34. Eres tú

4.1K 482 266
                                    

Zelem, tarsit —musité con naturalidad y seguidamente me levanté de la mesa luego del desayuno.

Hasta donde me había indicado Lax, eso significaba "Gracias, con permiso". No estaba de más que cuando abriera la boca las personas del servicio escucharan palabras en su idioma. Al menos eso me daba la tranquilidad de que estaba siendo suficientemente prudente, pues ya era bastante extraño que tres visitantes hubieran aparecido de la nada justo en el día en que había sucedido la escandalosa irrupción en el palacio.

Al retirarme de la sala evadí la mirada de Ovack, y pude sentir sus ojos clavados en mi espalda. Ninguno de los dos habíamos cruzado palabras luego de lo sucedido, y la verdad, no tenía ninguna intención de ir corriendo hacia él para tener una charla reveladora, y suponía que para él sería igual. Un silencio bastante esclarecedor.

¿Qué podía pensar sobre lo que había presenciado? No sabía cómo actuar frente a él. Apenas podía hacer coincidir al chico que me había ayudado a atravesar por Orbe y el que había emitido las frías palabras el día anterior. ¿Debía estar decepcionada? ¿Perturbada? ¿Preocupada?

Me había reventado la cabeza repasando en lo que había sucedido. Tratar de enfocarlo como si se trataba de un error. Pero había una voz en mi consciencia que me sugería otra forma de actuar. Una que me hacía recordar el entrenamiento como creadora. Ovack me lo había repetido incontables veces: las dudas en la mente no sirven, sólo son un estorbo para la convicción.

Así que con toda mi entereza, decidí recluir todo ese tumulto de incertidumbres en algún resquicio de mí. No podía encapsularme en ello. No. Debía concentrarme en lo que podía solucionar en ese momento. En unas horas, tenía la esperanza de tener más luces sobre mi presencia en ese mundo. Tal vez era una expectativa elevada, pero tenía la corazonada de que pronto se expondrían ante mí varias respuestas. Tenía que ser así.

Ahora tenía la certeza de que Orbe se relacionaba con miembros de la familia real de la Noche Eterna. Traidores a su mundo, traidores a la familia de Ovack, y ellos eran quienes tenían el poder de generar portales en Orbe. A pesar de que había muchas cosas que ignoraba sobre la conexión entre ambos mundos, tenía una certitud. Una bastante preocupante.

Si esto continuaba, en algún momento todo este asunto podría reventar en un conflicto de proporciones colosales. Y, tal vez, eventualmente, afectar incluso a personas ajenas a todo esto. Personas como mis amigos, o mi familia o simplemente meros desconocidos sin rostro. Una guerra entre ambos mundos.   

Ahora que sabía cuál había sido el plan de Ovack, tenía más apremio de saber cuál era el mío. Qué demonios hacía yo en todo ese esquema. Pues si es que podía hacer algo, debía hacerlo. No iba a correrme en esto. No podría.

Sólo faltaban unas horas. No dejé de dar vueltas en mi alcoba, carcomiéndome internamente por las ansias. Era imposible calcular la hora mirando el cielo de ese mundo, pues la noche nunca terminaba. De hecho, había sido bastante extraño tomar desayuno con la luz de la luna escurriéndose por las ventanas. Pero Lax me había agenciado un reloj raro que funcionaba como alarma y no dejé de rondar alrededor de él, con la sensación de que los minutos pasaban muy lentamente y demasiado consciente de los sonidos que producía.

Así que salté como un resorte cuando escuché que alguien tocaba la puerta. Era demasiado temprano, pero tal vez los planes de Lax se habían adelantado.

—Oh... eres tú —balbuceé con un evidente desánimo al abrir la puerta. Y vislumbré de soslayo el reloj sólo para corroborar que aún no era la hora pactada.

—¿Esperabas a alguien más? —cuestionó Ovack entornando sus ojos.

Como respuesta, le tiré la puerta en la cara, pero él fue lo suficientemente rápido como para anteponer su pie para evitar que se cerrara. Y estuvimos forcejeando unos segundos de una forma un tanto ridícula.

Plenilunio (versión borrador)Where stories live. Discover now