CAPÍTULO 2

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Pongo la tetera a hervir. Voy a hacerme una infusión. Una de hierbas, en mi taza favorita, la que fue un regalo de mi madre. Paso apurada frente al espejo y me detengo en seco porque me llama la atención lo despeinada que estoy. Tomo un colín y comienzo a peinar mi pelo rojo con las manos hasta que queda presentable para dejarlo así.

Salgo confusa y aún medio dormida. Todos en las filas se ven más o menos igual. El consuelo de los tontos.

Han dicho que van a hacernos pruebas, y no puedo evitar preguntarme qué clases de pruebas serán. Los hombres de gris están parados al costado de todas las filas, con los ojos entrecerrados, sospechando de cada movimiento que hacemos.

Llevo puesta esa maldita gargantilla y la acaricio en un intento de aliviar la ansiedad que esto me genera. Es el mismo sentimiento que cuando estás por entrar a vacunarte en el colegio. Salí tan deprisa que dejé la infusión encima de la mesa. Qué más da.

Llegamos por fin a lo que parece un laboratorio enorme. Uno de los grandotes de gris me toma el pulgar sin permiso, como está haciendo con todos los demás, y lo empapa de tinta para luego posarlo sobre mi nombre en una hoja. Literalmente acaba de hacerme firmar sin mi consentimiento.

Ya me quejé suficiente, hoy no pienso decir nada más.

Hay muchas máquinas, cables, tubos de ensayo y personas de blanco. Una persona me sonríe un poco más allá. Me parece familiar pero no sé quién es.

-Soy Grace-dice al acercarse.

Ah, si, lo tengo. Es la chica del camarote frente al mío.

-Yo Isadora-digo extendiéndole la mano, pero ella la ignora y me da un incómodo abrazo.

-Me gusta tu cabello.

Alcanzo a agradecerle antes de que una mujer me tome el brazo y me siente en una bicicleta fija. Tengo que pedalear lo más rápido que pueda mientras ella anota unos valores mirando un cronómetro. Luego mide mis pulsaciones. Asiente y me envía a la siguiente estación.

Allí tengo que levantar un peso, y luego uno más grande, y así sucesivamente, hasta que me dan uno que es demasiado pesado para levantar. Y luego la siguiente estación, y la siguiente y muchas pruebas más. Al final del recorrido, nos hacen pasar a la siguiente habitación, donde se supone han examinado los resultados.

Nos van dividiendo en dos filas con los resultados en mano para colocarnos un fortalecedor inyectable. Me duele, es una aguja grande, pero cierro los ojos y pienso que el dolor solo existe en la mente. El líquido era rojo.

Nos entregan un uniforme. Hay rojo, y un montón azul en un contenedor más allá. Me toca el rojo, claro. Estoy feliz. Dentro de todo lo que está saliendo mal, este capricho que la vida me ha dado me deja bastante conforme.

Me voy hacia mi camarote y Grace se me une.

-¿Qué color te ha tocado?

Ella responde sacando de la bolsa una manga del mameluco. Rojo. También.

-Que suerte ¿no? el rojo vibra mucho más que el azul-digo, como si eso tuviera algún sentido. Solamente quiero generar charla con ella.

Cuando llegamos a nuestro pasillo, notamos que todos los que van llegando, vienen de rojo. Como si nos hubiesen ubicado así sabiendo de antemano qué color iba a tocarle a cada persona.

Grace me invita pasar a su camarote. Mientras espero que encuentre su llave, siento una oleada de perfume dulce y miro instintivamente hacía enfrente.

Efectivamente es el chico rubio, abriendo su puerta. Me quedo mirándolo unos segundos, sin querer. Lleva en su bolsa un uniforme rojo, también. Logra abrirla y se gira.

Hacemos contacto visual directo y siento como toda la sangre de mis brazos sube a mis mejillas. Tengo que disimular. No puede haberme descubierto mirándolo.

Vuelvo a mirar de reojo y él está mirándome fijamente con una sonrisa, y su mano levantada lista para saludar. Lo saludo por educación y casi empujo a Grace hacia adentro cuando escucho que ya ha abierto la puerta.

-¿Quieres tomar algo?

-¿Tienes té de hierbas? Siempre tomo de ese.

-Claro ¿menta peperina está bien?

-Está perfecto.

Me pasa la infusión y la acomodo entre mis manos. Me encanta sentir el calorcito. Se siente acogedor. Como un pequeño refugio en medio de todo el frío de aquel lugar.

-¿No te parece que ya es mucho llevar 3 meses aquí?-le pregunto mientras ella prepara su té.

-Si, es mucho. Sobre todo por lo mal que la pasamos. Cuando llegó la carta de que había salido sorteada me puse feliz. Nunca creí que sería algo malo.

-Bueno, en mi caso, al menos me pone feliz haber tenido que ser yo, y no mi madre o mi hermana más pequeña.

-¿Las extrañas?-pregunta sentándose frente a mí.

-Si. Todo el tiempo para ser sincera. No sé si voy a volver a verlas alguna vez, y eso me hace sentir muy mal, la verdad.

-Al menos pasaremos a la historia. Los niños nos estudiaran en el colegio como los primeros humanos que habitaron "Walter". No deja de ser cool ¿verdad?

-Sí, muy cool-respondo con la taza en mis labios.

De repente tocan la puerta tan fuerte que vuelco un poco de té sobre la mesa. Grace sacude la mano en señal de que no tiene importancia, y se levanta a ver por la mirilla de la puerta.

-¿Isadora 004 se encuentra con usted?-dicen desde el otro lado de la puerta.

-¿Qué precisan?-pregunta ella incrédula.

-Está bajo arresto y tiene que entregarla inmediatamente, o también habrán consecuencias para usted.

Inmediatamente escucho esas palabras me levanto y abro la puerta dejando a Grace a un costado.

Hay dos hombres de gris. Uno tiene la esposas extendidas, esperando por mis manos; y el otro tiene a alguien ya capturado. Lo reconozco inmediatamente, y otra vez me pasa eso de las mejillas.

-Que buena segunda impresión,-murmura Lugaidh-compañera de celda.

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