1: Birmingham.

2.4K 124 1
                                    

1:

" – ¿Y tú quien eres? "

– Por favor, ¡mire este lugar! – exclamé dando una vuelta sobre mis talones mirando el techo de ese bar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.






– Por favor, ¡mire este lugar! – exclamé dando una vuelta sobre mis talones mirando el techo de ese bar. – Hay tela de arañas por cada rincón, las ventanas tienen polvo, las mesas están manchadas. Allí faltan dos luces – señale el lado izquierdo del bar Garrison – Y esto... –intente sacar una mancha pegajosa de la barra que no salió – ¿Esto es sangre?

– Por eso no necesito mujeres aquí. Hacen demasiadas preguntas, hablan mucho y no saben mantener la maldita boca cerrada.

Abrí mi boca indignada y la cerré antes de girarme para mirarlo con odio. – Entonces debería de contratar hombres que sepan limpiar. Este lugar es un asco.

– ¡¿Y por qué demonios querrías trabajar aquí?!

"Porque nací en Estados Unidos, lugar donde no puedo volver si lo que quiero es seguir viviendo. Porque desde que estoy aquí, en Reino Unido, perdí a la única persona que me importaba y a la cual yo le importaba. Porque no conozco a nadie y necesito ganar dinero para tener un lugar donde dormir. Porque me escapo de mi pasado. Porque necesito un presente. "

Pero esa es una respuesta demasiado larga.

– Porque tengo hambre.

Harry, el dueño del bar número seis al que vine a pedir trabajo, me mira con algo de lástima.

– Eres bonita, joven. ¿Que hace una muchacha como tú en el infierno de Birmingham?

Elevé uno de mis hombros – Es más barato que Londres.

El hombre de acento irlandés sonrió y asintió. Suspiró demostrando cuánto lo había hartado y, al fin, dijo eso que tanto había deseado por. – De acuerdo. Vuelve aquí a las seis de la tarde. Los demonios llegan alrededor de las ocho o nueve pero tendré que enseñarte un par de cosas antes. No quiero decir que estás contratada. Solo...probaremos unos días. Así dejas de hablar de una vez – murmuró sin miedo a que lo escuche.

Era tanta mi alegria que amague a abrazar a ese hombre al que había torturado con mi parloteo por casi media hora, pero me contuve. Le agradecí de corazón y le prometí que estaría allí incluso antes de la hora acordada.

– Diablos, no. Ven aquí a las seis, niña. Ya hasta me duele la cabeza de tanto oír tu voz.

Ignore el desagradable comentario y me fui del bar. Trabajar como mesera no era mi sueño. Absolutamente para nada, pero realmente necesitaba el dinero. Me había recibido como enfermera justo un año antes de viajar a Londres pero mi nombre no podía quedar registrado en ningún lugar.

Por eso Birmingham. Por eso este bar que siquiera me pediría mis papeles.

Necesitaba estar lo más oculta posible y con suerte, que mi existencia pase lo más desapercibida posible.

Caminaba tan ensimismada en mis pensamientos, llevando mi cabeza gacha que a penas podía creer lo que veía cuando levante mi vista. Todo paso tan rápido que no tuve tiempo siquiera a reaccionar.

Estruendos como disparos, gritos, sangre.

Me congele en mi lugar, resguardándome contra la pared de ladrillo fría que estaba a mis espaldas mientras mis ojos no creían lo que veía: dos grupos de hombres vestidos de traje enfrentados unos a otros. Un hombre caído en medio de un charco de sangre, probablemente muerto. Todo a menos de cuatro metros de mi. Y, cuando creí que eso era lo peor, todo se fue al demonio.

Uno de ellos se adelantó apenas unos pasos, elevó su pistola y le disparó justo en medio de la sien a un pobre hombre de bigote prominente que, hasta hace un par de segundos, estaba riendo.

– Mierda... – murmure cuando lo vi caer en seco al suelo húmedo.

Todos estaban con sus armas en alto, tanto pistolas como escopetas, pero después de un mínimo discurso que no oí del último hombre que disparó, los hombres del bando contrario tomaron el cuerpo sin vida y se fueron sin comenzar una guerra de disparos.

Mientras tanto, yo continuaba pegada a la pared, seguramente más blanca que la harina sin creer todo lo que había visto. Arrugue mi ceño cuando distinguí a una mujer con un cochecito de bebé en medio de todo eso pero aun seguía allí, patética y congelada. Poco a poco empezaron a dispersarse pero uno de ellos se percató de mi presencia.

– ¿Y tú quien eres?

Ca.Ra.Jo.

Contraste { John Shelby } (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora