CAPÍTULO 11: Ayudaremos

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Maddison.

Dimos algunas vueltas en las diferentes calles de forbes para despistar la furgoneta y después poder llegar a casa de los Schmidt.

Al llegar, el primero en bajar del auto es Dominick, quién inmediatamente se dirije a la parte trasera y abre la puerta del auto. Me ayuda a salir mientras Eileen y Keb hacen lo mismo.

Quedo frente a él sintiendo mi cara arder por la vergüenza de haber vomitado su auto, pero parece estar más concentrado en mi desfavorable aspecto que en otra cosa.

Sigue lloviendo a cántaros y lucho con los temblores de mi cuerpo ocasionados por el frío y, de un momento a otro, Dominick mete sus manos por debajo de mis rodillas y me levanta con facilidad en lo que empieza a movilizarse.

—Puedo caminar sola —le digo, pero no me responde, solo se adentra conmigo a su casa en silencio.

Levanto mi rostro un poco para mirar con dificultad el suyo por las gotas de lluvia que caen directamente a mi cara, pero logro ver como tiene la mandíbula tensa y el ceño fruncido. Quisiera preguntarle que es lo que piensa, pero prefiero callar y solo recuesto mi cabeza contra su pecho sintiendo los constantes latidos de su corazón.

Después de cruzar el umbral de la casa, sube las escaleras conmigo aún en sus brazos.

—Eileen —llama a su hermana.

—Aquí estoy —se posiciona ella a su lado.

—Ve por vendas a la farmacia.

—Bien. No tardo.

—Te acompaño —se ofrece Keb y acto seguido, ambos se pierden por la puerta principal.

Atravesamos el umbral de una habitación, pero no me da tiempo de detallarla ya que Dominick se adentra conmigo en el baño de inmediato.

Me indica dónde están las toallas y lo que necesite para quitarme el uniforme empapado por la lluvia y darme una ducha antes de que coja un resfriado.

Me recibe la mochila y el móvil. Tendré que comprar uno nuevo, porque este quedó destrozado por la caída. Dominick sale del baño e inmediatamente observo mi reflejo en el espejo.

Me veo horrible.

Tengo un moretón en el mentón, el rostro un poco sucio y los ojos algo rojos e hinchados por el llanto de hace un rato... y la expresión de terror sigue plasmada en mis facciones.

Me quito absolutamente todo y entro a la ducha. El agua tibia me empapa y siento todo mi cuerpo relajarse poco a poco. Tardo un poco en salir y cuando lo hago, me envuelvo en una toalla y salgo del cuarto de baño. Fuera de este no hay nadie. Lo único que encuentro es una sudadera y una blusa sobre la cama, supongo que de Eileen.

Me visto, pero me siento un tanto incómoda ya que no llevo ni ropa interior ni sostén bajo la ropa.

Detallo la habitación en la que me encuentro. Las sabanas bien tendidas, la ropa en su lugar y no tirada por cualquiera lado, sin platos con restos de comida o sin algún libro puesto en cualquier lugar... Definitivamente no se parece nada a mi cuarto ya que el mío si parece tener absolutamente todo lo anterior.

Tocan la puerta y después de un "pase'' el pelinegro aparece por el umbral de la habitación con algo en sus manos.

Son medicinas, vendas y una pomada.

Me sienta en el borde de su cama y se posiciona entre mis piernas para ayudarme con cada una de mis heridas mientras ambos estamos completamente en silencio.

No quiero pensar en lo que pasó, porque siento que es cualquier momento romperé en llanto. En el auto los chicos intentaron llamar a la policía en un intento fallido, cosa que solo empeoro mi estado porque estaba al borde la histeria casi que ahogándome con mi propia respiración por lo abrumada que me sentía.

Bajo El Mismo Infierno (en edición)Where stories live. Discover now