XII

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Los sollozos y lágrimas por fin cesaron, el joven sentía que por fin se había librado de un peso de encima. Su desahogo había sido un bien mayor.

Y era con alguien que estaba empezando a confiar.

—¿Estás mejor? —ella pregunta, acariciando levemente su espalda.

—Sí —se separó finalmente de la fémina. —, ¿tú cómo estás?

Sus iris se vuelven a fijar en los de él, sintiendo esos escalofríos.

—Estoy bien, tranquilo —ella responde en un tono sutil, luego la puerta se abrió por una de las enfermeras.

—Discúlpenme, el tiempo de visita ya se acabó —avisó con una voz muy amable. —. Me temo que se debe retirar, puede volver a visitar a su novio mañana.

Aquello tomó por sorpresa a ambos, pero un leve sonrojo apareció en Aki, apartando su mirada de la puerta para regresarla a la ventana.

—Claro, deme unos minutos más, por favor —la mujer la mira con cierta duda, pero debía negarse. —. Debo guardar unas cosas y me retiro.

—Está bien, pero no se extienda más tiempo, ¿sí? —la muchacha sonrió, entendiendo.

La mujer de mayor edad se retiró, dejando de nuevo a los dos jóvenes que estaban avergonzados, de cierta manera.

—Pensé que le dirías que no somos novios. —interrumpió el silencio.

—Yo pensé que lo dirías tú —se voltea hacia el mayor. —. ¿Por qué? ¿Ya te gusta la enfermera?

Él la mira con indignación fingida, chasqueó con su lengua ante esa acusación errónea.

—Dios mío, ¡eres un asalta-asilos! —se burló aún más, ahora su rostro reflejaba asco.

Aunque le gustaba verla reírse.

Hayakawa siente como su mirada se llega a suavizar, lo suficiente como para apreciar los lunares del ajeno rostro pálido. Creía que podría contarlos sólo con verlos, quizás y se quedaría hinoptizado ante ese nuevo paisaje que su cabeza creaba con solo admirar.

Nuevamente sentía su cuerpo reaccionar, dándose una cachetada así mismo.

Su compañera de trabajo se asusta, claramente por la repentina acción del chico.

—¿Por qué hiciste eso? —ella preguntó, entre confundida y molesta.

—Pensé que me estaba picando un mosquito. —mintió, luego apartó su mirada.

—Bueno... —entrecierra sus ojos, no muy convencida por dicha oración. —el trabajo me espera de nuevo, puede que te visite mañana.

—Ya estaré de alta. —avisa mientras ella recoge sus pertenencias, la pelinegra abre sus ojos con sorpresa.

—¿En serio? Si es así, entonces no te fuerces mucho al trabajar —le señaló con su índice, él parpadeó paulatinamente. —. Espero y comas bien.

—Lo mismo para ti, Astartea. —ambos se sonrieron mutuamente.

Una más notoria que la otra, pero era sustentable.

Memories.  ||  Hayakawa AkiDove le storie prendono vita. Scoprilo ora