🩰Capítulo 2🩰

8.8K 432 40
                                    


Alicia Voronin Smirnova

Las mansiones en Roma eran sin duda unas obras de arte, los diseños, las pinturas, las estatuas... Italia era uno de los países más hermosos que había visitado. Después de Rusia, este era mi segundo hogar.

Las puertas de madera caoba son abiertas de par en par para nosotros, mis padres entran detrás de nosotras. Ivan llegaría más tarde junto con su familia, al igual que Lukyan, desgraciadamente, debía agregar.

—Ben arrivato. —Mi tío Lorenzo nos recibe con un efusivo abrazo a los cuatro—. ¿Qué tal estuvo el vuelo?

—Agotador, pero me alegra estar aquí. —Mamá vuelve a abrazarlo y papá se tensa de pies a cabeza.

—Creo que fueron suficientes abrazos, printsessa. —Elaine y yo contenemos la risa, se había molestado.

—Deja de ponerte celoso, Alexei, todos sabemos aquí que mi amiga babea por ti. —Nuestra tía Roxanne baja las escaleras con un hermoso vestido azul cielo, este se ajustaba a la perfección a su torso y se desplegaba alrededor de su cintura como una cascada. Llega hasta mamá y se funden en un abrazo—. Me alegra que hayan llegado bien, las últimas semanas todo ha sido un caos por aquí.

—De eso quería hablar contigo, Lorenzo. ¿Quién demonios está generando tanto desastre? Para ir y matarlo de una maldita vez. —Papá en muy pocas ocasiones medía sus palabras al amenazar a las personas frente a nosotras y, normalmente, como ahora, mamá le daba un manotazo en el brazo por hacerlo.

—Primero déjenme saludar a mis sobrinas, podrán hablar de asesinar personas en la cena. —Mi tía abraza a Elaine y a mí me besa en ambas mejillas—. Estoy ansiosa por ver sus presentaciones.

—Te van a encantar, llevan practicando semanas, ¿cierto mis niñas? —Mamá nos toma de la mano y sonrío.

—Quedarás con la boca abierta, te lo prometo —responde Elaine por ambas, ella siempre me salvaba en este tipo de situaciones.

—Damas y Alexei, antes que nada, quiero presentarles a dos caballeros, son nuestros principales socios junto con los Salvatore, solo que ellos están del todo en el narcotráfico y nos están ayudando a mantener el orden.

Se abren las puertas que dan al recibidor, dejando ver a dos hombres altos, con piel bronceada, traje y jodidamente apuestos. Los hombres rusos estaban bien, pero los italianos eran otro nivel.

—Ellos son los hermanos Coppola, Camillo y Marcello. —Ambos asienten a modo de saludo.

Al que habían llamado Camillo era unos centímetros más bajo que su hermano, su pelo caía despreocupadamente alrededor de su rostro. Una barba incipiente adornaba su cara, dándole un aspecto maduro y a la vez juvenil. El traje se le adhería como un guante al cuerpo, sus músculos se veían definidos a pesar de la ropa que los cubría, sus piernas largas y torneadas eran una completa distracción. Un tatuaje adornaba su mano izquierda y podía apostar que este se extendía por todo su brazo.

Era demasiado atractivo. Elaine hacía lo mismo, pero con el otro hombre, Marcello. Qué pasó con el cuento de que tenía novio, ¿eh? Pues yo lo sabía, Ivan estaba enamorado de mi hermana, pero ella no, había aceptado ser su novia porque sabía que era un hombre que la valoraría y respetaría. Ella había apostado por un futuro en el que no sería maltratada, aunque eso jamás sucedería mientras nuestro padre estuviera vivo. Él mataría a cualquiera que se atreviera a hacernos daño, incluso hacernos derramar una lágrima.

—Es un placer conocerlos, señor y señora Voronin —dice Marcello, él parecía ser quien mandaba entre los dos—. Señoritas Voronin.

Tenía una voz gruesa, el acento italiano estaba marcado en cada una de sus palabras. Esos hombres parecían el tipo que provocaba que te corrieras con tan solo tocar ​​la piel.

—Es un gusto —decimos mi hermana y yo al mismo tiempo.

I da, eto tak. Y sí que lo es —me susurra Elaine al oído.

—Ahora sí, vayamos a la sala, tenemos que ponernos al día. —La tía Roxanne nos arrastra a la sala, en el camino tomo a mamá de la mano y la arrastro con nosotras. Necesitaría un escudo si quería sobrevivir al interrogatorio de mi tía.

***

Era cerca de medianoche, no podía dormir, así que había salido en busca de una habitación con espejos. Por suerte, el gran salón tenía una pared repleta de ellos y el piso era de madera. Hago el estiramiento y me pongo los auriculares, Winter comienza a sonar transportándome a donde solo la música y el baile podían. Había armado una coreografía con esa canción tras haber escuchado repetidas veces practicar a Elaine.

Me pongo en la posición inicial e inicio, dejo que la memoria muscular haga su trabajo. El ballet era mi refugio, era mi manera de expresarme. Desconocía la razón por la que se me dificultaba expresar lo que sentía, desde niña mis padres siempre habían demostrado cuánto me querían, y aun así, me cerraba en banda cuando lo hacían.

Dejo fluir esos pensamientos a través de mis pasos, las emociones eran el mejor estimulador para la perfección, no importaba lo que hicieras, podías transformar lo que sentías y usarlo a tu favor.

Desenvaino el puñal escondido entre los pliegues de mi tul cuando veo una sombra a través del espejo. Lo lanzo y este se incrusta en la pared, a escasos centímetros de la cabeza del intruso.

—¿Qué demonios haces? —Me quito los auriculares y encaro a un Camillo escasamente sorprendido—. Pude haberte matado, idiota.

—Pero no lo hiciste. —Acomoda su cabello hacia atrás, tensando los músculos de su antebrazo.

—No iba a tirar a matar sin saber quién era. —Mi fuerte eran las armas, pero no estaba de más ser precavida en ocasiones—. ¿Cuánto llevas ahí espiando?

Se sienta en uno de los sillones y me da lo que parecía ser una sonrisa.

—No estaba espiando, niña, vengo aquí siempre que tengo insomnio.

—Primero, no me digas niña, segundo, pararte entre las sombras, me suena a espiar. —Pone los ojos en blanco ante mi arrebato. Cruza las piernas y extiende los brazos en actitud relajada pero imponente. La camiseta se le eleva un poco, dejando a la vista una línea de su piel bronceada.

Trago saliva y aparto la mirada.

—Eres una niña, qué edad tienes, ¿dieciséis?

—Ja, tengo diecinueve y el mes que viene cumplo veinte. —El sillón más cercano que había, además del que donde él estaba sentado, estaba al otro extremo del salón, lo que agradecía muchísimo, ya que la temperatura en mi cuerpo había comenzado a subir.

Comienzo a desatar mis zapatillas, ignorando su presencia, podía sentir su mirada fija en mí, era como acero caliente.

—Bailas bien.

—Lo sé, soy la mejor bailarina de toda Rusia a pesar de ser solo una «niña».

Stupefacente. Sorprendente —susurra, el salón tenía demasiado eco.

—No debería serlo, todo el mundo lo sabe. —Termino de quitarme las zapatillas y me pongo las pantuflas. Cuando elevo la mirada, lo encuentro sonriendo, pero esta vez de verdad—. La próxima vez buscaré otro lugar para bailar.

—No te preocupes, seguro que podremos compartirlo.

—Seguro que sí —respondo con ironía, me pongo de pie y tomo mis cosas—. Buenas noches.

Comienzo a caminar a las puertas del salón cuando lo escucho decir:

—Buenas noches, principessa russa.

Un escalofrío me recorre al escucharlo, no era la primera vez que me decían así, mucho menos «princesa», papá lo hacía todo el tiempo. Pero en esta ocasión se sintió diferente, más... íntimo.

En ese momento desconocía el caos que agitaría mi vida, en especial el que el italiano traería.

​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​ 

Huyendo de un mafioso © Libro 2 || [Disponible en físico y ebook en Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora