Carrera de dos gotas de lluvia

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18 de Abril de 2012 19:00 p.m.

Dos golpes seguidos y uno tardío llenaron el despacho. Greg dejó de canturrear, miró nervioso el reloj y fijó sus ojos en la puerta. Pasó una mano por el cano pelo, intentando arreglar su corto pelo de forma voluntaria.

La puerta se abrió sin esperar respuesta, descubriendo a una mujer morena. La sonrisa bobalicona de los labios de Greg desapareció y como si tuviera delante un libro de álgebra avanzada, ignoró por completamente a la policía. Se giró apoyándose en la ventana volviendo a canturrear algo irreconocible.

La mujer se quejó a regañadientes y se acercó a su jefe que estaba demasiado distraído observando la lluvia golpear el cristal. Carraspeó para hacerse notar, pero Greg ni se inmutó, siguió canturreando mientras miraba la carrera de dos gotas de lluvia.

El inspector se perdió observando la travesía del agua. Dos gotas que resbalaban por su ventana intentando ser la primera en alcanzar la meta pero al final, cuando se quedaban sin fuerzas, se unían, formando en una sola. ¿Era eso una analogía de su vida? Sacudió la cabeza olvidando ese pensamiento.

-Jefe no se enfade pero aunque siga practicando no cantará mejor- se quejó Donovan- créame, llevamos años aguantando sus gallos.

-¡Dejé de cantar Jefe!- gritó desde el fondo Anderson.

-¡Cállese que este fin de semana tengo una boda, lloverá!- suplicaba otro policía.

-Esa es la idea- contestaba sonriendo- que llueva, que empape las calles y que haga frio.

Los policías llevaban años aguantando los conciertos privados del detective inspector. La primera vez que lo escucharon se extrañaron tanto que no supieron cómo reaccionar. Ahí estaba Gregory Lestrade el hombre, que se negaba como un loco a tan siquiera entrar en el Karaoke, cantando a pleno pulmón. Los ineptos policías de La Yard pensaron que la noche anterior se había acostado con su mujer y por eso irradiaba felicidad.

Pero esta vez la tortura era doble. Habitualmente el inspector solía cantar al empezar y terminar la jornada. Pero aquel día de Abril se atrevió a cantar casi todo el día. La pelinegra sonrió y antes de dejarlo solo en su despacho añadió:

-Se le ve feliz- realmente se alegraba por el inspector- ¿hoy toca cena romántica con la mujer?

Entonces el inspector dejó de cantar, de pensar en la lluvia, en sonrisas y en el color del mar. Empezó a  pensar en Rose, su mujer, y palideció. Él sabía que no tendría que estar pensando en trajes de tres piezas ni en hombres de pelo cobrizo. Que debería recordar cuerpos con curvas y no pechos planos y espaldas anchas.

No debería soñar en porciones de pastel, ni en tazas de caliente té. Ni mucho menos recordar serios paraguas cómplices de tantos sueños. Sin embargo el inspector sabía que, aunque lo intentara con todas las fuerzas de su corazón, el trajeado había conquistado su mente desde hacía años y era incapaz de eliminarlo. '' ¿Cómo te metiste en mi cabeza y cómo te saco de ella?''

Tenía mujer y estaba fantaseando con otra persona y no una cualquiera sino en un hombre. Y si eso no era poco, ese hombre tenía que ser Mycroft Holmes. Necesitaba despejarse, así que rápidamente cogió el teléfono y el paquete de cigarrillos. Bajó, ignorando las miradas de la gente y se resguardó de la fina lluvia escondiéndose en la entrada de Scodland Yard.

Se apoyó en la húmeda pared y encendió un cigarrillo saboreando desesperado. Necesitaba notar el frio aire, necesitaba ignorar la lluvia que tanto le recordaba a algo que no había ocurrido y que estaba claro que no iba a ocurrir. De forma involuntaria sacó el teléfono  marcando el número personal del gobierno británico. Se quedó mirando la pantalla paralizado sin saber qué hacer.

Gregory Lestrade se sentía completamente perdido. Nunca había sentido ese desconcierto, esa desesperación por alguien y mucho menos la agonía de no tenerlo cerca. Acarició con el pulgar la pantalla. A veces el inspector se preguntaba cuan patético podía llegar a ser. Estaba ahí, bajo la lluvia canturreando para que nunca cesara de hacerlo, acariciando una ridícula pantalla de móvil esperando que por arte de magia el teléfono vibrara.

Gregory Lestrade se sentía completamente confundido. Esa era la palabra que definía al inspector desde hacía algunos años. Perdido. Tenía una bella mujer con la que compartía la cama pero no sus sueños y mucho menos sus deseos. Tenía un hogar, un plato caliente esperándole todos los días en casa y una sonrisa de despedida al salir de ella y sin dudarlo ni por un segundo, se jugaría todas esas cartas por una vida al lado de Mycroft Holmes. Se alborotó el pelo desesperado.

-¿Una vida? Por una noche lo daría todo- murmuró con el cigarrillo entre los labios y los ojos apretados.

-¿Una noche con quién?- preguntó una voz bien conocida.

Abrió los ojos de par en par observando la elegante figura que se mostraba enfrente de sus ojos. Apretó los labios preguntándose cuánto había dicho en voz alta sin darse cuenta. Los ojos azules lo miraban con duda provocando nerviosismo en el inspector. Greg se tragó el humo del tabaco sin querer.

-Con nadie Mycroft- tosió desesperado.

-¿Estás bien?- le dio golpecitos suaves en la espalda. Gregory sonrió- ¿me das fuego?- sacó su cajetilla de cigarrillos light.

Completamente mudo acercó el mechero al cigarrillo de Myc. Después de cinco minutos insistiendo con el cacharro, Gregory desistió y lo volvió a guardar.

-Lo siento Myc- mostro una sonrisa de lado y se apartó- iré a buscar otro- daba media vuelta cuando sintió como lo empujaba bajo el paraguas.

-No lo necesito Gregory- Sin apartar la visto de los ojos de Greg, se acercó a él y encendió su cigarrillo con el de Lestrade.

¿Fue atrevido? Sí. Pero a Mycroft le dio igual, mañana por la mañana se iría a China y estaría sin ver a su querido inspector durante una larga temporada. Necesitaba algo lo suficientemente fuerte como para poder aguantar sin desesperarse.

-Y...-apartó la mirada sonrojado-¿Qué haces aquí?

-Acabé pronto- ''mentira'' pensó -y pensaba que podíamos adelantar la visita, me encantaría conocer a tu mujer- ''mentira'' repitió su yo interior-por cierto, no le digas a Anthea que he vuelto a fumar-le guiñó un ojo- me mataría o peor me quitaría la tarta del desayuno.

Aun sorprendido por la acción de Mycroft consiguió mostrar una sonrisa despreocupada. ¿Acaso Myc estaba jugando con él o solo fue una simple y dulce ilusión? Levantó la cabeza, observando la hipnótica sonrisa del trajeado. Volvió a saborear su cigarro inhalando el aroma del tabaco de Holmes.

- Me callaré- prometió acabándose el cigarro- nunca te he fallado.

- Y espero  que nunca lo hagas Gregory.

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Perdón, por tardar tanto es que estoy muy atareada...El capitulo, para ser mio, es bastante largo, así que disfrútenlo!no olvidéis en votar y comentar que ya sabéis que me hace muchísima ilusión!! 

Eramos Formidables (Nous Étions Formidables)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz