El Sabor De La Vida

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Había una vez una reina que salió de su palacio y le dijo a los sirvientes que le sirvieran lo más rico de su reino.

Los sirvientes temblaron, ya que sabían que la reina tenía un carácter feroz y que tenía a un zorro el cual tenía un apetito voraz y que se había comido al último cocinero. Un tipo llamado Mori, el pobre había protestado diciendo "¡Nai, nai, nai! ¡Mi comida es la mejor del reino, Suzuka-joou!"

"Eso dices tú... ¡Pero mi lengua no! ¡Arrojenlo al zorro!" la reina dio la orden y ahora el castillo no tenía cocinero.

La reina se impacientaba más, ya que había probado todo lo que su reina podría ofrecer y nada la satisfacía.

Un día un campesino llegó al palacio diciendo que tenía un nuevo cultivo que le había regalado una planta desconocida y que tal vez fascinaría a la reina.

La cual al escuchar las palabras de su consejera Kikuchi decidió hacerle caso y mandar a traer al hombre.

"Se llama tomate" expresó el hombre sin mirar a la reina, que se levantó de su trono para admirar a la planta y ver aquellos frutos de tono rojizo que pendían de las verdes y saludables ramas.

"¿Cómo sé que esto no me puede envenenar?" preguntó viendo con desconfianza al anciano hombre, que tembló al ver la mirada fija de la reina sobre él.

"Nunca haría algo así mi reina... Pero si quiere, puedo probar que es algo magnífico para usted, solo déjeme llamar a mi hija, ella los probará para usted.

El anciano no le dio tiempo de contestar a Suzuka cuando con débil voz pronunció el nombre de su hija.

"¡Yui!…¡Hija mía, ven y postrate ante nuestra señora y muéstrale las maravillas de tu cultivo!".

Un murmullo se escucho en el palacio, para que entre varias personas saliera una figura pequeña, delicada y caminara suavemente con la cabeza gacha para evitar mirar a los ojos de la reina.

La cual sintió algo en su corazón al ver a aquella tierna figura moverse con gracilidad hacia ella y echarse a tierra para mostrarle su respeto.

"Señora mía, no tema el que mi planta le haga daño... La he encontrado en el bosque y la he cuidado con amor... Hasta verla crecer y mi padre decidió que usted debía tenerla" Yui levantó la mirada, dándole una sonrisa tímida a la reina, la cual sintió otro latido extraño en su corazón al ver la belleza de aquella chica. "Ahora la probaré para que usted pueda convencerse de que es un regalo y no una amenaza" dijo arrancando uno de los frutos de aquella planta y llevándoselo a su boca bajo la mirada atenta de la reina, que sólo podía mirar como los labios de Yui tocaban la piel de aquella fruta y succionaban suavemente el jugo que salía de aquel manjar.

Suzuka ya no sabía si estaba interesada en probar el fruto.

Lo que sí sabía que es que tenía que tener a Yui para calmar su apetito.

Sintió la cara caliente al oír sus propios pensamientos.

Ella no era ese tipo de persona.

Había estado tanto tiempo en la guerra que para ella era todo armas y peleas a muerte.

Después de ello no tenía tiempo más que para gobernar, su padre había confiado en que su hija sería una reina excelente.

Así que no podía darse el tiempo para perderlo en tonterías.

Sabía que algún día tenía que casarse pero eso no era importante en ese momento, aún tenía 23 años, tenía mucho tiempo para decidir darle el papel de esposo a alguien...

O esposa.

Ahora que lo pensaba jamás había pensado en ningún hombre.

Siempre había visto a estos como sus compañeros de guerra, con aquellos que podía confiar hasta la muerte, pero no como compañeros para compartir una vida.

La Reina AzulOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz