EXTRA III

4.7K 193 2
                                    


GIORGIA

INSPIRADORA (Maria Becerra)

17 de agosto

Limpio la barra del mostrador, son las tres de la tarde y mi turno recién empieza. Y ha empezado con una señora volcando su café justo cuando iba a pagarme. Perfecto vamos.

–¿Ha habido aquí una guerra del café? – pregunta el de acento andaluz al ver el cappuccino tirado por la barra.

Levanto mi mirada y veo que me sonríe.

–Eso parece.

–Lástima que no haya estado para verlo pues.

Pablo sonríe y yo por inercia termino haciendo lo mismo.

–¿Cómo tú por aquí? – pregunto con curiosidad.

–Bueno, venía a salvarte de la guerra mundial de la cafeína, pero veo que llego un poco tarde – vacila.

Ruedo los ojos mientras limpio el mostrador.

–No es gracioso Pablo.

Él sonríe.

–Anda te ayudo – dice, acercándose a la barra.

–No – digo al instante, pero es tarde porque Pablo ya se ha metido detrás del mostrador y ha cogido un trapo –. Pabs no hace falta que – él frena en seco y me mira.

–¿Pabs? – pregunta extrañado.

Quizá era demasiado pronto para los apodos bonitos.

Qué va, si os dan ternura.

Gracias consciencia por animarme tanto.

–Si Pabs. No tienes que limpiar tu eso. Es mi trabajo y – bufo indignada al ver que coje un trapo y se pone a limpiar el líquido a mi lado.

–Giorgia déjame ayudarte si quiera. No me cuesta nada.

A mi si me costaba que él viniera y quisiera salvarme de todo. Era capaz de hacer las cosas sola. Y llamarme terca, pero prefería hacer estas cosas sola. Al fin y al cabo era mi trabajo.

–No seas terco.

–¡Eres tú la terca Gio! – dice él.

–No soy terca, solo quiero hacer mi trabajo.

Al final, Pablo acaba conmigo limpiando el mostrador lleno de cappuccino hasta que se dan las cuatro y llega mi tío.

–¡Hombre Gavi! – dice mi padre con una sonrisa –. ¡Andrea mira quien ha venido! – se gira para llamar a mi tío y yo me muero de vergüenza.

El andaluz reprime una risa y me mira.

–Que sepas que no me molesta tu familia. Es más, los adoro. No te preocupes por eso – murmura, mirándome.

Mis mejillas arden levemente y lo hacen más cuando llega mi tío Andrea y él y mi padre hablan con el moreno.

Cuando mi padre y mi tío se van, miro a Pablo, quien reprime una risa.

–Tendrías que haber visto tu cara, morena.

Ruedo los ojos y él se ríe.

–¿A qué has venido?

–A llevarte al mejor lugar de Barcelona, Giorgia.

Tras que Pabs hablara con mi padre, no sé sobre que, mágicamente, mi padre me deja irme dos horas antes de mi trabajo.

Me cambio el uniforme por mi ropa común, una camiseta blanca y unos tejanos claros, junto con mis Converse negras que siempre llevo puestas.

Salimos de Angelo y sigo a Pablo hasta un aparcamiento, donde acabamos enfrente de una moto.

–No sabía que tuvieras una moto.

–Bueno, soy una caja de sorpresas, lo sabes.

Sonríe y me pasa un casco.

...

Llegamos a un parking y Pablo aparca. Bajamos y no reconozco el sitio.

–¿Dónde estamos Pabs? – pregunto mientras caminamos colina arriba.

–¿Vives en Barcelona y nunca has venido al Tibidabo? – pregunta y yo al oír el nombre del lugar recuerdo viejos momentos.

Flashback

–¡Mamá quiero subirme a la noria! – gritaba una pequeña Gigi de tan solo seis años de edad.

–Espera que tengo que cambiar a tu hermano cielo. ¿Steffano la llevas tú? – preguntó la madre de los hermanos Angelo.

El padre de la familia asintió y tomó a su hija en brazos.

–¿A cuál cabina quieres subirte, cielo?

–¡A la azul!

...

–Vine con mis padres aquí una vez. Mi hermano no tenía ni un año – digo, algo apenada.

Él asiente.

–¿No has vuelto desde entonces? – pregunta.

–Nunca.

–Pues vamos a pasárnoslo bien tu y yo hoy aquí. Y luego vemos el atardecer en la noria. Si no te dan miedo las alturas claro.

Ambos sonreímos y entramos al parque.

Pasamos la tarde montarnos en las atracciones. También visitamos la pequeña iglesia que hay en el lugar más alto y luego, vamos a la noria. A la azul, como cuando vine con mi padre.

–Mi madre siempre me decía que esto era un palacio de princesas y que solo si me portaba bien podría venir. Es una chorrada pero – digo, mirando hacia otro lado.

–Nada que tú digas es una tontería Giorgia.

Sonrío y vuelvo a mirarle, aunque con eso último él se ha adelantado. Miramos el atardecer mientras la noria asciende hasta lo más alto.

–¿Por qué será que siempre acabamos viendo atardeceres o amaneceres? – pregunta.

Río.

–Es verdad, hay que ser más creativos con los planes Pabs.

Él sonríe y mi corazón se acelera.

Acercamos nuestros cuerpos hasta quedar a escasos centímetros, pero justo cuando vamos a besarnos, pican a nuestra cabina. Ambos nos giramos y vemos que ya debemos bajarnos. Pablo maldice por lo bajo y yo reprimo una risa al ver su enfado. Aunque no sé si hubiera besado a Gavi si nadie nos interrumpiera.

¿Lo haría?

__

Vuestro regalo de Navidad adelantado, espero que os haya gustado ❤️✨

ANGELO | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora