𝗔𝘁𝗮𝗯𝗲𝘆: ❛ Abriste los ojos y el sol
guardó su pincel, por que tú pintas
el paisaje mejor que él... ❜
(namor x fem! oc)
(marvel cinematic universe fanfic)
onlytbrave || 2022
[04/04/23] Número un...
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2012, Puerto Rico.
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La joven se puso en cuclillas para acercarse hasta el cuerpo de agua frente a ella, el río, un sendero con el cuál estaba familiarizada desde que tenía memoria, pero nunca dejaba de emocionarla. Con delicadeza, Daya acercó su mano, y con solamente pensarlo, el agua comenzó a deslizarse por su mano, ella sonrió, agradecida de tener sus dones un día más.
Dayami Karaia estaba acostumbrada a esa rutina desde la niñez, todos los días caminaba hasta el río para recibir un abrazo de su madre, Atabey, aquella que residía en las aguas que protegían al pueblo taíno.
Sabía que sus poderes eran la mayor responsabilidad con la que debería cargar el resto de su vida, una que parecía ser muy larga. Pero su propósito no era la razón de sus penas, al contrario, Dayami agradecía profundamente ser quien proteja a su comunidad tal como su diosa lo proclamó alguna vez, o era lo que las leyendas decían.
Pero cada mañana, cuando todos dormían y el sol apenas se asomaba, tomaba un pequeño momento para si misma, disfrutando sus habilidades solamente por diversión.
Sin pensarlo dos veces, Daya entró al Rió de la Plata sumergiéndose con velocidad, inmediatamente el agua reaccionó ante su llegada, la joven taína se dejó llevar por la corriente que la vio nacer. Ella amaba a su pueblo, pero su corazón estaba en el río.
Cada vez que su cuerpo hacía contacto con el agua, sentía que era un ser completamente distinto, como si el agua dulce fuera su fuente de vitalidad.
La joven recorrió el río con toda la rapidez que podía, otra de las habilidades heredadas de su diosa.
Daya estaba segura de conocer cada rincón de aquel sendero acuático, cada cambio en él era de su conocimiento, pero apenas llegaba a dar con la frontera que comentaba al rió con el océano, era como si quedara congelada.
No parecía muy diferente al agua dulce, estaba consciente que sus habilidades no se verían afectadas si llegaba cruzarlo, pero su miedo era mayor.
La curiosidad picaba su mente de vez en cuándo, pero su propósito no surcaba por aquellas aguas, debía aferrarse a su labor, servir a su pueblo. Daya tardaba mucho menos tiempo en regresar a su hogar que un barco, pero a su padre le desagradaba la idea de perderla de vista por más de una hora, sabía lo curiosa que era, y no todo el mundo sería amable.
