2. Mal tercio

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Limin is tin biniti... —Can balbucea en voz baja con sus brazos cruzados firmemente contra su pecho—. Limin is ini princisiti... —Empuja con la punta de sus tennis blancos perfectamente atados hacia abajo, moviendo el columpio que lo sostiene en un leve vaivén— Lemon Lemon Lemon. —lame con el ceño fruncido su helado de pistache, mirando amenazadoramente a su novio sujetar la mano de su hermana menor en el tobogán—. ¡Ya estoy harto!

Tin sonríe tan grande y precioso como le gusta a Can, así, con esa sonrisa perfecta con la que le robó el corazón y que ahora odia ver en su rostro de tonto guapo. Su mano izquierda, esa que lleva el anillo de pareja, sujeta la derecha de la mocosa aquella con la que Can aborrece en ese instante tener parentesco y ambos se abrazan cuando Lemon pisa el suelo lleno de piedritas rojas en el parque.

El castaño la sostiene en el aire mientras dan vueltas y cuando la niña queda de espaldas a Tin y de frente a su hermano, le saca la lengua vocalizando un "Gané" que hace al pelirrojo apretar con fuerza su conito de helado hasta que la galleta truena entre sus dedos.

«Oh, esa mocosa. Había ganado la batalla, pero no la guerra.»

—Cantaluope está celoso porque yo soy más bonita —La chiquilla salta los charcos con sus botitas de hule con olor a chicle, de la mano de Can y Tin, saliendo del cine. —Príncipe Tin me quiere más a mi ¿Verdad?

Tin se inclina y le regala un toquecito en la nariz a la niña, junto a una hermosa sonrisa gatuna.

—Así es.

Can hace gestos y balbuceos en burla cuando su novio no lo está viendo, como fondo la risa de Lemon que últimamente le resulta tan molesta, ese tono chillón que pone cuando se trata de Tin.

La paciencia de Can comienza a rozar peligrosamente los límites cuando su novio toma en brazos a ese pequeño monstruo y la lleva en hombros, saltando charcos como si el mundo fuera de algodón de azúcar y los ponys volaran en el cielo.

Can se lleva un puño de palomitas de cheddar a la boca, perdiendo absolutamente todo el glamour que se empeñó en mantener durante la estúpida función de esa ñoña película de princesas en la que apenas pudo tocarle los dedos a su novio, ya que Lemon se recostó en su muslo robando toda la atención. Se acomoda el gorro de lana sobre las orejas y patea un charco bajo sus botas de trabajo amarillas, salpicando demasiado, en el proceso, parte de sus jeans negros.

—Príncipe tu cola. —Dice ella sacándole la lengua a su hermano.

El pelirrojo se atasca de palomitas de nuevo, caminando visiblemente molesto por el estacionamiento del centro comercial

—Mocosa embustera...

La relación de ambos hermanos no es tan cruel y despiadada como se cree. De hecho, no es ni mínimamente parecida, pues aunque suene increíble, ambos hermanos se aman muchísimo.

Can con sus espléndidos diecinueve años de vida, sigue durmiendo con su hermana casi diez años menor, en la misma cama, mientras abraza un muñequito con cabello de estambre naranja y ojitos de botón. Lay es todo lo que podría pedir de una hermana menor, es atenta, muy noble, inteligente y cariñosa, la pequeña princesa dueña del castillo de Can y ay de aquel que se metiera con ella, porque solamente su hermano mayor tenía derecho de decirle "Horrenda".

Conoció a Tin en los pasillos de la preparatoria, cuando en un arranque de desesperación, el castaño sonrisa de gato tocó a la puerta del aula A-5, el taller de cocina, en busca... De una bata de laboratorio.

—¡Voy a reprobar Química si no me prestan una bata! - había lloriqueado Tin al cerrar la puerta, con un lánguido muchacho de ojeras a su lado, golpeándole el hombro porque "no sé por qué me arrastras a esto."
Y Can movió cielo, mar y tierra para darle a ese chico una bata de laboratorio, consiguiendo a cambio una hermosa sonrisa y su examen con puntuación perfecta enmarcado en un cuadro lleno de corazones, firmado y dedicado a "Petirrojo", de parte de El Asombroso Tin.

Por siempre enamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora