CAPÍTULO 14

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Noah Thoson

Tres semanas luego...

Nuevamente es una noche estrellada de jueves. El aire fresco ya no te causa escalofríos, ni mucho menos que se te erice la piel. La primavera se siente. El olor de los tulipanes, los jazmines y las margaritas renacen. Los arboles nuevamente se van tornando verdes, a través de sus abundantes hojas, donde varían sus tamaños.

Me encuentro dentro de mi habitación, sentado frente al escritorio. Todo oscuro, el postigo de la ventana está completamente cerrado y la única luz que hay dentro del dormitorio es la emitida por la computadora delante de mis verdes ojos. Una taza humeante de café negro me hace compañía.

Estoy arreglando la tesis del trabajo final, cual no falta mucho para entregarlo. Es un plano de un techo de una casa que mi madre heredó por la muerte de mi abuelo. Es bonita, se encuentra ubicada en un descampado, con un lago corriendo a unos cuantos metros de su frente. Hace años que no vamos, no es muy lejos de la ciudad, serán unos cincuenta kilómetros, se puede ir tranquilamente con mi Corolla negro.

Noches enteras que no pude dormir, investigando, acomodando y platicando con variedades de ex-alumnos de la universidad, que ya pasaron por este embrollo. Mi mente está cansada, sin embargo, siempre tuve las mejores notas, así que no me permito parar ahora.

¿Seguro que haces esto para sacar las mejores notas? ¿O te encuentras escapando de una situación pasada?

Agito mi cabeza a ambos lados y me restriego las manos contra el rostro. Cierro los ojos, los aprieto con mucha fuerza, largo un amplio suspiro, fuerte y notorio.

—Supongo que tan equivocada no estás, subconsciente fastidiosa —digo al aire, apretando suavemente con mis índices los ojos.

Unos potentes golpes a la puerta me hicieron saltar del susto. No tengo muchas ganas de lidiar con alguien, pero supongo que se quien podría ser y a que viene esta vez.

—Estoy ocupado Raven, no molestes... —grito y luego le doy un buen sorbo a mi café, sin darle importancia a los golpes anteriores.

Sin embargo, la persona que se encuentra detrás de la puerta sigue llamándola, pero esta vez decide hablar y me doy cuenta que esa no es la voz de mi hermana.

—¡Soy yo! —fuerte y claro, detrás del pedazo de madera que divide mi habitación con el pasillo, se hace notar la voz de la persona que me trajo al mundo.

Fruncí el ceño, es raro que venga a visitarme a mi habitación, tiene que ser algo muy preocupante para que esto suceda.

—Pasa, está abierto...

Se oye el sonido de la puerta al abrirse y como una tecla hace "clik" al ser presionada. De estar en una completa oscuridad, el cuarto se iluminó por completo, haciéndome entrecerrar los ojos rápidamente.

—¡Ay hijo! —una mueca de repugnancia aparece en su rostro—. Estás del asco aquí dentro y te ves horrible.

Me cuesta acostumbrarme a la luminosidad, pero no tardo en hacerlo. Mi madre se sienta en el borde de la cama y yo doy media vuelta con la silla, poniéndome frente a ella.

Equivocada no está, últimamente no me estuve preocupando por mi como lo hago naturalmente. En si, tengo el cabello todo despeinado y largo, la barba crecida y unas ojeras que podrían ser dignas de admirar por lo grandes que son.

—¿Qué pasa, ma? —pregunto, para luego soltar un buen bostezo.

Me examina de arriba abajo y vuelve a hacer la misma mueca que hizo al entrar.

—Creo que soy yo la que debería preguntarte eso a ti.

Un "Ja" sale de mis labios y me quedo con una sonrisa en ellos.

Todo de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora