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William y yo subimos a la primera planta, donde están casi todas las salas de la casa, para irnos al salón. Por lo que puedo comprobar, el salón es la primera puerta del principio del pasillo. Al llegar, me encuentro delante de dos puertas, aparentemente cerradas con llave. Seguro que ahí está la entrada.

Al abrir la puerta puedo ver bien el interior: hay un sofá grande de cuero negro con cojines blancos y una manta en un lado de color azul pálido; las paredes son blancas con distintos dibujos de rombos negros; y detrás del sofá, justo delante de mí, hay una mesa de madera negra con un vidrio en el centro. A un lado, hay una estantería con distintas piezas de cubertería de vidrio y varios cajones. Delante del sofá veo otra pequeña mesa, también de color negro, y con alguna revista encima, y delante de todo hay una pantalla de plasma enganchada en la pared con un altavoz en cada lado. Además, hay una ventana en el lado izquierdo, pero por el color del vidrio supongo que es un vidrio tintado para que la gente no vea desde fuera, aunque yo tampoco soy capaz de ver mucho desde dentro. En el techo hay una lámpara de araña y en el lado derecho de la pared hay una puerta, que no sé a dónde lleva.

Siento cómo me suelta la muñeca, la cual me había estado agarrando todo el rato, para cerrar la puerta detrás nuestro y acercase al sofá.

—Mi amor, ven aquí, ¿no te apetece ver una película conmigo? —me pregunta William con una voz melosa, que en este instante no me está causando nada más que asco.

Pero sin tener consciencia de mi cuerpo me muevo hacia su lado. Creo que es por el miedo que le tengo y no por nada más. Enciende la televisión y veo cómo entra en Netflix para poder elegir una película.

—Julia, luz de mis ojos, ¿ya sabes que tipo de película quieres ver o no lo tienes elegido? —me pregunta

—Me da igual, la verdad. Elige tú —él acepta, gustoso, poniendo la sección de pelis y comedia. Se levanta del sofá y se va hacia la otra puerta que hay en la sala.

—Enseguida vengo, voy a por unas palomitas, refrescos y patatas. Si quieres, ve eligiendo alguna. Ah, y como te había dicho, quiero que para la próxima vez sigas usando apodos cariñosos. Innova un poquito, por favor; eso de pajarillo no me termina de gustar —yo asiento y veo cómo se va por fin. Sin darme cuenta, dejo escapar un suspiro que estaba reteniendo un mi garganta. Al cabo de unos minutos regresa y deja todo encima de la mesita
Luego va a la estantería y coge un par de vasos de vidrio antes de volver a su sitio.

Luego agarra la manta y se sienta a mi lado para poder taparnos a ambos con ella. Coloca un poco de refresco en cada vaso; se nota que lleva tiempo observándome, pues ha traído mi refresco favorito. Abre las bolsas de patatas y agarra el bol para colocarlo entre los dos, y le da al play. Estamos así un rato pero, la verdad, no estoy muy atenta a la película. Tengo la mente en otra parte.
Cuando termina la película, William me deja en la sala mientras él se va a algún sitio que desconozco y tampoco quiero conocer. Más tarde cenamos y él me deja otra vez en mi acogedora habitación.

Toda la semana pasa así; él se va por la mañana y algunos ratos de la tarde, y deja la comida echa a un lado de la puerta de la habitación. Cuando llega me deja ir a mi aire por la casa, a excepción del sótano, la planta de arriba, su despacho y el vestíbulo.
Debo admitir que su casa es bastante bonita y tiene muchas cosas increíbles, como una biblioteca enorme, que era uno de mis sueños de pequeña;  también una piscina interior; y una zona con distintos videojuegos.

Durante estos días, no sé casi nada de lo que sucede fuera de las paredes de la casa. No habría estado muy preocupada por las cosas que estan sucediendo si no fuera porque William me dijo que cada semana pasaríamos un rato jugando juntos. Tan solo soy capaz de llevar la cuenta de los días que pasan porque en un lado de la mesa hay un pequeño calendario. Ya ha pasado una semana.

¿tú me quieres?Where stories live. Discover now