Capítulo 4

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No puedo creerlo... ¡He aprobado! Y con muy buenas notas. No son como las de Gina, pero son lo bastante buenas, mejores de lo que esperaba. Y todo gracias a ella. Con su ayuda para estudiar y memorizar he podido aprobar las matemáticas y demás asignaturas complicadas.

Pero no soy su mejor amiga para que me ayude a aprobar, no. La conozco desde muy pequeñas, desde el momento de conocernos somos inseparables, como hermanas. Y eso no cambia por que sea super inteligente. La quiero por ser como es ella. Y eso nunca cambiará.

Yo... la quiero.

Pienso estar a su lado siempre. Para ayudarla... y protegerla.

Eso me digo, pero cuando ella me necesita no estoy a su lado. Y las cabronas de Anastasia y Michelle aprovechan para actuar. Joder. Las odio.

Pero lo que más me molesta es que Gina no se defienda, o que no quiera denunciar esos abusos por temor a que ellas fueran más violentas. No lo soporto.

—Tienes que decírselo a los profesores, Gina —le dije yo durante la hora de comer—. No puedes seguir así. Se pasan de la raya y lo sabes.

—Déjalo estar, Sarah —dijo ella, cabizbaja y picoteando su plato—. Ellas se van a casa en vacaciones. No me molestarán.

—Pero sí cuando vuelvan, y quizás con más violencia. ¿Es que vas a esperar a que te rompan algo o qué?

Por más que lo intentaba, ella no quería denunciar nada, y eso me enfado mucho. Aun así, no pensaba dejarla de lado. Yo también me quedó en vacaciones. Mi madre ha comprendido que quiera quedarme con Gina, ya que ella por lo que sea no ha querido ir a casa por vacaciones. ¿Habrá tenido alguna bronca con sus tíos? Cuando le he preguntado no ha querido responderme, o al cambiado disimuladamente de tema. Tengo curiosidad, pero no le he insistido.

De repente, mientras comíamos y charlábamos, Gina miró a lo lejos algo que llamo su atención. Al mirar yo también vio a una chica un poco más mayor que nosotras, de hermoso pelo negro suelto y ondulado largo hasta la cintura y unos ojos azules como el hielo. Guau, la tía es guapa a rabiar, y popular por la gente que... Un momento, ¿esas eran Anastasia y Michelle? No puede ser lo que estoy bien. La siguen como perritas falderas a todos lados, la sirven como sí fuera la reina. ¿Quién es ella?

Miró a Gina y vio que ella también está mirándola fijamente, ensimismada.

Le pase la mano por delante de la cara, trayéndola de nuevo a la tierra.

—Sí que te ha impresionado el espectáculo —comenté con humor, aunque algo nerviosa.

—Perdona —volvió a mirarla de reojo mal disimulado—. ¿Quién será esa chica?

—Ni idea —entonces vio que nuestros nuevos amigos se acercaban a nosotras—, pero lo vamos a saber en este momento.

Cuando Gina y yo ingresamos en la Academia Carmesí, enseguida nos hicimos amigas de un par de hermanos gemelos la mar de increíbles que tenían fama de ser los informantes de primero curso. Se llamaban Sebastian y Eduardo, pero preferían que les llamaran Sebas y Edu. Era gemelos idénticos salvo por los peinados exclusivos que se habían hecho cada uno para poder diferenciarles.

—Hola guapas —saludó Edu, con su flequillo verde oscuro que le cubría el ojo izquierdo—. Tan auténticas como siempre.

—Eso ni lo dudes —le dije yo, y sin perder más el tiempo señalé con la barbilla a la morena de ojos azules—. ¿Sabéis quién es ella? Las cabronas la siguen como perritas.

Los gemelos miraron por encima el hombro y la vieron. Y sabían quién era por la cara que pusieron. Entonces nos miraron con asombro, como sí tuvieran que saber quién era ella por obviedad.

—Ella es Ángela Martínez —respondió Sebas—, es la Reina Carmesí.

—¿Reina Carmesí? —preguntamos Gina y yo a la vez, parpadeando confusas.

Los dos asintieron.

—Ella prácticamente reina en esta academia. Es la más popular e inteligente. Lleva siéndolo desde su primer año y nadie la ha destronado. Ya está en cuarto curso.

—¿Y esas dos son sus amigas? —pregunté. Sí era así, ya me caía mal. Debía ser una abusadora como ellas.

—Que va —respondió Edu—. Por lo que cuentan, esas dos se le pegan como lapas porque ellas quieren y ella se lo permite, pero no las considera amigas, solo chicas que la acompañan a todos lados. Sus amigos son de la Elite.

—¿La Elite?

—Los estudiantes admitidos no solo por tu atractivo e inteligencia, sino también por su estatus —respondió Sebastián, con cara de asco—. Y parece que Ángela está en la cima. O eso cuenta.

—¿Qué es? ¿De la realeza o algo así?

—Ni idea. Nadie dice nada al respecto. Se lo callan. Pero solo tienes que ver como se dirigen a ella algunos. La veneran, la respetan. Como a una Reina.

Todo aquello me dio escalofrío, y la observe. Vi que además de esas dos idiotas, otros estudiantes también estaban con esa tal Ángela, y es verdad que la miraban y hablaban con cierto respeto y educación, y ella les hablaba de igual modo, o con indiferencia.

Entonces lo vi. Vi como miraba de reojo a nuestra mesa, y no solo una vez.

Cuando me pilló mirándola se me quedo mirando, y me dio un patatús. Me asustó su mirada fría como el hielo y directa como la de un depredador antes de abalanzarse.

Y Gina también la miró, pero no pareció asustada. Sino fascinada.

Eso no era bueno.

Ángela Martínez.

La Reina Carmesí.

Así que así se llamaba o se hacía llamar. Le pega.

Ella y yo nos miramos fijamente, sin apartar la mirada durante unos instantes. Me resulta muy familiar. ¿La he conocido antes? No consigo situarla. Tal vez nos cruzáramos en el primer día, cuando a los de primer curso nos recibieron en la entrada.

Me frustraba no recordarla.Tal vez debería preguntarle a ella.

Una vez en diciembre (Carmesí 0.5)Where stories live. Discover now