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Mats。

¿Cómo puedo asesinar a esa peleadora y hacerlo parecer que ella se lo merece? Tengo que conducir todo el camino al local con la camiseta mojada. Se seca con el viento y el ardor en mi piel disminuye, pero la ira solo crece. En el local me la quito pues tiene una mancha muy notoria. Por suerte tengo un cambio de ropa; por suerte no hay nadie cerca, no quiero contarle a nadie que hoy me han humillado.

Hoy es un día importante, debo calmarme, hoy necesito tener un humor increíble, una vibra pura, una sonrisa genuina.

A las dos de la tarde llega el equipo de grabación. Me harán una entrevista para transmitirla en vivo por la televisión nacional y en la tarde se repetirá la grabación por televisión internacional. Acá en el país podrán verla los que tengan tele por cable que no hayan podido estar en el directo. Lo que equivale a todo el país. Mientras instalan todo, estoy avanzando en el tatuaje de mi cliente de ese día. Previamente acordamos que su tatuaje lo terminaría en dos sesiones por falta de tiempo debido a esta entrevista. Pese a que dije que debía tener un humor increíble, no he podido. Hoy he sido un tatuador silencioso, nada amigable ni conversador. Odio que esa odiosa tenga poder sobre mi estado de ánimo.

Llaman a la puerta para avisarme que en una hora estarán listos para iniciar la entrevista.

—Entiendo —es todo lo que digo.

Cuarenta y cinco minutos después le digo a mi cliente que puede empezar a vestirse. Mientas recito las memorizadas indicaciones sobre el cuidado del tatuaje, voy tirando a la basura todo lo que por ley debería ser desechado luego de tatuar. Al terminar ahí, voy a la calle para fumarme un cigarro. Cuando veo a Ana acercarse con Isis me acuerdo de la existencia de esa niña y se me viene el mundo encima. Si Isis heredó la mitad del carácter de su madre combinado con la natural conducta inquieta y curiosa de los niños, tenemos por resultado una entrevista televisiva arruinada.

—¿Dónde vas a dejarla mientras me hacen la entrevista? —le pregunto a Ana.

—En mi estudio. La voy a cuidar para que no moleste —me promete.

—Hola, Mats —saluda Isis avanzando a la puerta cuando Ana murmura un amoroso <<vamos, cariño>>.

—Hola —contesto mal humorado. No se supone que una infanta tenga la memoria para recordar mi nombre luego de una sola presentación; ¡no se supone que sea tan educada y agradable si tiene la madre que tiene! <<Es para que sea mejor que yo>> me gritó la peleadora muchacha en toda la cara. Viéndolo desde esa perspectiva, sí ha hecho un gran trabajo: Isis no se parece en nada a su madre, eso es estupendo, el mundo no necesita más gente odiosa.

Veo, sentado en un taburete, mientras la maquilladora me pasa por la cara una esponja que solo ella sabe para qué sirve, a Isis asomada por el marco de la puerta abierta del estudio de Ana. Su máquina de tatuar está sonando, tiene un cliente. Isis tiene más de la mitad del cuerpo escondido, se ve solo una mano con la que se agarra del marco, y la mitad de su cara. Como siempre digo <<natural conducta inquieta y curiosa de los niños>>. Hasta ahora Isis solo se ha mostrado curiosa. Debo reconocer que su timidez o los modales que le impiden entrometerse en el trabajo de los camarógrafos y todo el equipo, es enternecedor. Sus ojos están llenos de curiosidad, pero ella no molesta.

—Hola, linda —la saluda la maquilladora cuando la ve, luego me pregunta a mí sin antes borrar la dulce sonrisa que le ofreció a Isis—, ¿quién es?

—Mi compañera la cuida por las tardes.

—Es una monada. ¿Cómo te llamas, linda?

—Isaori Isbellt, pero mamá me llama Isis —contesta sin mover un músculo, para no cambiar su postura. Aun quiere mirar y al mismo tiempo, no quiere entrometerse en el trabajo de los grandes.

©Sol en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora