Omega.

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Los seres humanos solemos ser adictos a aquello que nos hace sentir vivos, para el alfa Lionel Andrés Messi Cuccittini ese algo, o más bien, ese alguien, era el omega Francisco Guillermo Ochoa Magaña.

El argentino daba vueltas por la habitación, estaba nervioso.
–Memo –llamó.

El nombrado salió lentamente del cuarto de baño. – ¿Qué quieres? –respondió cortante. Su cuerpo bañado en sudor.

Messi suspiró, frustado. –Sé que vos no querés tener ésta conversación, pero tenemos que –caminó lentamente hasta quedar frente al portero, el cual, instintivamente retrocedió un par de pasos. El más bajo notó el movimiento, lo dejó pasar.

–No –dijo, su respiración cada vez más pesada.

Leo luchaba en su interior, ¿cómo podría ignorar el delicioso aroma que flotaba por el aire? –Hueles delicioso –comentó sin pensarlo.

Ochoa se inundó de rabia.

El aroma en la habitación cambió drásticamente, la amargura predominó.
Messi se sentía derrotado.

–Guillermo, te he amado por años, he controlado a mi alfa, él sabe que vos no estás listo para entregarte a mí, pero no puedo soportar que te estés acabando a ti mismo –su voz era firme, pero amable, veía al mexicano a los ojos, ninguno estaba dispuesto a apartar la mirada, una acción un tanto desafiante. –Tenés que dejar los supresores –soltó sin más. —Ya no somos igual de jóvenes que antes, tú cuerpo merece poder experimentar un ciclo de calor libremente –razonó.

Ochoa se sentía mareado, su dosis de medicamento cada vez era más alta, pero los efectos cada vez eran menos duraderos. Sabía que su pareja tenía razón, sin embargo, no quería eso, no quería volver a experimentar un calor nunca más en su vida. –No lo entiendes –su voz sonaba molesta, estaba descargando su ira en la persona que menos lo merecía, en su pareja, su todo, su alfa.

–Comprendo que sea un proceso difícil para vos, pero es increíble que en éstos años que te he andado cortejando no te he visto en celo ni un vez, pibe que eso no es normal.

Guillermo se sentía derrotado, regañado, no entendía sus sentimientos en estos momentos, su cuerpo dolía y él mismo podía oler ese aroma que tanto le molestaba, su esencia omega. –No quiero, en serio, sé que soy una carga emocional para ti, qué te he obligado a conformarte con lo poco que te doy, en todos los ámbitos, no solo sexualmente, pero no puedo estar en paz con mi lado omega –respondió firme y sin titubear. El joven de rulos quería continuar, pero ahora su garganta ardía y sus palabras quedaron entrecortadas.
Había comenzado a lagrimar, otra razón para rechazar su naturaleza, siempre lo hacía débil ante Leo.

Lionel sintió la necesidad de proteger al omega lloroso frente a él, Memo no tenía la pinta de alguien frágil, era alto, fuerte y tenía un carácter bastante presente cuándo estaba enojado. Sin embargo, también estaba su lado sensible. –Eres el mejor omega que he conocido –confesó. Messi se acercó, su rostro se encontraba sonrojado por la esencia del precalentamiento del omega y tomó al arquero entre sus brazos. La diferencia de altura era bastante notoria entre ellos, así que el alfa enterró su rostro en el cuello del contrario, mientras que el más alto se encorvó instintivamente, buscando el calor y la seguridad de su alfa.

Francisco olfateó las feromonas de su pareja, se sentían espesas y olían maravilloso, gracias a éstas logró relajarse un poco, se sentía patético cuándo se rompía ante su alfa.

–Ésta vez –comenzó un tanto dudoso, algo que solo Leo podría notar –podría dejar de tomar mis supresores, pero no te aseguro que atravesaré los cinco días completos sin las pastillas –ante los ojos del alfa, se veía tan indefenso.  –Y  tampoco sé si seré capaz de aparearme contigo –el corazón de Ochoa se sentía una mierda, él se sentía una mierda, tenía al mejor alfa que un omega pudiera pedir, es más, era demasiado para él y aún así no era capaz de aparearse con el argentino, se sentía tan insuficiente.

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⏰ Última actualización: Dec 10, 2022 ⏰

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