Capítulo 2

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Ya estamos en diciembre, a pocas semanas para las vacaciones. La mayoría se iban a ir a casa con su familia, pero yo no. Dio gracias de hacer cumplido los dieciocho al poco de empezar el curso, sino... me abrazo con fuerza intentando mitigar el temblor de mi cuerpo.

Desde primera hora de la mañana que llueve con intensidad, y parece que sea plena noche. Da hasta un poco de miedo. A mí la lluvia me deprime incluso en mis mejores días. En ese momento, mientras tocaba Tutoría y todos podíamos relajarnos un poco hablando de cómo nos ha parecido el trimestre (los problemas con algún profesor, compañero de clase, etc.) yo miraba por la ventana con la mejilla apoyada en la palma de la mano con el codo apoyado en la mesa, escuchando en silencio tanto la lluvia que golpeaba con fuerza fuera como las protestas de mis compañeros de clase. El aula hacia un eco tan fuerte que las voces las oía como sí me gritaran al oído, haciendo que sintiera ruidos dentro, como una radio con interferencias.

Yo había tenido alguna que otra disputa con algunas estudiantes de mi mismo curso o superiores. Al parecer no soportaban que una chica tan poco atractiva fuera más lista que ellas. En el mejor de los casos me echaban un cubo de agua sucia encima cuando iba por el pasillo o estaba en el baño, sola. En el peor, me empujaban al suelo y me intimidaban.

Por supuesto, no pensaba decir nada a mi tutora de clase y tener más problemas.

Tan ensimismada estaba mirando el suelo nublado y las gotas de agua deslizándose por el cristal de la ventana, que me sorprendió ver a una chica de pie en el patio, bajo la lluvia, empapándose entera. Quise comentarle a Sarah que estaba a mi lado, pero me quedé muda al ver aquella chica parada allí, inmóvil, con la cabeza primero inclinada hacia atrás con los ojos cerrados, y luego echarlo hacia adelante, con su pelo mojado y ondulado al igual que su ropa, el uniforme de la academia.

¿Quién era ella? Pude ver que tenía un largo cabello negro ondulado, suelto. Estaba de espaldas a la ventana y no podía verle la cara. Algo me decía que ella no pasaba por un buen momento, o algo la tenía ensimismada, deseando un momento de paz.

No pude apartar la mirada de ella. Y entonces, ella se giró de golpe, volteando la mirada hacia mí, sorprendida de pillarme observándola.

Debí desviar la mirada, fingir que no la estuve observando, pero no pude.

Aquellos ojos azules, claros como el cielo, me miraron fijamente.

Era una chica muy guapa. Parecía mayor que yo. Me sonaba de algo, pero no sabía de qué. Se volteó hasta estar de cara a mí, sin importarle estar bajo la lluvia, empapada hasta tal punto que su ropa se trasparentaba, dejando ver su ropa interior. Ante eso sentí que los pómulos se me calentaban, tragué saliva, pero aun así no aparte la mirada. Ni ella tampoco de mí.

¿Quién era ella?

—¿Gina?

La voz de Sarah me sobresaltó y la miré espantada. Al mirarla vi que apartó la mano que había apoyado en mi hombro al no responderle, temiendo haberme asustado. Enseguida me calmé.

—¿Qué te pasa? Te llamaba y no respondías.

Parpadeé varias veces desconcertada y volví a mirar afuera. La chica de pelo negro y ojos azules había desaparecido. Noté que Sarah se alzaba para mirar por encima de mi cabeza.

—¿Qué estás mirando?

No sé qué me movió a mentir, pero lo hice. Quería guardarme aquella visión para mí. Y algo dentro de mí deseaba volver a encontrarme con aquella chica. La conocía de algo, pero no conseguía recordar de qué.


Pasear bajo la lluvia era estimulante. Ojalá la gente lo hiciera más a menudo. Yo lo hacía cuando era abundante e intensa. Me relajaba, me calmaba. Y últimamente recurría a ese hábito para calmar la ira y el rencor que sentía en mi ser.

Ese día, en vez de ir por el bosque alrededor de casa, me anime a ir por los patios de la escuela, sin importarme que algún alumno o profesor me viera. Todos los vampiros que asistían sabían quién era y nunca se atreverían a molestarme. No sin terminar muertos.

Sí, muchos me temían. Otros me admiraban. Otros me respetaban por ser hija de quien era. Pero la mayoría me temían por las cosas que había hecho los últimos siglos. Mejor ser temida que admirada. Así pensaba desde aquella noche.

Maldición, a este paso ni siquiera la lluvia me podría calmar.

Caminando sin rumbo termine en un gran patio abierto. Allí me detuve y eché la cabeza atrás, cerrando los ojos y sintiendo el agua salada sobre mi rostro. En algún momento se mezclaron con mis lágrimas. Solo en esos momentos me permitía llorar por el dolor que sentía de haber sido mancillada, ultrajada. Violada. Sí, alguien a quien en teoría debía confiar se atrevió a violarme pensando que podría conseguirme y tenerme pasa sí, pero se equivocó.

Pero el mal estaba hecho. Y no estaría en paz hasta obtener venganza.

Notó que alguien me observa por detrás. Molesta volteó la cabeza, y vio a una joven humana de pelo rubio y ojos azul marino con gafas de pasta mirándome fijamente. Entonces la ira y el odio se esfumaron. Sentí sorpresa y desconcierto.

No puede ser... ¿Es ella? Aquella chica de aquella noche, meses atrás...

¿Me ha reconocido acaso? ¿Sabe que yo...?

Algo la obliga a apartar la vista de mí, y yo aprovecho para marcharme veloz de allí. Corrí hasta entrar bruscamente por la puerta doble de mi casa, empapando el suelo de mármol, respirando entre jadeos entrecortados, como sí hubiera corrido kilómetros y kilómetros.

Mi corazón palpitaba con fuerza, y no era por el esfuerzo físico.

¿Quién era esa chica? ¿Por qué me alteraba así con solo verla de nuevo?

Una vez en diciembre (Carmesí 0.5)Where stories live. Discover now