4. Pesadilla

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Me paso todo el día durmiendo, y para cuando me vuelvo a despertar no sé la hora que es. Me levanto y hago lo que me dijo William, así que me dirijo hacia el armario y cojo una muda nueva, junto con algo de ropa interior. Voy al baño para poder lavarme e intentar sacar un poco el estrés que llevo encima.

Cierro la puerta detrás de mí para dejar las cosas encima del inodoro. Estoy a punto de cerrar la puerta con llave, pero recuerdo que ya no estoy en mi casa, así que me tengo que resentir y abrir la llave del baño. Giro la manecilla de la bañera hacia la parte caliente y coloco el tapón en la parte del desagüe para que no se salga el agua. Me desnudo y coloco todo en el fregadero, ya que no hay ninguna cesta para la ropa sucia. Cuando veo que el agua ya llega por la mitad de la bañera, me meto dentro para poder relajarme un par de minutos. Agarro la esponja y pongo un poco del gel para empezar a limpiar mi cuerpo. Como estoy dentro del agua, enseguida se me quita el jabón. Entonces me pongo el champú para empezar a enjabonarme el pelo, aclararlo y aplicar el acondicionador. Cuando termino sigo dentro de la bañera unos minutos más, pues, la verdad, no me apetece para nada salir del agua. El calor y la tranquilidad me relajan.

No sé cuánto tiempo pasa, pero al final salgo y cojo una toalla para secarme. Me pongo la ropa nueva y, como me había dicho William, me queda como un guante. Me recorre un escalofrío al comprobar que ese hombre sabe mi talla exacta.
Como no hay secador, me tengo que poner una toalla alrederor del pelo para poder secármelo un poco.

Cuando salgo del baño, veo que hay una bandeja con un par de tostadas con mantequilla y huevos; un yogur de limón; un vaso de zumo de naranja y un croissant con chocolate, junto con una tarjeta:

Querida Julia,

Sé que seguramente no estés en tu mejor momento y tal vez sigues sin tener mucho apetito, pero aun así me he tomado la molestia de hacerte algo antes de tener que irme a trabajar. Volveré antes de la hora de comer, así que de momento tan solo te he hecho esto. Cuando regrese, pasaremos un rato juntos, así que intenta comer algo. Necesitarás energía para luego.

Con cariño, el amor de tu vida.


Dejo la carta encima de la bandeja otra vez.

Por mucho que no quiera complacerlo al comer algo que él me ha preparado, cedo y engullo.

La verdad es que está todo muy bueno. Tengo que admitir que el tío sabe cocinar como dios.

Después de comérmelo todo, dejo la bandeja a un lado de la puerta y me tumbo encima de la cama. Me paso tanto tiempo mirando al techo y pensando que puedo hacer para intentar escapar que pierdo la cuenta de cuántas horas han pasado.

Un pensamiento me recorre la mente: si quiero salir de aquí, ¿sería mejor ser sumisa y acceder a todo lo que William me diga?

Me quedo dormida, y cuando me vuelvo a despertar mis ojos enfocan el techo del cuarto. Pero al echar un vistazo a mis alrededores, me doy cuenta de que no me encuentro en la misma habitación que antes. Es más, ni si quiera soy libre: tengo ambas muñecas rodeadas de unos grilletes, que me dejan cierto margen para mover los brazos aproximadamente medio metro. En cambio, mis piernas sí están libres.

En un lado de la habitación hay una encimera con un desagüe, una manta con varios instrumentos, como bisturís o vendas, y múltiples objetos peligrosos. El miedo me invade cuando caigo en la cuenta: a esto se refería William con jugar juntos.

Habría continuado explorando mi entorno con la mirada, pero el sonido de la puerta me devuelve a la realidad. Volteo la cabeza para ver de quién se trata, como si hubiera una mínima posibilidad de que quien acaba de entrar no fuera el hombre del pelo azabache.

¿tú me quieres?Where stories live. Discover now