Murmuré, suspiró mirándome las costillas ahora.

- Debes de tener una rota.. no puede ser de otra manera.. Por Dios Horacio te debes de estar muriendo de dolor.. - Su voz salía entrecortada, siempre fue un chico sensible.

- Estoy bien. ¿Puedo descansar?

- Si anda.. dúchate con cuidado antes.. vas a pillar algo así.. 

- De acuerdo.. - Murmuré, descansó la mano en mi pelo, le miré. - Gracias Jota..

- Nada chiquitín..  - Murmuró yéndose de mi habitación.

A la mañana siguiente todo fue como siempre, hasta las cinco de la tarde.

Necesitábamos un pendrive importante, este se encontraba en una joyería en concreto. Así que, nos pusimos las máscaras y fuimos al lío.

Como siempre, el Cejas, Carlo, el Golondrina y yo.

- Buenas tardes caballeros. - Escuché su voz, intenté no sonreír bajo la máscara. No pude negociar yo, pero simplemente me quedé mirándolo.

Sus manos descansaban en su cinturón, donde tenía el arma, llevaba una gorra del FBI, aún así se le veía el pelo grisáceo peinado hacia atrás. Llevaba un uniforme con camisa blanca y chaleco azul con letras amarillas.

- ¿Qué quieren? - Dijo intentando negociar, negoció el Golondrina, metiéndome al final de la tienda en busca del pendrive que necesitábamos.

- ¿Tú crees que es bueno en persecuciones? - Me susurró el Cejas, le sonreí negando con la cabeza.

El otro lado. (Volkacio AU).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora