1-.Un nuevo día.

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Estaba acostada sobre mi cama. Bostecé antes de abrir los ojos y poder ver el reflejo del sol entrando a mi habitación. Aún tenía algo de sueño, pero eso no le ganaba a la sensación extraña que sentía, a pesar de haber bostezado no me dolía la mandíbula, algo que siempre solía ocurrirme debido a un golpe en el pasado.

—Qué extraño —pensé para mí misma e ignorándolo a la vez.

Al final de cuentas no era nada importante. Decidí levantarme para poder ir a la cocina y buscar algo de desayunar antes de irme a la escuela, pero no pude hacerlo. No podía mover un solo musculo de mi cuerpo.

—¿Qué?

Intentaba mover mis manos, mis pies ¡Dios! mis dedos y nada. De pronto un increíble miedo se apodero de mí, comencé a perder el control de mi respiración o al menos, eso pensaba, ya que tampoco podía sentir mis pulmones contrayéndose por la agitación en mi... es más, de hecho ni siquiera podía sentir mi corazón latiendo.

—Tal vez estoy alucinando —pensé, cuando recordé que justamente había despertado por un fuerte dolor en mi estómago y un mareo intenso.

Mis labios no se movían y yo intentaba gritar, habían pasado tal vez algunos diez minutos desde que había despertado y seguía sin poder hacer nada. De pronto un pensamiento llego a mi mente sin siquiera llamarlo.

—Estoy muerta —Un fuerte ruido me despertó de golpe, estaba agitada, sudando y con los ojos llorosos—. Cielos, solo fue un sueño —dije con consuelo —Nunca antes me había pasado eso, el hecho de soñar con mi propia muerte pero pienso que tal vez fue debido a los estruendos afuera, una tormenta había llegado a la ciudad.

Revise el reloj puesto sobre la mesa de noche, pasaban de las 3 de la madrugada y la tormenta no paraba, al igual que mi mente no dejaba de pensar en ese sueño. Solo los truenos se escuchaban y el agua cayendo por mi ventana, y de vez en cuando un poco de luz entraba por ella producto de los relámpagos que me regalaban un poco de claridad en mi obscuridad. Era por eso de hecho que amaba los días así, porque eran los únicos momentos en donde sentía que el universo me daba al menos un poco de consuelo, diciéndome que entre tanta obscuridad podría existir luz y paz.

Tomé mi sabana, me cubrí hasta la cabeza y dejando mi mente en blanco con una linda melodía de meditación y aquellos hermosos truenos de fondo, me fue ganando de nuevo el sueño.

Al cabo de algunas horas desperté producto de la luz que entraba por mi ventana. Eso era lo único que no me gustaba, muy a pesar de que mi habitación era el ático y al pasar de algunos meses había logrado que fuera un lugar cómodo, me molestaba demasiado que la luz pegara de golpe; aunque era lógico, al ser la única casa en la calle que era de dos pisos.

Caminaba entre mi habitación buscando mi uniforme, pero no encontraba mi falda. Busqué en mis cajones, debajo de la cama, sobre el peinador, en la repisa de los libros ¡Cielos! Incluso en los cajones del escritorio donde solía ponerme a dibujar.

—No la lave —Lo recordé inmediatamente—. Soy una tonta.

Tuve que improvisar. Tomé la blusa del uniforme y un pantalón mezclilla color celeste, además me coloqué una sudadera gris y solamente me recogí el cabello en una coleta simple.

Agarré mi mochila de la silla que usaba para usar la computadora sobre una mesa vieja al fondo de la habitación y caminé a la puerta. Dejé las pulseras que usaba los fines de semana y las colgué en la pared, en una pequeña barra de madera con clavos que usaba como llavero, justamente a un costado de los carteles de mis bandas favoritas.

Antes de cerrar la puerta voltee a ver el reloj. Justamente eran las siete de la mañana, bajé corriendo las escaleras, pero como si fuese un impulso dentro de mí, me frené. Es como esas acciones que haces sin tener control alguno.

Lágrimas EscondidasTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang