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"La Cadena"
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──. ¡Carlos! ── Juliette lo llamó, al verlo caminar por ahí confundido.
Carlos, al ver a la albina acercarse guardo rápidamente su pañuelo en su bolsillo, no quería que Juliette lo viera y se lo pidiera. Era muy hermoso, blanco y con el nombre de la chica bordado a mano por ella misma, con un fino hilo dorado opaco. Carlos lo quería. Quería conservarlo, aunque no se explicaba por qué.
──. Juliette, hola ── la saludó, con una sonrisa apenada.
──. ¿Qué haces aquí? ¿Te perdiste?
──. No, solo paseaba ── sonrió, más tranquilo, pero luego frunció el seño preocupado ──. ¿Esta prohibido estar aquí?
──. No, no, es un área pública, tranquilo. Solo que te vi algo confundido, ¿vas a algún lugar en específico? ── preguntó, llevando su mano inconciente a su cadena de oro y tomándola entre sus dedos, para jugar con ella, Carlos notó esto de inmediato y por alguna razón lo guardó en su mente. Juliette hacia eso cuando estaba nerviosa.
──. No, solo veía.
──. ¡Genial! Entonces puedes acompañarme, iba a tomar el té en el jardín con mis amigos, vamos.
Juliette entrelazó su brazo con el de Carlos, como solía hacerlo con todos, y caminó hacia la salida, con Carlos a su lado, sonriendo. Juliette notó como Carlos miraba todo asombrado.
──. ¿No había muchas flores en la Isla? ── preguntó, temiendo la respuesta.
──. Ninguna, para ser sinceros. Tampoco "áreas públicas" cada quien tomaba lo que quería y lo protegía. Era tu territorio y si alguien lo cruzaba lo atacabas ── explicó, sintiéndose mal al ver la expresión de horror y tristeza de la chica. No quería asustarla, pero no estaba mintiendo.
Juliette se consideró afortunada de haber nacido en su familia.
──. Debe ser horrible, Carlos ── murmuró enternecida, Carlos se encogió de hombros con indiferencia ──. Mi prima, Larissa, es de la Isla.
──. La hija de la Reina Roja que fue secuestrada y traída a Auradon, sí, todos conocemos su historia ── Carlos asintió, por mucho tiempo, envidió a Larissa por haber tenido una familia que la sacó de aquel lugar, evitandole un gran dolor.
──. No me imagino todo lo que tú y tus amigos vivieron allá ── comentó, Carlos prefirió no decir nada y continuar su camino en silencio.
Juliette no supo que más decir y se limitó a guiarlos hacía la parte especial que los chicos del País de las Maravillas tenían solo para ellos y sus fiestas de té. Entraron por una pequeña puerta negra y se adentraron entre los arbustos, hasta llegar a una mesa donde estaban sentados James, Lukas y Larissa, tomando el té y hablando. El lugar estaba rodeado de arbustos de flores rojas y blancas.
