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Abro los ojos de repente. Creí que había alguien a mi lado, pues una voz susurró mi nombre. Sin embargo, en esta madrugada, sobre las sábanas negras que una vez fueron testigos de tanto amor, sigo sola. Estoy inquieta. Creo que esto es un presentimiento. Los presentimientos se respetan, existen por algo.

Sobre el pijama me pongo una sudadera que me cubre la mitad del short. Salgo caminando del dormitorio, pero, al bajar las escaleras, empiezo a correr. No sé a dónde voy, mis piernas lo saben.

Me cruzo con James que se vuelve al verme y me pregunta, inquieto, qué pasa. Sigo corriendo, no sé qué pasa y ¿ese hombre nunca duerme? Siento que James me sigue. Me llama. Vuelve a preguntar qué pasa. Doblo las esquinas casi sin detenerme. Necesito llegar y creo que sé a dónde voy. Ya veo la puerta del cuarto de Mats. Aumento la velocidad.

—Por Dios, Brock, ¿qué está pasando? —insiste James, jadeando a mi lado.

Giro la perilla y me lanzo adentro. No veo nada. Mierda, ¿dónde está el interruptor? James lo acciona por mí. Voy hacia Mats, sé que él me llamó. El Beep del monitor se sobrepone a nuestros jadeos.

—¿Brock? —insiste James, de pie frente a la camilla.

—No sé, yo... —Mis ojos borrosos por las lágrimas buscan a mi asistente—, tengo miedo, James.

James se me acerca. Él no duda en estar para mí si lo necesito. Siempre me reconforta si me siento mal. Me abraza en silencio, no sabe qué decir para consolarme, lo que es entendible si no le he dicho qué es lo que me pasa. De pronto, James pega tal salto que me asusto, pienso cualquier cosa, incluso que vio un fantasma a través de la ventana. Me toma de los hombros y me obliga a girarme, hacia Mats, que parpadea perezosamente, ajeno al sufrimiento casi insostenible que dejó con su partida.

Ni James ni yo movemos de nuestros cuerpos nada más que aquello que escapa de nuestro control, hasta que los ojos de Mats se enfocan en nosotros. Entonces James salta al botón de la camilla que una vez nos dijeron que llamaba al enfermero que duerme en el cuarto de al lado cuando no es hora de hacerle a Mats chequeos de rutina. Me sostengo de la camilla o me caigo. Tartamudeo su nombre, su mirada no me dice nada. James, junto a mí, se pasa las manos por el pelo, lleva una natural sonrisa radiante.

El enfermero nos ordena salir, dice que debe chequear a Mats e informarle qué es lo que ha pasado con él. James y yo volvemos al pasillo, entendemos que no será fácil para Mats abrir los ojos luego de creer que solo tomó una siesta y enterarse que se perdió dos años de su vida mientras las personas que él más ama continuaron viviendo sin él.

La voz del enfermero alcanza a llegarnos, pero no la de Mats. Imagino que debe ser difícil hablar luego de dos años de silencio.

Me siento en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y las rodillas levantadas. Finalmente vuelvo a sentirme en paz, viva y, por sobre todo, feliz. Finalmente tengo alma.

—¿Quieres que vaya a despertar a Isis? —me pregunta James. Su mirada tiene brillo.

James necesita de Mats tanto como yo, lo quiere de verdad, igual que yo. Tan grande es su deseo porque Mats vuelva con nosotros, que no le importa perder una oportunidad con la mujer que ama.

—Después —contesto—, cuando el enfermero nos deje ver a Mats. ¿Estás feliz? Nuestro enamorado ha despertado.

James pone los ojos en blanco.

—Siempre que creo que no puedes ser más pesada, me sorprendes con algo.

Existe un estado de la consciencia donde la existencia desaparece a tu alrededor excepto por una persona. Es cuando los ojos se enfocan en alguien en específico y todo alrededor deja de existir: formas, sonidos e incluso el clima. El pensamiento no existe más, el cuerpo no lo sientes, todo lo que existe para la persona es únicamente esa a la que está mirando, solo a él lo ve, solo a él lo escucha.

Me pasó una vez, cuando vi a Mats, apoyado en la pared en su local, sonriendo distraído con un cigarrillo deshaciéndose entre los dedos. Fue la primera vez que fui a buscar a Isis a ese lugar.

Y me pasó una segunda vez, cuando me encontré a Mats en la fiesta de los sábados.

Me está pasando nuevamente ahora, es Mats a quien tengo delante sonriéndome como si me estuviera dando las gracias y todo lo que oigo de fondo es un Beeeee... que no termina.

Esto no es real. Esto no es real. Esto no es real. Esto no es real.

Oír el grito de James, que llama a su amigo por su nombre una fracción de segundos antes de correr hacia él, es una cachetada para mí junto con una voz que trona en mi oído diciendo <<es real>> Voy detrás de James.

Mats sigue en su cama, en la misma posición que nos ha mostrado por dos largos años, con los ojos nuevamente cerrados, después de habernos dados unas esperanzas que nos revivieron. El enfermero le rompe la bata a Mats en el pecho para ponerle el desfibrilador directo en la piel, a la altura de su corazón.

Le ordeno a James que haga algo. Él me mira, pasmado como si no se diera cuenta que tiene la cara empapada de lágrimas que ruedan y ruedan y ruedan como si vinieran de una fuente inagotable de dolor.

—Dijiste que eras el genio de la lámpara, deseo que me lo devuelvas.

—Brock...

—¡Los millonarios cumplen deseos! Devuélvanmelo.

James me responde con silencio y una cara de impotencia. ¿Qué hago ahora? ¿Cómo evito que Mats continúe alejándose? ¿Cómo hago para que me lo devuelvan? Por Dios, quiero saber qué estoy pagando para pedir perdón a cambio de que me lo devuelvan.

—James... —suplico, necesito respuestas.

James me aprieta contra él, con eso comprendo que eso es todo lo que puede hacer por mí. 

—¿Mami? —Oigo la voz temblorosa de Isis.

Bajo hasta ella una cara empapada en lágrimas, enmascarada con un profundo dolor.

—Te oí gritar, mami. —Eso justifica el temblor en su voz.

Abro la boca sin saber cómo explicar esto que está pasando. Detrás de mí está ocurriendo una escena traumática para James y para mí, e Isis mira en esa dirección. En el mismo momento que se le ilumina el rosto con una felicidad genuina, dejo de oír el interminable Beeeee. El monitor junto a la camilla vuelve a sonar Beep... Beep... Beep... Prueba de que el corazón dentro del cuerpo de Mats, vuelve a latir.

Latiendo...

Latir significa vida y me aparto de James para poder verlo con mis propios ojos. El enfermero baja el desfibrilador, sonriéndonos aliviado de lo que logró. Los ojos de Mats vuelven a parpadear e Isis gime desde los más profundo.

—¿Pu-puedo abrazarlo, mami? —tartamudea mi hija.

—Mami no nos negaría un abrazo. —La voz de Mats suena áspera, cansada, irreconocible para todos.

Isis se sube a la cama, luego sobre el cuerpo de Mats y le cae encima. Yo, en cambio, caigo de rodillas al suelo, no logro controlar el llanto. El susto no se me quita, el miedo de perder a Mats sigue fresco en mí, más el descomunal alivio de que no se nos haya ido.

¿A qué estás jugando, maldita Vida?

No estoy segura que una persona pueda hablar luego de dos años en coma y, definitivamente, no abriría los ojos luego de ser revivido, pero ya hemos sufrido demasiado, dejemos la lógica de lado y disfrutemos de este final

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No estoy segura que una persona pueda hablar luego de dos años en coma y, definitivamente, no abriría los ojos luego de ser revivido, pero ya hemos sufrido demasiado, dejemos la lógica de lado y disfrutemos de este final.

Las quiero, disfruten lo que preparé para ustedes.

©Sol en inviernoWhere stories live. Discover now