Capítulo 3

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Odiaba el silencio. Desde siempre había tenido la costumbre de llenarlo con la música, pero ya no era capaz de hacerlo.

Una gota, dos gotas, tres gotas cayeron. Los pasos de mi tía creaban un círculo en el pasto, mientras Margarita oscilaba su mirada entre Asher y yo. Ambos estábamos completamente empapados por la caída dentro de la funde. Mi cabello estaba pegado a los dos lados de mi rostro, la verdad no quería moverlo porque creaba una especie de escudo que me protegía de los demás. 

Asher tiró su cabello hacia atrás, salpicándome en el proceso. Lo miré mal, mientras él me regalaba una sonrisa sarcástica. 

— No puedo creer lo que acaban de hacer —. Rompió mi tía el silencio incómodo y casi le di las gracias por ello.— ¿Cómo se les ocurre?

— Fue un accidente —. Murmuré. 

— No me importa si fue un accidente o no. 

— Emma, por favor cálmate —. Margarita le pidió. 

— No —. Hizo una pausa mirándonos a ambos con desaprobación—. Son casi adultos, entienden que cada acto tiene una consecuencia y esta estúpida rivalidad que tienen siempre nos trajo dolor de cabeza. 

— No quisimos arruinar nada, sólo se nos fue de las manos.

— Se les fue de las manos —asintió deglutiendo las palabras—. Justo hoy que era un evento importante pensaron que estaba bien comportarse como dos inmaduros, no controlarse, es realmente algo decepcionante y sobre todo en tí Rory. 

— Emma —advirtió Margarita. 

Como si fuese un disparo en el aire, rompiendo el silencio tortuoso de una mente intranquila con la única finalidad de terminar de desquebrajarla, la palabra decepción rebotó en mi mente al igual que el eco de la muerte. 

Me quedé sin aire porque me lo había arrebatado, me quedé quieta porque no podía hacer más nada que empaparme en aquella palabra. 

Tragué fuerte, a la vez que el frío del agua comenzaba a subir por mi espina. En todos los años que pisé la posada jamás vi a mi tía de esa manera. Su cabello rojo sólo hacía resaltar aún más los color que se plasmaban en su rostro y que se extendían hasta por dentro de su cabeza. Decir que solamente estaba rojo no le hacía justicia; sus pómulos tan afilados como dos navajas se fundían en el color del acero vivo, no estaba simplemente enojada, no. Estaba teñida de ira y lo peor de todo la había provocado yo, pero por culpa de Asher. 

Lo odiaba porque gracias a él me veían como una decepción. Mucho es ya sentirte como una, pero hay veces que puedes actuar como si no. Ahora era distinto porque ya lo sentía grabado en mi mente. 

Cerré los ojos recordando la audición, reviviendo la pelea en casa después que haya escupido toda la verdad. Con el paso de las semanas me di cuenta que los recuerdos pueden ser aún más ruidosos que la realidad, ahora estaba encerrada en esa cárcel con las palabras que me ataban como si fuesen las cadenas más pesadas. 

No quería ser una decepción y menos para ella, menos para mí único hogar. 

Respiré tratando de volver a mí.

— No nos van a pagar —respondió.

— Podemos reponerlo trabajando el doble —. Dije yo. 

— No, no pueden. No lo entienden. 

— ¿Qué no entendemos? —. Preguntó el chico—. ¿Mamá qué ocurre?

— Estamos en quiebra. Si no reunimos ochenta y cinco mil dolares para el próximo mes la posada cerrará sus puertas —. Le contestó ella. 

Un pitido explotó en mis oídos, como si fuera una bomba nuclear. 

¿Qué?

— Esperábamos conseguir un plazo más largo después de la boda, como un favor por parte del intendente —. Terminó por explicar mi tía. 

— ¿No va a pasar, verdad? —. Preguntó Asher.

— No, pero nos la arreglaremos, saldremos de esta como siempre. Voy a hablar con ellos, ustedes limpien su desastre. 

Dicho eso mi tía se adentró dentro del salón, donde la novia estaba sentada con su nuevo marido mirándonos con recelo, por haber echado a perder parte de su noche. 

Asher tragó fuerte, mientras miraba de una manera extraña a su madre, como si estuviera tratando de descifrar algo que estaba escondido en su mirada. 

Estaba observando todo de afuera, no sentía mi cuerpo ni mi mente. Tal vez era por la cantidad de información que estaba procesando, tal vez era porque realmente no comprendía lo que acababan de decir. 

— Vayan a sus cuartos, todo estará bien. Emma esté estresada por toda la situación, no se sientan mal por esto. Mañana hablaremos más calmados. 

Margarita no tardó en seguir los pasos de la antes mencionada. Se dirigió a los invitados y después de unos minutos la música comenzó a sonar de nuevo y todo el asunto comenzó a tomar un ritmo más natural. 

Justo como antes del accidente.

Sentía que la silla me abrazaba y no me podía mover, todo había vuelto a la normalidad, pero yo estaba envuelta en esa tormenta que había creado. Me llevé una mano al pecho, midiendo mi ritmo cardíaco. 

Escuché el sonido de los pasos de Asher caminando sobre la madera de la caseta, pero no fui capaz de mirarlo.

Aún tenía las palabras de Margarita rebotando en mi mente. La posada cerrará sus puertas, se las quitarán si no reunían esa cantidad de dinero para finales del mes. 

Con sólo pensar el monto de la cifra me daba escalofríos. La posada podía reunir ochenta y cinco mil dólares en todo un año, pero no  en un sólo mes. Unas ganas de vomitar me invadieron, me llevé las manos a mi estómago mientras intentaba respirar.

Esto no podía estar pasando, esto no era real. 

¿Qué pasaría si realmente perdían la posada? ¿Dónde irían y a dónde escaparía yo?

La posada era también mi hogar, era mi refugio. Conocía cada pasadizo, sabía que escalones crujían si los pisaba y cómo escapar de turistas molestos. Había aprendido los primeros acordes sentada bajo uno de los sauces llorones, había dado unos de mis primeros shows aquí, pero lo más importante había aprendido a ser libre aquí y esa libertad no me la iban a quitar así de fácil. 

No otra vez, no iba a perder algo que amaba otra vez. 

Asher estaba parado frente a mí y pude ver que había algo oscuro nublando su mirada. Jamás lo había visto así, su rostro estaba contraído en una expresión gris mientras su mirada vacía parecía estar divagando en su mente. 

Entonces me miró, después de unos minutos en silencio, ambos estábamos callados, ambos estábamos a punto de perder algo que realmente nos importaba y por primera vez pude palpar un pacto silencio en el aire. 

Un pacto de dolor, un pacto que compartíamos.

No tenía idea de como conseguir esa cantidad de dinero, pero sabía que haría lo que sea para conseguirlo. 

La melodía del veranoWhere stories live. Discover now