Capituló 21.

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*Narra Apo*

Llegó a su casa mojado hasta la última hebra de cabello; el taxi lo había dejado justo en la puerta de la casa y el azabache se adentró rápido aún cuando las gotas de agua que caían eran casi inexistentes ahora.

Al entrar vio a un emocionado y sonriente Code esperando en el sofá.

¡Hermano! ¿Qué tal? ¿¡Cómo te...
—el menor se dio cuenta de como se encontraba Apo.

Hola, Code —el azabache trato de sonreír, siendo una cosa muy fácil para el contrario adivinar era falsa.

¿Qué pasó..? ¿Estás... —Apo cortó las preguntas del otro.

No quiero hablar ahora; por favor déjame —fue lo único que dijo antes de encaminarse a su habitación; cerrar la puerta y tirarse en piso de la misma.

Eso era lo mejor; terminar todo juego relacionado a sentir o confiar. Muy bien que ya había aprendido que el  más pegado se vuelve el menos confiado.

Sus amigos lo habían adiestrado; su padre lo había practicado y él, ese hombre del cual Apo se había permitido enamorar; ese se había encantado de golpearlo, castigarlo y por fin amansarlo.

El era un animal silvestre e inocente; su sociedad se encargó de destruirlo y volverlo sociedad junto a ellos. Y lo tenia de recuerdo; que las pesadillas no le permitieran dormir, que el contacto en sus manos le hicieran temer, que no podía sentir poco espacio o que el más mínimo tiempo en la oscuridad lo ponía a temblar.

Amaba la lluvia; no por linda o recuerdos de buenos momentos; la amaba porque cada vez que llovía él recordaba ese día, cuando ese hombre había abusado de él.

Cada vez que el agua caía y chocaba con suelo el recordaba que las personas mentían y manipulaban; que fingían y traicionaban. Que el confiar era de idiotas y que esa etapa de su vida ya había pasado.

Y ahora, después de años de juegos sexuales y cosas de una noche para no sufrir se había ido al diablo; todo lo que había tratado de dejar y evitar estaba volviendo a su vida de lleno y sin aviso alguno.

Se las lágrimas del rostro, se levantó del suelo y se encaminó a la cama; —tirándose allí y dejando sus ojos cerrarse.

*Narra Mile*

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*Narra Mile*

Unas cuantas horas después llegó a la casa; silenciosa y oscura. La verdad era que no tenía sueño, hambre o ninguna otra cosa que no fuera la incomodidad de su pecho, sin embargo ahora era más soportable.

El chico del bar [MileApo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora