EL FAVOR

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MARIO

—No creo que pueda soportarlo una vez más —digo por el teléfono. Carina suspira, he tenido que alejarme de la sala de tatuajes para poder hablar con ella, estoy recargado en la puerta de entrada, como quisiera poder tener un poco de hierba para pasarme este rato.

—Sé que a él le encantaría que estuvieras aquí —insiste con un toque de dulzura impregnado en la voz que siempre me hace dudar de todo.

—Carina, yo sé que haces esto por los dos. Entiendo, no soy tonto, pero no creo que puedas lograr algo que no se ha podido lograr en más de diez años.

—Es una locura, es tu padre y vendrás.

—¿Por qué?

—Porque yo lo digo. Y trae a una hermosa mujer contigo o de lo contrario ya sabes lo que va a pasar.

—Lo dices como si fuera a asistir.

—No tienes que traer un regalo —Ella se esta riendo, pongo los ojos en blanco —. Yo también quiero verte, Mario —. Esta vez su voz es suplicante, Carina me llega al corazón, sabe que haría cualquier cosa por ella y se aprovecha.

—Tú deberías ser la Senadora y no él ¿lo sabes?

—No cariño, mis habilidades valen más para la Presidencia.

Ambos nos reímos, paso la mano por mi cabello dejando salir el aire de mis pulmones en un acto de rendición completa.

—Una sola palabra acerca de lo que hago para vivir y me largo.

—Hecho.

Carina cuelga cuando consigue lo que quiere, miro el teléfono y ahora tengo que pensar en cómo mierda voy a soportar tener que ver a mi padre rodeado de la perfección social en persona.

—Ya te escuché —la voz de Rosana llega a mis oídos, la veo saliendo con una caja de la librería —. Ay por dios, soy ansiosa no estúpida.

Esta peleando con Lilian quien le entrega una tarjeta que Rosana toma colocándola sobre la caja, metiéndola por la puerta del copiloto de su pequeño Kia rojo.

Me echo a reír al verla enojada, ambas mujeres voltean para verme y me fulminan con la mirada, alzo las manos en señal de paz, acercándome a ellas.

Nuestras interacciones desde que volvimos de Valle de Bravo han sido extrañas, no hemos compartido la cama lo cuál es un logro porque las manos me pican al estar cerca de ella. Pero Rosana parece anticiparme porque tampoco ha hecho ninguna insinuación, hemos compartido un par de comidas en el departamento del otro, hablando por horas sobre arte, libros o cualquier tema trivial. La azotea del edificio por fin se ha vuelto un espacio en común que compartimos una sola vez cuando intentamos comer pizza y terminamos peleando por el último pedazo. Christopher había llegado en ese momento para salvarme el culo, así que después de un par de insinuaciones coquetas por parte de mi mejor amigo, yo me levanté antes de que aquello terminara en un desastre cuando Rosana estaba roja como un tomate, ella nunca iba a decirlo, suponía yo, pero la idea de que su cuerpo se viese columpiado en un sándwich entre mi amigo y yo le brillaba en los ojos. Así que por primera vez en la vida hui de la tentación sexual más fuerte.

Y aunque nos sentimos cómodos el uno con el otro, hay una tensión que se puede cortar tan fácil como el cuchillo a la mantequilla.

—Ah mira, el héroe viene a rescatarte.

—No estoy en apuros, puedo hacerlo —se queja ella mirando a su amiga con recelo, cierra la puerta y se cruza de hombros irguiéndose dignamente y yo me río.

El chico de al lado.Where stories live. Discover now