02. Grandes promesas.

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GRANDES PROMESAS.
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Feryal Vedasto cruzó las puertas de la ciudad de Valtaria una semana después de haber salido de su hogar.

La comitiva estaba conformada por trescientas personas dispuestas en servicio de su soberana, desde sirvientes, camareros y peluqueros, hasta másteres y miembros de la esfera más alta de Val Velika, así como pajes, escuderos y una guardia especial seleccionada para seguridad de la reina Vedasto.

Ella realizó todo el camino en una litera bien equipada, pero cuando atravesó las tierras de Valtaria se le fue enviado un carruaje color ébano, con detalles en el trabajo de los más cuidadosos artesanos en la ebanistería y acabados de orfebres especializados en el oro, con un interior cubierto en el más suave terciopelo.

A un lado, el relieve sobre las portezuelas mostraba al dragón de los Sinester.

Feryal eligió un vestido de muselina celeste, con finos brocados y piedras preciosas cosidas de manera elegante en el corpiño, por su cabello caían hilos de oro que se enroscaban hasta terminar en una fina diadema sobre su cabeza.

Esa era la primera imagen, delicada, majestuosa y pulcra, que el pueblo recibió de su soberana.

La reina fue recibida por un carnaval con pífanos y tambores que recorrieron en festejos toda la ciudad, cuando llegó al palacio negro, una gran edificación de picos en punta y miles de ventanas, observó a su prometido esperando en la esplanada.

La multitud ya había quedado atrás, pero su espectáculo seguía teniendo público, esa vez la cantidad de nobles valtenses que todavía estarían decidiendo si sería útil o no a sus intereses.

Lysander Sinester iba vestido con botas altas de cuero negro, del mismo color que su pantalón y la chaqueta con brocados de oro.

La imagen del poder y la elegancia.

Emery, Layán y Mert, sus damas de compañía, quedaron rezagadas mientras ella esperaba con elegancia el acercamiento de su prometido.

De soslayo, pudo ver la aprobación en el rostro de su padre.

El príncipe Lysander la tomó de ambas manos y dejó un beso en sus dedos, el leve roce de sus labios coloreó sus mejillas con torpeza.

Se reprendió a sí misma por el gesto.

Detrás de él, el rey Aeto Sinester y el primer Comandante Raelar Sinester, esperaban como dos verdugos al acecho.

Feryal no se sentía incómoda, ya que conocía las maneras de su futura familia.

──Bienvenida, Feryal.

──Gracias, Lysander.

Luego del breve intercambio, Feryal tuvo que retirarse a sus aposentos, en una situación más habitual lo mejor sería esperar una semana de festejos y bailes, antes de dar paso a la ceremonia, pero una vez que estuvo alojada en sus aposentos, su padre entró para anunciar que esa misma noche sería una mujer casada.

Todavía había mucha información por procesar, Feryal siguió a su padre a la habitación contigua, buscando privacidad entre los sirvientes que debían acomodar los muebles y equipaje elegido por la reina.

──Esta noche es demasiado pronto, creí que tendríamos más tiempo de conocernos.

──Hija mía, se conocen desde que eran niños, no hay relación más cercana que la suya.

Pero Feryal no podía estar segura.

Todavía no había tenido tiempo alguno para hablar con el que sería su esposo, le parecía alucinante el hecho de que no fueran capaces de pasar un tiempo juntos, al menos fingir un cortejo por el afán del buen gusto.

Penumbra invernal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora