En nombre de todos los paraguas perdidos

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Los Holmes no huyen, los Holmes no escapan ante los problemas.

19 de Abril de 2012 3:00 a.m.

Suspiros y besos inundaron el salón sin aviso ni preludios. Estaban teniendo justo lo que ellos querían. Chalecos y corbatas, olvidados en la alfombra manchada. Quizás ese fue la señal. Quizás el caro tequila, salpicado por toda la mesita y la alfombra, fue la gota que colmó el vaso.

Mycroft Holmes no podía pensar nada. Ya no existía ni Sherlock, ni reina y mucho menos habitantes empapados en las frías calles de Londres. Solo existía el sabor del tabaco y el color chocolate de sus ojos. Solo eso. Y entonces...

Entonces se alejó. Empujó al inspector lejos de su cuerpo, con su particular elegancia y respiró, como si no lo hubiera hecho nunca. Como si los labios del astuto zorro gris hubieran sellado cualquier salida y entrada de aire. Holmes sentía que sus pulmones se habían colapsado y que todo su cuerpo suplicaba por volver a estar bajo el inspector. Todo en él decía "vuelve" mientras que su cabeza ordenaba "vete".

Y obedeció, porque él sabía que si se quedaba, conocería habitaciones que no debería visitar un invitado. Sabía que, si traspasaba el marco de esa puerta y acariciaba el tacto de esa cama, acabaría manipulando al inspector para conseguir hacer conocida la sensación de sus dedos sobre sus sabanas, sobre su piel, sobre sus labios.

No obtuvo queja, ni respuesta, ni comentario. Quizás la esperaba. O quizás solo quería una súplica para volver al juego. Los dos sabían que había sido el alcohol, sabían que aquello había sido un error. Pero un error deseado.

Gregory Lestrade tenía a Rose Lestrade y Mycroft Holmes tenia Gran Bretaña. Por eso se incorporó. Abotonó su chaleco mirando la vacía pared sin enfocar.

- Mañana tengo un viaje importante- recogió la cara americana del suelo- No puedo entretenerme en cosas así- susurró guardando la fina corbata en el bolsillo de su abrigo- se hace tarde debo irme.

No miró hacia atrás solo tiró de las mangas, acomodando su camisa y se dirigió hacia la puerta a paso rápido. Dejó de andar observando el picaporte. Cerró los ojos un segundo y giró la cabeza encontrándose con un perdido ID.

"venga Greg, pídemelo. Si tan solo suspiras volveré a tu lado."

Ese frágil pensamiento escapó de su mente. Los ojos de Holmes miraron aterrados el picaporte y todo su cuerpo se colapsó. Esperando. Esperando que la lluvia al otro lado de la puerta dejara sitio a una despejada noche. Esperando para que la tormenta decidiera entrar en casa de los Lestrade.

Pero no hubo nada, ni suspiros, ni jadeos, ni disculpas, solo silencio. Abrió la puerta agachando la cabeza. Caminó por las calles, como cualquier desconocido bajo la atenta mirada de la luna.

"¿Qué ha sido todo eso? ¿Por qué me fui? "

Taladraba su bipolar cabeza. ¿Acaso no quería alejarse de ese hombre? ¿Acaso hasta su mente superdotada sabía que aunque no debía, era lo que quería?

Detuvo sus pasos, pensando en volver atrás. En llamar al timbre y contar todas las tardes gastadas con su nombre. En todas las sabanas manchadas por su sonrisa. Negó con la cabeza, aquello era una locura. Pero la real locura era el recorrido que había elegido toda aquella noche. ¿Había sido un sueño y no se había dado cuenta? ¿Seguiría dormido en su cama como tantas noches, soñando con ojos castaños y besos de labios secos?

"¿Por qué me fui?" repetía una y otra vez su mente, buscando una de esas respuestas tan fáciles de encontrar en otros y tan difícil de hallar en él.

Mycroft solo quería el camino fácil de adelgazar sin usar esa maldita cinta de correr. Solo quería un revolcón, un entretenimiento entre ocuparse de Sherlock y el trabajo.

¿Entonces qué hacía ahí, bajo la lluvia, sintiendo su cuerpo temblar, escuchando los latidos acelerados de su corazón? Levantó la cabeza. Las gotas empaparon su cara. Debería despejarse pero su mente perdía contra los recuerdos. Contra las sonrisas tan lejanas de aquella tarde/noche de mayo.

"¿Maldita lluvia, siempre estarás en todas mis historias? ¿Ves por qué siempre me protejo de...

Abrió los ojos sorprendido, dejando escapar una escandalosa risa. Llevaba años escapando de la esas minúsculas gotas de lluvia. Sintiéndose superior al resto de los ciudadanos del mundo. Hacía décadas que no sentía la sensación de la lluvia mojar su rostro y mucho menos su, perfectamente peinado, cabello.

Había perdido ante la lluvia. Ya no existiría nunca más victoria ante la naturaleza. Mycroft Holmes era un ciudadano corriente, empapado y confuso, como todas las personas que acompañaban esa noche oscura.

Ahí se hallaba el Gobierno Británico Derrotado, perdido y sin paraguas.

Gregory Lestrade había conseguido lo que Anthea llevaba años intentando. Myc se sentía humano. Y era algo tan confuso para una de las mentes más prestigiosas del mundo. ¿Cómo había logrado un devorador de rosquillas vencer la rigidez de sus hombros?

"Solo importas tú y tus ojos color chocolate negro, oscuros como el carbón. Tú y tu sonrisa, inocente, sincera como las nubes en el cielo. Ellas siempre advierten, peor nunca hacemos caso..."

No lo sabía. Igual que desconocía el paradero de su preciado paraguas. Sus pies volvieron a andar, preguntándose qué hacia su mente pensando en ese inspector antes que en su guardador de secretos, en su protector.

"¿Estará celoso?"

Se preguntaba, pasando una mano por su pelo repeinado. Myc sabía que su accesorio favorito no debería sentir aquello. Pues aquel inspector solo era un mero entretenimiento para él. Gregory Lestrade no era nada para él. Solo un ciudadano más.

"¿paraguas podré recuperarte?"

Negó con la cabeza. Lo había perdido, al igual que la oportunidad de divertirse con el ID. Pero se lo merecía, salir como una liebre asustada de aquella casa tenía sus consecuencias. ¿Y ahora cómo lo recuperaría?

"¿Cómo recuperaré mis tardes llenas de esperanza por un caso con tu nombre? ¿Y las horas de té y pastas, en la horrible y cochambrosa cafetería de La Yard? ¿Ahora que te he perdido que haré?"

Contempla la mano vacía, donde antes había un persistente apoyo ahora solo existía el olvido. ¿Se perdonaría alguna vez aquella noche? No. Los Holmes son valientes y fuertes. Pero aquel tormentoso Abril, ahora tan lejano, el trajeado había chocado con la piedra de la cobardía. Había manchado su apellido y eso no debía ser perdonado.

"Te he perdido paraguas. ¿Qué hago ahora que ya no te tengo? ¿Cómo gastos mis horas ahora que ya no las comparto contigo?"

Agachó la cabeza, observando como los pies luchaban con los cuantiosos charcos de las calles. Dejó escapar un suave jadeo y escondió sus manos, convertidas en puños, en los bolsillos de su abrigo.

"La vida no será lo mismo sin ti. Las calles serán más aburridas, los cielos más grises y la lluvia más agresiva. No tendré a nadie... nada con los que ver las agujas de reloj girar. Oh paraguas, qué haré sin ti? ¿Qué hago ahora que no puedo hablarte?

Espero que se haya entendido el capítulo. Es bastante largo, siento no haber publicado cuando tocaba, tuve problemas. Perdonad!

No dudéis en comentar! Ya sabéis que me hace mucha ilusión!

Un beso y rosquillas para tod@s!

Eramos Formidables (Nous Étions Formidables)Where stories live. Discover now