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Adhara

Iban pasando las semanas y de repente un día vino Biza solo al restaurante y eso me extrañó mucho. Esta vez yo era la encargada de estar en la barra y supuse que después vendrían los demás, pero no fue así.

–Buenas noches linda –¿LINDA? Dios, me puse nerviosa.

–Buenas noches –sonreí.

–¿Me pones lo de siempre? –preguntó sentándose en la barra.

–Claro –dije sirviendo el mismo Whisky de cada día.

Me seguía haciendo gracia el hecho de que aunque fuera de noche llevase las gafas de siempre, pero esta vez me sorprendió, porque se las quitó.Tenía unos ojos que no pude evitar mirar como una boba, después de todo había esperado mucho para verle bien la cara.

–Hombre, por fin –sonreí divertida a pesar de lo nerviosa que estaba, me atraía, me atraía mucho.

–¿Tantas ganas tenías?

–Bueno, me mataba la curiosidad... –Mis mejillas ardían, creo que si me quitaba el colorete estaríamos en las mismas.

–Creo que te pasaste de colorete –dijo divertido‐. Pero no pasa nada, sigues estando linda.

–Gracias, guapo.

–¿Te vienes conmigo después? Si ya no me tienes miedo, claro.

–De ti dejé de tener miedo hace tiempo –no me había quitado ese abrazo de la cabeza, y a él tampoco.

–Perfecto, guapa, hoy verás nuestra mansión, está tu amiga también, solo te pido que no te asustes por cualquier cosa que veas.

–Ehhh... ¿Con todo el mundo? –Vale, a algunos de ellos aún les tenía miedo.

–Menos el jefe, está en el hospital.

–Hostia. ¿Qué le ha pasado?

–¿No te contó Thalía del ataque? Bueno, le dio una bala muy cerca del corazón, si no llega a ser por Thalía hubiera muerto, gracias a ella sigue vivo.

–Dios... Que fuerte.

–Tu amiga está bien, solo tiene unos golpes por suerte.

–Menos mal, ahora lo pensaba. Bueno, me falta poco para acabar. En media hora estaré.

Volví a mi trabajo y cuando acabé me cambié y fui con él. Fuimos hasta su casa y era una mansión enorme, en el jardín se podían ver esos perros que me habló Thalía, al entrar me los encontré a todos en el salón, inmediatamente pusieron sus ojos en mí analizando, no voy a negar que me sentí intimidada.

–Hombre, hola –dijo Thalía sonriente y muy feliz para mi parecer, hasta que me di cuenta de lo que había en el cenicero, además, olía a sustancia por todo el salón.

–Hola, tía, ¿Has fumado? –Era esa típica "amiga madre" que siempre te pregunta.

–Necesitaba dejar de pensar.

–Ah –No tenía palabras, me fijé en una de las paredes del comedor y vi armas, hostias. Por suerte no me estaba asustando como me esperaba, era verdad que estaban armados hasta los dientes, pero poco a poco entendí que no hay que juzgar a un libro por la portada.

–Me alegra verte tan tranquila –dijo Mauro.

–Bueno, creo que después de todo eran paranoias mías. Nada importante al fin y al cabo –sonreí.

–Te lo dije –dijo Thalía–. ¿Vais a follar? –preguntó ella sin más, y yo me puse roja.

–¿Perdón? –Todo el salón estalló en risas.

Camisa de once balas IWhere stories live. Discover now