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Mariah Daella Targaryen Martell la hija abandonada de Daemon Targaryen se verá envuelta en medio de una guerra entre hermanos. Ella era feliz en Dorne hasta que una carta del Rey Viserys la reclamaba a ir a Desembarco del Rey...
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El supuesto gran día había llegado, pero Mariah no se sentía con ganas. Hubiera deseado que su familia acudiera a su compromiso, no solo los Martell, también los de Rocadragón. Sentía que está iba a ser una boda triste, pues ella no conocía a casi ninguno de los invitados.
Se aferró al espejo mientras las damas de compañía le apretaban el corset. Se miró detenidamente en el espejo tratando de fingir una sonrisa. Siempre se había imaginado el día de su boda de una manera diferente, en los jardines del agua, frente al palacio de Lanza del Sol, del brazo de su tío Maron. Caminando hasta el altar, en el que Tristán la esperaría con una gran sonrisa en su rostro. Sería un día hermoso y dichoso, lo recordaría por el resto de su vida.
Aún después de todo, de sentirse engañada por la reina y usada por el consejo iba a esforzarse por sacar todo esto a delante, no tenía una opción mejor a la que aferrarse. Aemond parecía quererla y según la princesa Helaena sería un buen esposo, por lo menos él había pedido su mano.
Oyó a lo lejos abrirse la puerta de sus aposentos y se giró lentamente viendo a la reina Alicent. La mujer vestía un traje verde con el emblema de su casa y un recogido trenzado pegado a su cabeza, lucía emocionada.
-"Oh, querida, que hermosa estás" - dijo la reina haciendo gestos a las damas para que se retirasen y las dejasen a solas.
-"Gracias majestad" - dijo dejando mirándose en el espejo.
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-"¿Has dormido bien?" - preguntó la más mayor. La muchacha asintió a pesar de que fuera mentira, había pasado toda la noche en vela.
-"¿Han llegado ya los invitados majestad?" - En verdad no le importaban los invitados, ni siquiera conocía la mayor parte de ellos. Le gustaría saber cómo hubiera sido casarse con Tristán, en Dorne. Ojalá pudiera saber que es lo que se preguntan ellos, hablar con ellos. Pero cada vez lo veía más imposible, como un espejismo de lo que pudiera hacer sido.
