D o c e

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—Hyung... no puedo dormir...

—Jungkook, baja el volumen de tu voz —susurró Hoseok, tapando mi boca—. Nuestros padres podrían oírnos.

Cuando los gritos comenzaron, Hoseok vino a dormir a mi cama. Sin embargo, conciliar el sueño se hacía cada vez más difícil por los gritos de mamá.

—Los escucho, están discutiendo nuevamente —susurré.

—Todo pasará, solo tratemos de dormir, no los escuches.

Hoseok me abrazó, tapándome los oídos, y yo cerré mis ojos para intentar dormirme rápidamente.

Sin embargo, no fue suficiente para no oír los objetos siendo lanzados de un lado a otro estrellándose en el suelo o en la pared; podía sentir cómo mi hermano temblaba.

—¡Si te vas a largar, entonces vete! Pero conste que yo me quedaré con los niños —gritó mamá—. Anda, ve, ¡lárgate!

—Ya basta —Una voz grave y firme se oyó después—. No grites, los niños pueden despertar y oírte.

—No me importa. ¡Que sepan, que sepan que nos dejas por otra!

Se oyó el sonido de un vidrio romperse en trizas en el suelo. Debe ser la botella que siempre toma mamá.

—¿De qué demonios hablas, Ann... no hay otra. No hay nadie. Entiéndelo —habló papá con un tono irritado.

—¿Entonces por qué nos dejas? Haneul... ¿Por qué nos abandonas? Porqué... —Mamá rompió en llanto.

—No los estoy abandonando. No a mis hijos. A quien dejo es a ti, Ann. No puedo más con tus celos, tus adicciones y sobre todo la manera en cómo odias a Jungkook —expuso papá, y no pude evitar abrir mis ojos.

—¿Qué?

—¿Crees que no sé cómo lo apartas? Él no tiene la culpa de todo lo que está sucediendo. Esto es solo entre nosotros dos.

—Es porque desde que nació todo empezó a ir mal —afirmó ella fríamente—. Y cada vez que lo veo... sus ojos, su cabello, su boca. Todo. ¡Todo, absolutamente todo es igual a ti, es tu misma imagen! Lo odio... me repugna tanto, pero... sí lo mantengo conmigo solo así volverás y... y no me dejarás.

—Ann... estás mal... Eso solo me demuestra que no puedes cuidar a nuestros hijos.

—¡No te los llevarás y punto! —exclamó ella.

—Eso ya lo veremos, sin embargo, los papeles de divorcio están sobre la mesa, lo quiero firmado mañana a primera hora.

Los pasos de papá sonaban como si estuviera molesto.

—Espera... ¡No! ¡Por favor, no! ¡No me dejes! ¡Por favor, Haneul! Amor, no te vayas, cambiaré... —Los pies descalzos de mamá corrieron tras papá, empezó a llorar y a suplicar—. Trataré bien a ese niño, y a ti, en serio. Si te vas, Hoseok estará triste, por favor, no te vayas.

¿Papá se irá? No... no quiero, no...

—Te lo prometo, cambiaré Haneul. No me dejes.

¿Mamá... cambiará? No escuché mal. ¡Mamá dijo que cambiaría y me trataría mejor! Tampoco quiero que Hoseok esté triste.

Pero para ello... papá no debe irse.

—¿Jungkook? ¿Qué haces? ¡No!

Empujé a mi hermano y salí corriendo de la habitación.

—¡Papá, no me dejes! Papá... ¡no te vayas!

De pronto ya me encontraba aferrándome a la pierna de mi papá, y empecé a suplicarle mientras las lágrimas resbalaban por mis mejillas. Mi papá me miró con los ojos bien abiertos al igual que mamá, que estaba arrodillada a mi lado, era la primera vez que la veía tan desarreglada, su cabello desordenado, su maquillaje corrido y su vestido manchado de vino, incluso sus pies estaban sangrando después de pisar los pedazos de vidrio del suelo.

Asustando a un fantasma | TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora