Velada.

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🎶Será fe que yo encontré

Una voz de ternura

Que me llena de placer

Cuando la oigo hablar🎶

Se escuchaba en la radio de cierto camionetón.

Un hombre de cabello rojizo y negro iba conduciendo, prestando atención a todo lo que decía su acompañante, un hombre de cabellos claros como el jabon zote blanco.

A Crowley le encanta escuchar a Shinya.

El día había sido muy grato.
Su salida salió bien.

Crowley llevó a Shinya a un buen restaurante, después lo llevó al cine.
Estando en la plaza pasaron a un local (a petición del albino) que tenía varios juegos, jugaron un buen rato.
Una vez saliendo de aquella plaza se dirigían a la residencia del pelirrojo.
Crowley le invitó a su casa a cenar.

El pelirrojo al tener una mayor certeza de que Shinya siente atracción hacia él decidió que no perdería tiempo, que haría que Shinya lo deseara tanto como lo hace él.

Crowley quedó fascinado la primera vez que se encontró con el peli plateado.
Hasta ahora sigue anhelando el amor de Shinya, quiere todo para él.

Confía en que obtendrá más que la amistad del ojiazul.

El trayecto a casa no fue tan tedioso, fue ameno y divertido.

Llegaron a la vivienda del pelirrojo, Shinya estaba asombrado al ver la gran hacienda que tenía frente a él.

Una vez estacionado el vehículo , bajaron de este e ingresaron a la humilde casa del anfitrión.

¿Te gusta lo qué ves?- preguntó orgulloso Crowley.

Es grande, muy grande.- dijo asombrado Shinya.

Ven, sígueme te daré un tour.- le ofreció Crowley.

El pelirrojo tomó la mano de Shinya y lo guiaba al interior y exterior de su hacienda.

Shinya solo se dejaba guiar por el hombre que sujetaba su mano suavemente.

Crowley lo hacía sentir especial, demasiado especial.

Anduvieron deambulando por el amplio lugar.

Todo esto también sería tuyo si tu quisieses.- dijo coquetamente Crowley.

Shinya estaba rojo como un tomate.
De una u otra manera Crowley lograba sorprenderlo siempre.
Últimamente sus ganas por querer más de Crowley le están ganando.

Ven Shinya, ya me avisaron que está la cena.- dijo Crowley.

Ambos hombres se dirigieron hacia el gran comedor, era un banquete.
La persona encargada de realizar la comida se despidió de Crowley y se fue hacia su casa, dejándolos solos.

La cena fue fructífera.

Comieron lo servido alegremente, en mutua compañía.
Se compartían miradas cómplices.
Una especie de tensión se empezaba a crear en el ambiente.

Una vez terminando la cena, se dirigieron al exterior para dar una caminata nocturna.
La luna estaba hermosa, el cielo estaba estrellado.

Se escuchaba el cantar de los grillos, varias luciérnagas alumbraban el exterior.
Decidieron que ya era suficiente el tiempo estando afuera, ingresaron al interior de nueva cuenta.
Fueron a sentarse en la sala, quedando sentados pegados el uno del otro.
Supuestamente estaban viendo una película, pero solo se dedicaban a hablar entre ellos, mirándose constantemente, sonriendo entre ellos.

Chancla que yo tiro no la vuelvo a recoger.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant