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Pese a que había aceptado la propuesta de Antoine de quedarme en su casa esa noche, quise pasar por la mía primero. Necesitaba hablar con Koke. Necesitaba que me explicase sus motivos. Sus razones para saber que estaba tan mal y pese a todo pedirle a su amigo que se mantuviese alejado.

—¿Quieres que entre contigo?—cuestionó el francés parando el coche delante de la puerta principal

—No. Quiero hablar con él a solas. Iré a tu casa cuando terminemos, ¿vale?

—No vas a ir andando tú sola hasta mi casa a estas horas de la noche. Te espero justo aquí.

Asentí y coloqué la mano en la manilla de la puerta. Antoine me retuvo cuando iba a abrir, sujetando mi muñeca con delicadeza.

—Estaré justo aquí, ¿vale?—dejó un beso en la piel de mi mano y la apretó con la suya—Sólo llámame y me plantaré junto a ti para plantarle cara a tu hermano. Esto ya no te implica solo a ti. Es cosa de los dos.

Volví a asentir y me solté de su contacto para bajarme del coche y caminar hasta la puerta de casa. Cogí aire mientras introducía la llave en la cerradura. La luz de la cocina estaba encendida, así que me dirigí ahí. Koke estaba apoyado en la encimera, con una taza humeante en la mano, mirando por la ventana.

—¿Qué haces aquí, enana?—cuestionó

—Tengo que hablar contigo.

Su ceño se frunció lentamente.

—¿Antoine ha hecho algo? ¿Te ha hecho daño? Sabía que...

—Para. Antoine no ha hecho nada. Me está esperando en el coche.

—¿Entonces qué es tan urgente para que abandones vuestra cita?—no me gustó el tono en el que dijo las dos últimas palabras

—¿Estás molesto porque esté en una cita con Antoine?

—Eres mi hermana, joder, claro que me molesta.

—Lo que me pregunto yo es que, si Antoine lleva sintiéndose así tanto tiempo, por qué no ha pasado antes—crucé los brazos sobre mi pecho, Koke alzó las cejas

—No estoy entendiendo por qué vienes aquí para preguntarme eso.

—¿Qué pasó realmente la noche que se fue, Koke?

Parpadeó un par de veces y dejó la taza sobre la mesa. Se pasó las manos sobre el rostro.

—Te lo ha contado, ¿verdad?

—Quiero oírlo de tu boca.

—Escucha, yo... Te vi destrozada. Sabía que su marcha te iba a partir en mil pedazos y...

—¿Y pensar que no quería despedirse de mí no me iba a romper?

—Pensé que lo olvidarías rápido, que pasarías página.

—¿Por qué le pediste que se mantuviese alejado cuando volvió?

—Porque mantenerlo distante era lo mejor para ti. Ya te había roto el corazón una vez.

—¡Me lo rompiste tú!—exclamé molesta—Te creíste con derecho de decidir a quién mantener en mi vida. Te creíste con derecho a interferir y decidir cómo me hacían daño. Y mantuviste esta puta mentira casi tres años.

—Te vi llorar todas las noches cuando se fue. Vi todo el daño que...

—Que tú ocasionaste pidiéndole que se mantuviese al margen. El culpable de todo lo que pasó eres tú, Koke. Ya no soy una niña, joder. No lo era cuando Antoine se fue. Pero decidiste que seguía siéndolo y que mi vida sería más feliz de esa forma.

—No quería que todo esto acabase así. Escucha, yo pensaba que...

—Y ni siquiera eres capaz de disculparte. Sigues con lo que pensabas y vas a mantenerlo hasta el final. ¿Me lo hubieses dicho si Antoine no lo hubiese hecho? ¿O habrías mantenido la mentira?—su silencio fue suficiente para que lo entendiese—Genial.

Me di la vuelta y salí de la cocina rumbo a la puerta de entrada. Koke me retuvo sujetando mi brazo con delicadeza.

—Por favor, escúchame...

—Mañana vendré a por mis cosas.

—¿A dónde vas a ir? Por favor, piénsalo en frío. Ahora estás enfadada y...

—No te importa a dónde me vaya. Ni con quién. No te importa nada de lo que ocurra a partir de ahora en mi vida. Ya has decidido bastante sobre ella. Ahora invéntate lo que quieras que pase y quédate con ese pensamiento.

Me solté de su agarre y salí fuera de la vivienda. Antoine había salido del coche y estaba apoyado en la puerta del acompañante con los brazos cruzados sobre el pecho, mirando hacia la puerta. Me apresuré a llegar hasta él y me refugié entre sus brazos, los cuales acababa de abrir para rodearme con ellos. Apoyé la cabeza en su pecho y me sujeté a su chaqueta con las manos, ahogando las lágrimas.

—Está bien—susurró frotándome la espalda y besando mi cabeza—. Estoy aquí. No pasa nada...

—Vámonos, por favor. Vámonos de aquí.

En el fondo sabía que aquello estaba mal. Que irme con Antoine crearía un enfrentamiento activo entre él y mi hermano. Que Koke se sentía herido y que lo único que estaba haciendo era empeorar las cosas. ¿Pero no me merecía un poco de libertad? ¿No merecía ser feliz después de tres años odiando a la persona de la que estaba enamorada?

Antoine abrió la puerta del coche y me metí dentro. Me puse el cinturón sin pensarlo y esperé a que él rodeara el vehículo para sentarse al volante. Miré por la ventanilla. Koke estaba en la puerta, mirándonos con los ojos llenos de lágrimas. Me dolió muchísimo verlo así, pero más me había dolido pensar todo ese tiempo que a Antoine no le importaba.

El francés arrancó sin dudar y aceleró para perdernos calle abajo hasta su casa. Su mirada estaba puesta en la carretera, pero su mano derecha estrechaba la mía. Aparcó en su garaje y apagó el coche para después mirarme a los ojos.

—¿Ha ido todo bien?

—No. No ha ido bien—me froté la cara con las manos—. Nunca me lo habría dicho. De no ser por ti... Él hubiese mantenido la mentira hasta el final. Hubiera dejado que te odiase el resto de mi vida.

—No le culpes, cherie... Él quería lo mejor para ti.

—Lo mejor para mí a costa de mi felicidad. De nuestra felicidad. ¿No has pensado en qué podría haber sido de nosotros si te hubieses despedido Eda noche?

—Todos los días desde entonces—susurró bajando la mirada, cogiendo mi mano y besándola—. Pero sabía que en algún momento iba a volver a ti.

Negué con la cabeza.

—Yo perdí todas mis esperanzas porque no sabía nada. Quizá podríamos habernos dicho lo que sentíamos. Quizá podríamos llevar juntos un tiempo. Quizá...

—No pensemos en qué hubiera pasado, no podemos martirizarnos con ello—Antoine me tomó el rostro y me besó con delicadeza en los labios—. Pensemos en lo que pasará a partir de ahora. En lo que podemos controlar. En todos los días desde hoy.

La Promesa [Antoine Griezmann]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora