LA LLAMADA

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ROSANA

—¿Tanto extrañas mi voz?

Escucho su risa detrás del teléfono cuando respondo.

—Necesitaba escuchar tus gemidos en lugar de solo imaginarlos.

—No me sorprendería que te estuvieras masturbando.

Le sigo la broma, puedo escucharlo reír nuevamente, su risa es algo vibrante que me recorre todo el cuerpo y me contagia.

—Con esa imagen de tus tetas ¿me culparías?

—Idiota.

Mario vuelve a reírse, se queda callado y lo escucho acomodarse por el murmullo de sus ropas, hay música de fondo de su lado del teléfono también.

—¿Dónde has estado?

Su pregunta es casi seria, yo me reacomodo el suéter para cubrirme del frío.

—¿Toda la semana o ahora?

—Ambas —susurra, puedo verlo entornar los ojos, como cuando siempre respondo su pregunta con otra.

—Fue una semana dura de trabajo, pero las chicas y yo decidimos pasar el fin de semana en Valle de Bravo, Lilian consiguió una exposición por aquí y nos trajo a la aventura.

—Eso explica porque tu negocio esta cerrado.

—¿Me espías?

Mario bufa.

—Creo que tienes una intensa fantasía sobre un hombre espiándote, Rosita.

Me río rodando los ojos, como si él pudiera verme.

—No la tendría, si tú no aparecieras a cada segundo del día en el momento exacto en que estoy intentando hacer alguna travesura.

—Explícame tus travesuras detalladamente —murmura con su tono coqueto, siento el calor en mis mejillas, ahora la que bufa soy yo—. Solo me preocupé porque, realmente hace mucho que no te veo y cuando tuve tiempo suficiente para darme una vuelta por la librería estaba cerrado.

—Suena como si me extrañases.

Suelto rápidamente, me muerdo la lengua enseguida, ambos nos quedamos callados, creo que acabo de cagarla así que cierro los ojos.

—Ciertamente, no podría mentir.

Sonrió casi soltando el aire de mis pulmones de mareada exagerada, alzo la mirada lo suficiente y encuentro el cielo mas allá, el sol esta terminando de ocultarse.

—Yo te extraño a ti.

—¿Ah sí?

Él parece sorprendido.

—Es decir, me refiero a que me gusta que podamos hacer nuestras cosas, tan normal como siempre, tú tienes tu espacio y yo el mío, pero no sé.

—Sé a lo que te refieres.

Comienzo a jugar distraídamente con un hilillo de mi suéter.

—Es solo que, creo que se siente bien poder hablar contigo más allá del sexo, ya sabes —Confieso.

—Pienso lo mismo. ¿Te lo estas pasando bien?

—Creo que sabes la respuesta a eso.

—¿Tan malo es? —detecto preocupación en su voz, no sé cómo tomarme eso, aparto la sensación que corre por mi cuerpo, una sensación que nada tiene que ver con la excitación.

—Mario, estoy hablando contigo en lugar de estar disfrutando de una fiesta.

Esta vez juego con un mechón de mi cabello intentando mantener mis manos ocupadas en algo para no morderme las uñas y dejarme los dedos hechos un desastre; hay risas en el aire que me hacen alzar la mirada, al parecer han comenzado algún tipo de juego.

El chico de al lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora